Una buena vida

La semana pasada terminamos de plantar las hortalizas para el verano. Tomates, calabacines, berenjenas, pepinos, pimientos, lechugas… En nuestro caso (en el de mi mujer y el mío) se trata de una afición, aunque por supuesto, nos reporta suculentos beneficios en forma de maravillosas viandas veraniegas.

El trabajo en el campo, al menos a nosotros, nos absorbe cualquier preocupación diaria. Entre zanja y zanja se queda el estrés de la semana, el contrato que no sale o la preocupación por la reunión de la semana siguiente. Para nosotros es una terapia curativa que focaliza nuestra atención en el presente y nos despega del pasado o el futuro.

La recompensa, como digo, es inmediata aunque los frutos se hagan esperar, al menos, un par de meses.

Cuando el cansancio llega y las lumbares y las manos comienzan a protestar hay una motivación muy mundana que nos recordamos para terminar la pequeña plantación: siempre tenemos un litro de cerveza bien frío, con algo de aperitivo esperandonos en la nevera.

Sin lugar a dudas, es el vaso que mejor sabe, porque como dice mi amigo Manolo F. “la cerveza hay que ganársela”.  

Lo cierto es, que el fin de semana pasado, al terminar nuestra faena, nos sentamos en las escaleras de nuestra casa en las faldas de Sierra Espuña y degustamos la bebida bien fría. Fué como siempre, un momento de libertad, en el que el bienestar te inunda y te recarga para seguir avanzando en este difícil camino de la vida.

Allí, relajados por el trabajo físico, con la satisfacción de la conciencia tranquila, los sonidos de la naturaleza nos envolvieron y un torrente de endorfinas nos inundó.

Fue entonces, cuando vinieron a mi mente dos frases célebres en mi vida que me acompañan en mis mejores momentos, desde hace mucho tiempo. La primera, la escuché en mi época postuniversitaria de mi amigo Carlos A. Fue en uno de esos instantes mágicos que se viven de cuando en cuando. Tras el jolgorio habitual que acompaña a un buen grupo de amigos se hizo el silencio y entonces dijo: “¡Que hermosa es la vida… Qué bien se está, cuando se está bien”.

Esta cita, según nos confesó, está sacada de la película 'Pajarico' de Carlos Saura, película por cierto, que como es sabido, se desarrolla en Murcia, por el gran actor, también murciano, Paco Rabal. ¡Y qué verdad!. Cuando uno está bien todo es maravilloso y lleno de sentido, pero cuando uno está mal, por mucho que te encuentres en el lugar más maravilloso de la tierra, la amargura se adueña de tu estado de ánimo y te impide disfrutar.

La otra frase célebre de mi vida que me vino a la cabeza fue la pronunciada por mi otro gran amigo Manolo F. al que ya he citado en este artículo. Pero esta vez, la frase original es del Evangelio de Mateo 17:4: “Hagamos tres chozas”. La clave de esta cita se encuentra en que San Pedro estaba tan bien en lo alto del monte presenciando la transfiguración de Jesús que se ofreció a realizar tres chozas para tres de los asistentes: Jesús, Moisés y Elías olvidándose de su propia choza porque ya estaba tan pleno que no le faltaba nada, ya lo tenía todo.

Y esto también es verdad, cuando uno está bien no te hace falta nada especial para sentirte feliz y una simple cerveza Steinburg sabe mejor que el más inasequible licor, pero cuando uno está mal, ni el mejor de los manjares te consuela… Aunque para ser realistas y como dice el saber popular “las penas con pan son menos”.

En cualquier caso, aquella mañana yo declamé ambas frases y lo hice porque las sentía, porque en aquella situación estaba feliz y porque un rato de vida sencilla me había dado más que cualquier “lujo asíatico”.

Han pasado varios días desde aquel momento y echando la vista atrás encuentro mi vida plagada de grandes instantes mágicos que me han impulsado hasta hoy, a veces, no recuerdo con precisión la escena pero sí mi entusiasmo y es entonces cuando pienso, con calma, pero también con emoción que llevo… una buena vida.