Jueves, 11 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEl obispo Belluga y la moda femenina
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Alberto Castillo

El obispo Belluga y la moda femenina

 

Luis Antonio de Belluga y Moncada nació en Motril, provincia de Granada, el 30 de noviembre de 1662 y falleció en Roma el 22 de febrero de 1743. Tenía 81 años.

 

El 9 de febrero de 1705 Felipe V lo nombró obispo de la Diócesis de Cartagena y más tarde, al frente de las tropas, rechazó el ataque de los austriacos sobre el reino de Murcia en la célebre batalla del 'Huerto de las Bombas' demostrando, entonces, su capacidad militar. Investido de la autoridad de virrey y capitán general de los reinos de Murcia y Valencia. Se opuso al cambio que efectuó el rey Felipe V de capitalidad del Reino de Valencia desde Valencia a Orihuela, debido a la cercanía de este centro religioso, cultural y ahora político a Murcia. En protesta dejó el virreinato. Más adelante, el papa Clemente V lo nombró cardenal el 29 de noviembre de 1719.

 

[Img #5326]Sería larguísimo enumerar aquí y ahora todo cuanto Belluga hizo por el viejo Reino de Murcia, su poder y su influencia en la corte borbónica recién instaurada en España. Aunque al final, como hemos dicho anteriormente, tuvo serias discrepancias con el rey Felipe V a quien, precisamente, había apoyado en su lucha por conquistar el trono. Pero dejando a un lado su labor pastoral e incluso militar, sus grandes obras en favor de Murcia, su devoción mariana y su fe hay una faceta “desconocida” todavía hoy que nos lo muestra duro, ortodoxo, radical y “fiel guardián de la moral y las costumbres”. Fue el caso de su oposición frontal a las modas qué, la corte borbónica, había traído de Francia.

 

Con los albores del siglo XVIII, y tras la guerra de Sucesión, se instauró en España la dinastía francesa de los “Borbones”, como ya hemos comentado, que llega a nuestro país de la mano del pretendiente al trono, Felipe de Anjou, posteriormente Felipe V.

 

Con la corte francesa instalada en Madrid llegan también las modas de aquel país revolucionando las que hasta ese momento se usaban en España. Se pasó de la “extrema moralidad en el vestir” de los Austrias a la libertad que impusieron las modas de París que llegaron a nuestro país a partir de 1712 cuando la gran revolución en el vestir hizo acto de presencia en Murcia. Se pasó del “negro imperante” de los Austrias al color, las joyas, los zapatos y hasta la ropa interior especialmente la femenina. Francia imponía su moda dieciochesca en aquella España negra.

 

[Img #5327]Si antes la mujer, especialmente, se mostraba recatada y cubierto todo su cuerpo no dejando ver ni tan siquiera los tobillos, con la moda francesa, se empezaron a ver no solo los tobillos sino también algo tan pecaminoso como el pecho que, con la moda impuesta, lo dejaba casi al descubierto con los amplios escotes de aquellos modelos dieciochescos. Esto enfadó sobremanera al Obispo de la Diócesis de Cartagena, Luis Belluga y Moncada, que a lo largo de su estancia en esta ciudad dictó numerosas cartas pastorales y reglas de “buen comportamiento en el vestir” para que fueran leídas en los sermones de iglesias, conventos y ermitas. Pero por mucho que el ilustre prelado se empeñara en adoctrinar a las mujeres de Murcia, estas, se abandonaron en manos de la moda y dieron de lado a los encendidos sermones de los párrocos. Incluso uno de ellos, el moralista Bado, un clérigo recio y temido en Murcia, publica una obra con el apoyo de Belluga titulada “El libro a gusto de todos o Colección de Cartas apologéticas de los usos, costumbres y modas de estos días” donde concretamente hay dos cartas, la cuarta y séptima, en las que llega a decir textualmente que “en el busto femenino que ahora se enseña sin recato puso la naturaleza un manantial de lascivia”.

 

Las mujeres van al zapatero donde 'un hombre las manosea y toca por tobillos y piernas con la excusa de hacer zapato a su medida'

 

Así mismo, este clérigo furibundo, lamenta que las mujeres vayan al zapatero donde, “un hombre las manosea y toca por tobillos y piernas con la excusa de hacer zapato a su medida y que no tiene otro objeto que distraer sus manos acariciando esas partes y producir placer en sus roces”. El presbítero Luis Santiago y Bado, en las citadas cartas, hacía constante alusión al pecho femenino con el que, parece, tenía fijación: “los pechos son una causa adicional de inducción al adulterio y los pechos, antes sujetos en dolorosa pero justa prisión, hoy se ven libres para ventaja de los lascivos y simiente del pecado que Satanás utiliza para perdición de los hombres”.

 

Pero si fuertes fueron los ataques de este clérigo a la moda femenina impuesta en España por los Borbones y su corte, no olvidamos los enfados del Obispo Belluga que no cesaba en su lucha contra aquello que, para él y la moral, era un gran libertinaje. En su particular cruzada “contra los trajes y adornos profanos de estos tiempos” llega a decir que en la “diócesis anida la grave malicia, el vicio y la perdición con unos vestidos de gran apertura al encanto femenino particularmente manifiesto en el pecho de las damas que se muestra sin recato alguno provocando a los hombres que se dejan llevar por la lascivia y el pecado de la carne”  En otro de sus discursos podemos leer “De un año a esta parte se ha empezado a introducir en esta ciudad y obispado el descotado, en que se descubren los medios pechos, como instrumento de Satán para llevar al hombre al grave pecado de la carne. A esto y más grave aún la mujer se realza con adornos, collares, perlas y pinturas que son el continuo tropiezo de la castidad y una constante provocación e incitación a la lujuria, la fornicación y el pecado”.

 

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El obispo también se refiere a la moda impuesta de lucir zapatos hechos a medida y confeccionados en exclusiva para las damas. Dice en sus escritos: “La muger va a la zapatería, donde con pretexto de probarse calzado, ocasiona espectáculos reprobables, pues ello supone dexarse la muger manosear por un hombre y por lo general mozo, como lo son los de estos oficios, que da rienda suelta a su lascivia y su pecado al sobar la pierna de la muger y esta dejarse acariciar tan íntimamente procurándose también su particular gozo”.

 

Hay mil ejemplos más de la lucha de Belluga contra la moda importada de Francia, sobre todo la que afectaba a la mujer, pero sería larguísimo enumerarlos todos. Solo le comentaré, al desconocido lector si lo hubiere, que la situación llegó a tal punto que dictó una “orden de excomunión” contra todas las mujeres qué vistieran así públicamente y enseñaran parte de sus pechos “armas de Satanás para destrozar la castidad”.

 

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