Septiembre y su fauna
Si tienes la suerte, en algunos aspectos, de haberte retirado es posible que puedas pasar unos días más de septiembre en la playa. Es el mejor mes, dicen: poca gente, más fresquico, eso. Y es verdad.
Pero si tienes también la suerte, o el problema en algunos casos, de fijarte en las cosas, se produce en estas fechas un fenómeno curioso protagonizado por dos grupos de personas aparentemente lejanas y muy diferentes pero que, al cabo, ofrecen psicopatologías comunes. Es decir, son de la misma camada.
De un lado, los ciudadanos extranjeros que vienen en estas fechas, muchos porque han arrendado su casa en España en julio y agosto, por aquello del ROI (o el sacar rendimiento a la inversión), y vuelven a su propiedad.
Es decir, vuelven a tomar posesión de lo que es suyo, de eso. Pero no sólo de eso, sino de los restaurantes y terrazas, supermercados y estancos para el que los use.
Nuestros compatriotas, salen poco. Bueno, entre poco y nada
Los hay educados -yo he visto pocos– pero abunda más el perfil de media clase, no confundir con lo otro, que enfundado en su camiseta desmangada habla en voz alta, se bebe el mistol, trata displicentemente al camarero y, en fin, cree así que ha logrado emular a sus compatriotas de alta clase de las islas, o a algunos del continente, que sí estuvieron en Malta, o en Lago di Como, en su momento. O en las Baleares en los 50. Y que te miran, a ti, al nacional, como si fueras un colono. No sé si me explico.
Luego, está lo mismo, pero en español. Que viene a ser el que, por las mismas razones muy respetables de explotación vacacional del inmueble, pues se retira un par de meses de la costa a algún pueblo de Zamora o próximo a Móstoles, ya si es Madrid, apaga y vámonos, donde hace más fresquico (vemos por ahora aqui dos únicas coincidencias entre grupos que en principio se encuentran muy distantes). Probablemente encontremos alguna más.
Estos últimos, nuestros compatriotas, salen poco. Bueno, entre poco y nada, de modo que lo cuecen todo ad intra. Y cuando salen, lo hacen argumentalmente disparados. Por tanto, molestan, pero de otra forma.
Retornados a sus posesiones, manifiestan su irrevocable decisión de vender, dado que esto no es lo que era. Mucha masificación (que ellos por otra parte no han experimentado ni en cuanto momento, número de gente, ni contactos mantenidos,), los servicios públicos, lo que pagamos de impuestos y la indagación de quién es éste o aquel, cual si de delegados del Gotha se tratara.
Se trata de lo mismo, de la galopante extinción de las personas normales. La misma camada de gente mal educada y poco sencilla aquí y en Sebastopol. La sorpresa cuando encuentras lo normal, lo de siempre, lo educado, lo sencillo. Conducirse con criterio y opinar cuando se debe, y se puede.
Un buen castigo sería juntar a los dos grupos en el mismo sitio, el mismo mes, pero lejos, en las Islas Hébridas, con fresquico. Seguro que salía una posición común:
Eliminar septiembre del calendario y en octubre, Navidad, como en Venezuela.