Martes, 09 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNMurcia 1921 – Guía del viajero
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Ernest Berkhout

Murcia 1921 – Guía del viajero

 

Estuve este fin de semana en el pueblo de Lewes, en Inglaterra, en una reunión familiar. Lewes está cerca de Brighton, en medio de una campiña bucólica, y como tal es extremadamente inglés, exagerado, con esos caminos de asfalto estrechos que serpentean a través del exuberante paisaje verde, con túneles de árboles, vacas y ovejas en los prados. Puedes oír a Vivaldi mientras conduces. El pueblo en sí también es típicamente inglés, con fachadas de piedra y granito, con un castillo medieval temprano, con pubs para dar cobijo y con tiendas de antigüedades conocidas localmente como flea markets (mercados de pulgas).

 

En una de éstas encontramos un libro llamado 'Manual del viajero por España', publicado en 1921 por Thomas Cook & Son, escrito por Albert F. Calvert. Como es lógico, fuimos al capítulo que habla de Murcia, y el texto es tan interesante que compré el libro, y os incluyo aquí algunas impresiones de Mr. Calvert.

 

Empieza: “La provincia de Murcia se parece más que ninguna otra parte de Europa a la patria de la raza árabe. Es una región salvaje y feroz, cálida y leonada, surcada por profundos y tortuosos barrancos, atravesada por montañas dentadas en cuyos flancos, por el calor del sol, nada verde puede crecer. Gran parte del territorio está ocupado por mesetas desnudas y rocosas, como grandes altares en los que todo lo que vive se ofrece al sol y es consumido por él. Las montañas no ofrecen sombra, incluso en los cañones más profundos los arroyos a menudo sólo se pueden seguir por un estrecho sendero de arena y guijarros, pero aquí y allá el hombre ha logrado arrancarle a la dura naturaleza un punto de apoyo seguro, un oasis que se mantiene siempre verde gracias a algún riachuelo más constante. Las aguas del Segura y del Sangonera son la sangre vital de la provincia. Los ríos han sido adaptados con infinitos esfuerzos a las necesidades del hombre. A la ciencia del riego la provincia debe su existencia. El agua es aquí muy apreciada y se vende como un tesoro al mejor postor".

 

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Eso para empezar. Seguidamente, habla del mercado del agua en Lorca, donde “Al venderse el preciado líquido en subasta pública, el agricultor rico está en condiciones de privar a sus rivales más pobres de sus medios de subsistencia. Para paliar en cierta medida este mal, ahora se aplica la regla de que el postor que ha comprado el primer lote puede comprar tantos lotes siguientes como desee por el mismo precio. De este modo, el precio no aumenta demasiado rápidamente". Un análisis que demuestra conocimiento cercano y profundo del asunto.

 

Los datos de población son de 1910, cuando Murcia distrito tenía 125.000 habitantes, de los cuales 30.000 estaban en la ciudad. Dice, “La ciudad de Murcia se ha desembarazado por completo de toda evidencia exterior de su antigua sumisión al Islam. Ha desaparecido el Alcázar, ha desaparecido la muralla que impedía el paso a los cristianos, ha desaparecido la mezquita donde miles de cabezas con turbante se inclinaban diariamente hacia La Meca. Sin embargo, en las calles estrechas y oscuras, a lo largo de las cuales se extienden toldos, podríamos reconocer algo de Oriente. Trapería y Platería recuerdan irresistiblemente a Esmirna. Conducen a una de esas plazas deslumbrantes, blancas y polvorientas de las que se jactan todas las ciudades del sur y del este y que siempre se llama en España por la Constitución, en Italia por Víctor Manuel y en Francia por la República. En Murcia hace más calor que en Sevilla y el paso por esta plaza entre las once de la mañana y las cinco de la tarde requiere el coraje de Mucio Escévola.”  Hay cosas que no cambian.

 

La ciudad de Murcia propiamente dicha obtiene una calificación de apenas uno sobre cinco. Dice Mr. Calvert: Murcia no puede considerarse una ciudad interesante. Tiene un único "lugar de interés", que no es de primer orden: la Catedral. Ésta ocupa, como es habitual, el lugar de la mezquita y data en su parte más antigua de 1368. La fachada occidental fue restaurada en el siglo XVII, afortunadamente antes de que la decadencia del arte español se hiciera demasiado patente.” Una calificación dolorosa.

 

Termina el capítulo sobre la ciudad de Murcia hablando de las esculturas de Francisco Salzillo. Según cuenta, el duque de Wellington ofreció 80,000 libras por la estatua del ángel Gabriel. He hecho el cálculo pertinente, y a precios de hoy equivaldrían a ¡casi 10 millones de libras!

 

Sobre la creación por parte de Salzillo de La Dolorosa “cuya expresión de supremo dolor pocas veces ha sido igualada, ni con cincel ni con pincel, se dice que el escultor la copió del rostro de su propia hija, a quien, con este fin, había regalado deliberadamente una carta falsificada en la que anunciaba el suicidio de su prometido". 

 

¡Qué cachondo el Salzillo!

 

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