La pérdida de la vida
La semana pasada, al salir de mi trabajo, advertí un enorme revuelo en la avenida Ronda de Levante en la confluencia con la Plaza Circular. Allí estaba una gran cantidad de policía e incluso un vehículo de 'servicios funerarios'. En la parada del tranvía mucha gente se encontraba girada hacia uno de los lados de la calle señalando un edificio.
Pese a la natural curiosidad continúe mi camino sin preguntar. Al llegar a casa, mi hijo me enseñó una foto horrible que me proporcionó toda la información. Un hombre yacía muerto en el techo de un autobús.
Mi hijo había recibido la fotografía por ese 'gran hermano' que nos vigila a todos que son las redes sociales.
Este desgraciado episodio nos llevó a ambos a retomar la conversación sobre el suicidio que meses atrás habíamos tenido tomando el aperitivo en una pequeña tasca del centro de Murcia.
Lo cierto es que las repercusiones de este gran problema social no están a la altura de la magnitud del mismo. Solo en la Región de Murcia, en el año 2023 se produjeron 117 suicidios, (más de uno cada tres días) y en España 3.952 personas perdieron la vida por esta causa en el mismo año.
En la Región de Murcia el 75% de las defunciones por este motivo fueron hombres, no tengo el dato a nivel nacional. Este hecho es una constante que se repite año tras año sin explicación (quizá también sin análisis adecuado) por parte de las autoridades.
Pero la sociedad pone el foco donde le dicen que lo ponga y por la causa que sea ahora no toca, ya se verá dentro de unos años. Las noticias que cubren las páginas de las portadas vienen siempre referidas a otros tipos de violencia donde actualmente se ha decidido poner el acento. En mi opinión, esto no está mal, pero también la sociedad debe plantearse qué está haciendo incorrectamente para que se produzcan este número de muertes por esta causa, una verdadera plaga en pleno siglo XXI.
Las cifras de suicidios en Navidad aumentan considerablemente, con lo que parece ser que lo que para algunos es una época de paz y felicidad para otros es convulsa y llena de amargura.
Yo me planteo si la abundancia de personas que no quieren vivir tendrá que ver con la educación que estamos implantando de 'cero' frustraciones en los niños y jóvenes, o con las normas injustas que, en ocasiones, aprobamos y aplicamos. Quizá tenga que ver también con la mayor soledad que se produce en nuestras frenéticas sociedades o incluso con el desarraigo de la realidad que provocan las pantallas de ordenador o quién sabe, también tenga que ver con la secularización cada vez más intensa de unas sociedades que dan la espalda a cualquier idea de Dios. No lo sé y no me corresponde a mí averiguarlo, pero lo que está claro es que 'papá Estado' no está haciendo bien sus deberes.
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Cualquiera de estas causas daría para mucho estudio, pero lo que yo reflexiono desde mi ignorancia es que todas tienen que ver con un desapego a la vida motivado, quizá, por la pérdida del valor intrínseco que tiene.
Esta sociedad no tiene tiempo para enterrar a sus muertos, la velocidad a la que se mueve es frenética y no queda momento para cultivar el espíritu, ni siquiera hay tiempo para plantearselo.
La humanidad se encuentra inmersa en lo que el profesor Josep María Esquirol denomina 'dualismo de flujo' es decir, el paso de una sociedad dominada por la imagen (fotografía, televisión, video) a una sociedad inmersa en un flujo ininterrumpido y permanente donde la imagen no es más que un elemento subordinado a la vorágine inmediata de un 'gran tik tok' que atrapa nuestra atención momentánea y que a la postre incapacita al ser humano para realizar, en palabras de Foucault, “prácticas de subjetivación”.
Y este mismo flujo te lleva al error de identificar el éxito con la finalidad de la vida, sin advertir que éste no es más que una consecuencia y no el fin ni de tu ser ni de tu hacer.
Quizá una sociedad más humanista, donde el saber 'ocupe lugar' pudiera ser un buen remedio contra el sufrimiento y pueda ayudar a resolver este grave problema social. Quizá pasando más tiempo con nosotros mismos encontremos la paz que todos anhelamos. No lo sé, que lo estudien los que tengan que hacerlo…pero que lo estudien.



