Tablón de anuncios
Apenas uso el coche. En mi situación y en esta ciudad, no lo necesito para nada. Aparcado en la calle está y me tengo que obligar a vigilarlo por aquello de evitar una octavilla amarilla de coche retirado por mudanza, poda de árboles, obras, visitas institucionales y también, por no encontrarme una bonita pegatina de coche abandonado.
Como tarde un par de días en visitarlo, la luna delantera es un verdadero tablón de anuncios. De siempre, en un puro acto mecánico, los recogía y a la gaveta de la puerta. En una limpieza del coche, directos a una papelera. Un día me dio por mirarlos con detenimiento. ¡Oh! ¿Cómo me he podido perder esta maravilla tanto tiempo?
Hay de todo; para no dejarme llevar por la emoción, los he separado por contenidos. Tengo ante mí cinco montones de panfletos que me van a cambiar la vida: Maestros del mundo; arreglos estéticos y necesidades médicas; relax y copas; compra y venta y futuro académico.
Tremendo. Repasemos los cinco.
'Los maestros' te meten un miedo en el cuerpo que apabulla, te ofrecen un presente personal caótico: “Tú, que dudas de tu salud, de tu pareja, de tu banco, llámame. ¡Yo te lo arreglo!”.
Algunos se han apuntado al carro de moda de camisa abierta y pelo en pecho y ofrecen, a golpe de dos matas de regaliz y aspavientos, arreglarte el género. Textualmente dicen “te reconduzco tu género”. Vamos que, ¡con dos gritos, tres bailes y un martillazo, pasas de ser Angelina Jolie a sentirte como Chuck Norris!
Futurólogo, astrólogo, clarividente, brujo, espiritista, profesor, adivino, maestro, vidente, sabio africano, profeta, médium, curandero..., todos con nombre de hombre exótico y con “el arte” de nacimiento.
Esto de resolverte mal de amores, problemas familiares y con clientes, sacarte de la cárcel, tramas judiciales, impotencia sexual, desaparición de la estrecha y amarres con fuerte atracción (¿?), anulación de las deudas, encontrar un trabajo maravilloso y otras perlas no se estudia en los libros. Viene de serie, por gracia, directo de la magia.
Me pregunto qué pasa en la sociedad. Cómo hemos caminado para que este tipo de panfletos inunden la ciudad. El poner la solución de nuestros asuntos en manos de otros por la vía rápida y, esos otros, estafarnos por la misma vía, es algo que me eriza el vello.
La cabeza se me va a la canción que interpretaba Elsa Baeza, aquella de “Creo en vos, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero, albañil y armador. Creo en vos, constructor del pensamiento. De la música y el viento, de la paz y del amor”.
Cada uno puede hacer lo que quiera con sus euros. Yo aprecio más el saber, la preparación y la honradez de estas profesiones del estribillo de la canción, para caminar como sociedad.
Los pasquines de arreglos estéticos y necesidades médicas van a menos. Se ve que optan por otros medios, mensajes de telegram, anuncios en páginas web, etc. De los que tengo amontonados son casi exclusivos de aumento de pechos, labios y glúteos. ¡Con una excepción! Un doctor realiza, por un módico precio, el alargamiento de pene. Mira por dónde, también estos doctores, con nombres de hombre al igual que los futurólogos, brujos y videntes. Se ve que la capacidad de sanar y arreglar el mundo es exclusiva masculina o… quizá… ¡mejor no lo escribo!
Relax y copas tiene su aquel. Aquí cambiamos el género, la mayoría de locales que ofrecen este servicio optan por nombres de mujer o de ciudades míticas. Así a lo fino, copas con Lola, el chalet de Jennifer, disfruta Las Vegas, siente París. Masajes y otros divertimentos muy específicos. Yo considero más necesario para mi relax una marinera y una caña en cualquier bar de la ciudad. Cuestión de gustos.
Los panfletos de compra y vende son de los más atrayentes. Antes de que contactes con ellos, ya tienen una lista de compradores o vendedores exclusivos para ti.
Si me vengo arriba, vendo mi casa, mi coche y, si aprieto, mis gafas, mi ordenador, mi frigorífico, mis zapatos, etc. Y me veo con dos bicicletas estáticas, tres colchones fabulosos, un juego de baúles y maleta, tres contratos de Wifi y media docena de jamones en su punto. Todo tiene precio y todo es susceptible de compra y venta. Efectivamente y poco más que decir.
A estas alturas me pregunto que si vendo mi casa por el ansia de obtener un beneficio, tendré que comprar otra, ya veremos donde se queda ese beneficio. Sobre todo, por la de metros que tiene que tener la nueva para meter el ejército de bicicletas, colchones, maletas y jamones.
Los panfletos de academias tienen un componente estacional claro. Proliferan en Septiembre y, en Abril, hacen otra batida para aquellos que empiezan con: “Puf, me van a quedar ocho”.
Su mejor frase para atraerte es el altísimo porcentaje de éxito en oposiciones, EBAU y otras pruebas con letras, C1, B2 y cosas así y en tiempo récord. Se ve que aprendes inglés solo con darte un cabezazo contra la pared, cuando despiertas de la conmoción, parloteas el idioma de la Pérfida Albión cual nativo.
Desde que me ha dado por prestarle atención a estos papelitos, muchos videntes han pasado de burdas fotocopias recortadas a papel satinado a todo color. Eso sí, los auténticos, los verdaderos, los expertos.
Debe irles bien el negocio.