Miércoles, 10 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEntre todos la mataron y ella sola se murió
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Lucio Fernández

Entre todos la mataron y ella sola se murió

 

Nos encontramos en una revolución en temas de RSC… o de Sostenibilidad, ya no sé cómo llamarlo.

 

Una vorágine de normativas, leyes, directivas europeas, recomendaciones y buenas prácticas nos invade. Desde la Directiva CSRD hasta los marcos como los ODS, el GRI o el ESG, la agenda de sostenibilidad corporativa parece inabarcable. Y esto no afecta solo a las grandes organizaciones, sino que impacta directamente también en las pequeñas y medianas empresas, que suponen más del 99% del tejido empresarial en países como España, según datos del ministerio de Industria, Comercio y Turismo.

 

Es evidente que la regulación, hasta cierto punto, es necesaria. De lo contrario, esto sería un descontrol absoluto y muchas empresas pasarían de largo porque “esto no va con ellas”. ¡Qué equivocados están! Sin embargo, sigo pensando que no vamos en el camino correcto.

 

Se regula para todos, sí, pero la realidad es que la sostenibilidad empresarial sólo es accesible para unos pocos. Me explico. Si tuviéramos la capacidad de preguntar a todas las empresas -pequeñas, medianas y grandes- qué entienden por RSC, posiblemente nos encontraríamos con diferencias notables. Diferencias que afectan a su valor más esencial: aportar valor a la organización a través del cuidado del entorno y sus grupos de interés.

 

Porque sí, la RSC es un CÓMO para conseguir un QUÉ. Donde el QUÉ es la rentabilidad, la sostenibilidad del negocio en el tiempo. Y el CÓMO es la forma en que obtengo ese beneficio: respetando a las personas, al planeta y a las reglas del juego. En otras palabras, hacer las cosas bien con tus empleados, clientes, proveedores, socios o la comunidad, tiene premio.

 

El informe Global ESG Survey 2023 de PwC lo deja claro: el 94% de los inversores cree que las empresas deben incorporar factores ESG en su estrategia corporativa, y un 79% estaría dispuesto a retirarse de empresas que no actúen en consecuencia. La sostenibilidad, por tanto, ya no es una opción. Es una exigencia del mercado, de los consumidores, de los propios empleados… y, cada vez más, de los reguladores.

 

Pero, ¿no tienes la sensación de que vamos a dos velocidades? Las grandes empresas a una gran velocidad… y el resto, ¡ay el resto!

 

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Es como si las primeras fueran ciclistas profesionales, con bicicletas de última generación, equipo técnico y entrenadores de élite. Y las pequeñas y medianas hubieran aprendido a montar en bici hace poco, sin casco, sin mapa y cuesta arriba. Cuanto más tiempo pasa, mayor es la distancia. No se trata solo de tamaño, sino de acceso: a conocimiento, a recursos, a acompañamiento.

 

Debemos reiniciar. Empezar por el principio. Estamos construyendo la casa por el tejado. Es cierto que se ha avanzado mucho, pero también que se ha sofisticado más rápido de lo que se ha interiorizado. Y eso es peligroso. Porque si no entendemos lo esencial, el resto no sirve.

 

Y lo esencial es que la RSC no es donar dinero en Navidad ni plantar un árbol el Día del Medio Ambiente (aunque eso también sea necesario). RSC es dirigir tu estrategia empresarial hacia la mejora del entorno, y no como un añadido, sino como parte del core de negocio.

 

Según el Estudio sobre la Evolución de la RSE en la Empresa Española elaborado por el Observatorio de RSC, muchas pymes aún entienden la RSE como una acción puntual o cosmética. Y eso no es sostenible. No desde el punto de vista económico, ni ambiental, ni social. Porque cuando una empresa mejora el entorno en el que opera, mejora también sus resultados, su reputación y su resiliencia.

 

O hacemos ese giro, o podemos vernos en una situación en la que la RSC termine agotándose, desdibujada entre burocracia y discursos desconectados de la realidad empresarial. Sería una tragedia que, por querer correr demasiado, terminemos matando la idea más poderosa del management moderno: que se puede —y se debe— ganar haciendo el bien.

 

“Entre todos la mataron y ella sola se murió”. No dejemos que la sostenibilidad corporativa se convierta en un cadáver de buenas intenciones. Es hora de hacer menos postureo y más propósito.

 

Linkedin: Lucio Fernández

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