La coincidencia
La semana pasada, justo después de un momento de tranquilidad en casa, se me vino la imagen de mi amiga Carmencita de Galicia, concretamente ella es de un pequeño pueblo llamado Cariño. La conocí hace muchos años en un albergue universitario de la ciudad de Toronto. Desde entonces y hasta la fecha, no hemos perdido el contacto e incluso nos hemos visitado y hemos estado presentes en distintos momentos significativos de nuestras vidas.
Sin embargo, cada uno ocupado en sus mil quehaceres, sigue su propio camino y pese al afecto mutuo que nos profesamos, llevábamos mucho tiempo sin compartir una conversación siquiera telefónica.
Por eso, me sorprendió el pensamiento que me acercó a mi amiga, puesto que aparentemente no había una razón que lo motivara.
No obstante, cogí el móvil y le mandé un audio en el que simplemente le manifestaba que estaba pensando en ella y mis deseos de un próximo encuentro.
Minutos más tarde recibí su llamada. Tras los saludos de rigor, me contó que precisamente ella, instantes antes de que le mandara el WhatsApp también me había tenido en su pensamiento y me dijo que obviamente, tal sincronía quería celebrarla conmigo.
Son de esas casualidades que tiene la vida que te producen mucha alegría y que te impulsan a retomar el camino. Es como si a veces la propia existencia te marcara los pasos.
La vida está llena de coincidencias, todos hemos tenido unas cuantas. Puede tratarse de los estudios que cursamos, el trabajo que escogimos o incluso la pareja con la que compartimos el camino. Obviamente que hay coincidencias afortunadas y otras que no lo son.
Hay quien tiene suerte y quien no la tiene y el destino se ceba poniéndole piedras en el camino una y otra vez. Por el contrario, conozco a otros que la suerte le ha acompañado toda la vida y que por más que te sorprenda, se lo merezcan o no, nunca los abandona. Es como si nuestros designios vinieran preestablecidos y no hubiera forma de separarse de ellos.
Sin embargo, yo soy más de la célebre frase de Paulo Cohelo en su obra 'El Alquimista': “Cuando una persona desea realmente algo, el universo entero conspira para que pueda realizar su sueño".
El deseo es un sentimiento muy poderoso que nos impulsa a buscar o poseer algo y con él, llega el esfuerzo que es el verdadero motor de la vida, sin esfuerzo ni siquiera los que tienen mucha suerte triunfan. Ya decía Sócrates que “el éxito depende del esfuerzo” por eso, muchos de mi generación hemos oído a nuestros padres (y lo hemos visto en sus vidas) que quién se esfuerza prospera y tratamos de transmitir esa reflexión a nuestros hijos.
Pero la sociedad actual parece que tenga alergia al esfuerzo, basta recordar que somos uno de los países con mayor paro de la Unión Europea y sin embargo nos vemos obligados a contratar inmigrantes porque no hay españoles que hagan determinados trabajos. Como dice mi hijo, los tiempos fáciles traen personas acomodadas…pero este tema da para un nuevo artículo.
Lo cierto es que he comenzado este comentario festejando una coincidencia y así quiero cerrarlo.
Pienso que cuando existe una relación verdadera de amistad, el universo posee un pegamento especial que te une para siempre y que impide la escisión, por muchos kilómetros que te separe, así que quizá no haya sido una simple feliz coincidencia, y se trate más bien de una conexión que sigue vigente por el afecto mutuo que nos tenemos o quizá ¿quién sabe? se trate de las meigas porque como dicen allí 'Eu non creo nas meigas, mais habelas, hainas'.
Linkedin: Gabriel Vivancos