Martes, 09 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNPatadas a la comunicación
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Javier Soto

Patadas a la comunicación

 

La comunicación es uno de los fundamentos del hombre como ser social. El lenguaje es la herramienta esencial para conseguir la comunicación. Si falla el lenguaje es casi seguro que naufrague la comunicación. Desde hace algunos años asistimos a un empobrecimiento del vocabulario, de la semántica y de la sintaxis en casi todos los sectores de la sociedad, hasta el punto de que en numerosas ocasiones se confunden signos de puntuación, conjunciones, palabras o concordancias que pueden cambiar completamente el significado. E, incluso, se llega a los insultos por no saber utilizar los adjetivos que definan a una persona o una actuación determinada.

 

Es muy habitual, por poner ejemplos, ver en las noticias de los canales generalistas rótulos que complementan la información con faltas de ortografía o, como ya es norma, escribir una coma detrás de un cargo que corresponde a muchas personas: el diputado del PSOE, fulanito, etc. En este caso, se está diciendo que hay sólo un diputado de este partido. O a una presentadora de informativos anotar veintiún personas, cuando debería señalar veintiuna personas. ¿Y qué me dicen de protestas por toda la geografía nacional?, cuando debería indicarse por todo el territorio nacional, porque la geografía es la ciencia que trata de la descripción de la Tierra.

 

Los errores llegan hasta el Tribunal Constitucional (si somos almas cándidas que consideramos que no fue intencionado). En la sentencia dictada sobre el recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP contra la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial se afirmaba que la propuesta para el nombramiento de los vocales del Consejo General del Poder Judicial “proceda en todo o en parte del Congreso o del Senado”. Quería esto decir que la propuesta podría llegar por una de las dos cámaras sin que se pronunciara la otra. La corrección sustituye la ‘o’ por la ‘y’ para que tenga que ser aprobada por ambas instituciones.

 

Otro dislate, a mi modo de ver, se produce con el denominado lenguaje inclusivo. Si mencionamos a todas las personas por su género: niños y niñas, hombres y mujeres, diputados y diputadas, ingenieros e ingenieras, ¿sería periodistos y periodistas?, ¿sería palmeros y palmeras de la isla canaria?, porque palmeras también son unos árboles. Es todo lo contrario a la economía del lenguaje a la que se tiende. Y si no que se lo digan a los murcianos, los andaluces y los extremeños, que omiten la ‘s’ final alargando la última vocal con un sonido distinto al de la misma letra situada en otro lugar de la palabra. Esto, incluso, puede enriquecer el lenguaje. Pero como ejemplo más palmario de economía y belleza del lenguaje es necesario citar al escritor mexicano Juan Rulfo con su magnífico libro ‘Pedro Páramo’, en el que no se puede decir lo mismo con menos palabras de las que utiliza.

 

¿Y si trasladamos el lenguaje inclusivo a la poesía? Leamos en voz alta el poema de Antonio Machado:

 

“caminante y caminanta, son tus huellas el camino y nada más; caminante y caminanta, no hay camino, se hace camino al andar”.

 

El ritmo del poema se pierde por completo y el ritmo en poesía resalta la belleza de los versos. Qué dirían los bardos, aquellos poetas cantores que en la antigüedad narraban historias épicas de forma oral, memorizadas de generación en generación, que podían durar horas o días. Acariciaban las palabras y escogían las más hermosas para encandilar a su auditorio. Y eso es un arte. El lenguaje inclusivo las hubiera destrozado.

La conservación y el embellecimiento del lenguaje, que tiene sus normas justificadas científicamente, no sólo mejora la comunicación, sino que puede aplacar mentes explosivas.

 

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