Dejarse los cuernos, diplomáticamente hablando
Estaba la otra noche ya casi a punto de dormir, oyendo la radio y estableciendo un mapa entrañablemente irrealizable de actividades para mi inminente jubilación, cuando oí que habían nombrado –ascendido a los cielos, diría yo- a Ximo Puig embajador de España en la OCDE, esto es, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, con sede en París.
Pensé que esto de la carrera diplomática, que precisa superar unas duras oposiciones, dominar varios idiomas y terminar brillantemente la estancia en la Escuela Diplomática, era una rama del servicio público de acceso muy restringido. Pero caí en que Puig, expresidente de la Generalitat Valenciana y secretario general del PSPV, era periodista de profesión, y político en activo, hasta que al perder las elecciones en su tierra, lo emplazaron en el Senado.
Cámara Alta de la que a su vez ha dimitido –sin crear por ello, aparentemente ninguna fractura institucional de gravedad, ni de levedad– ha dimitido, digo, para irse de embajador de España ante este organismo internacional. Por estos caprichos del destino percibirá 130.000 euros al año, coche, casa, y gastos pagados en la capital del Sena.
Cómo me desvelé un poco, me vino a la cabeza el sr. Iceta, que otrora fuese ministro de Cultura y Deporte y también de Política Territorial y Función Pública, unas áreas potentes de la acción de gobierno, que se le encargaron a este señor. Que lo mismo optó en su juventud por las Ciencias Químicas, como por las Ciencias Económicas, con idéntico resultado: ninguno.
Tras una no dilatada, sino lo siguiente, trayectoria esta vez en los socialistas catalanes, es elevado a la categoría de embajador jefe de la Delegación Permanente de España ante la UNESCO , que tiene su sede... pues también en Paris, donde el amigo Puig. En este caso, el amigo Iceta, nuestro embajador, alcanzaría una retribución próxima a los 140.000 euros anuales, más el kit que va de serie: coche, casa, y gastos.
El caso es que me desperté del todo –y tras acordarme también del caso de Héctor Gómez en la ONU- pensé en alguno de los opositores a la carrera diplomática que, en un rasgo de naturalidad poco frecuente para los modos de la carriére , dijera: “estamos dejándonos aquí los cuernos, para que estos se coloquen”.
Y tendría razón.
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