Por registro
Cuando por fin, después de interminables noches de trabajo arduo, sale un estudiante de arquitectura de la escuela española, bajo su brazo un brillante Proyecto Fin de Carrera que versa sobre conceptos de sublime complejidad y sutileza, con formas paramétricamente generadas usando Rhino o Grasshopper, con descripciones textuales de una acrobacia gramática y dialéctica asombrosa, con unas presentaciones cuatridimensionales a la última moda, y habiendo convencido al cuerpo docente de sus capacidades de manejo del design language, poca idea tiene de lo que le espera a la vuelta a su ciudad natal, Murcia.
El ayuntamiento de Murcia tarda una media de año y medio en conceder una licencia urbanística. Qué disparate
Monta el estudio en una habitación de la casa materna, se compra un portátil de última generación, y obtiene su primer encargo, el de una vivienda unifamiliar en una parcela en una urbanización conocida. ¡Una oportunidad de dejar su huella sobre la ciudad! Se reúne con los clientes múltiples veces, afina el diseño, y rápidamente produce un Proyecto Básico que da una respuesta innovadora y brillante a las necesidades de su cliente. Frotándose las manos con anticipación, lo visa corriendo y lo envía por sede electrónica a Urbanismo para obtener la Licencia de Obra Mayor, necesaria para empezar a construir.
Pasan unas semanas sin respuesta. Decide acercarse para preguntar cómo va lo suyo. Nadie sabe nada. El técnico le mira con cierta pena desde detrás de sus gafas y el metacrilato, porque lo único que sabe es que no sabe nada. Y la espera continúa. Y continúa…
El tiempo para obtener licencias urbanísticas en los distintos municipios de la Región varía mucho. Urbanismo, incluso en las poblaciones más chicas, se ve obligado a producir escritos largos, ofuscantes y en gran medida totalmente innecesarios en respuesta a cualquier proyecto que le llega. La última vez que miré, Urbanismo en Murcia tardaba 17 meses de media en otorgar una licencia urbanística. Casi año y medio.
Sin ánimo de parecer quejica, que no lo soy, creo que esto es un total disparate. Para el promotor de una vivienda unifamiliar, puede significar la diferencia entre poder acabar la obra o no, dependiendo de cuánto le está costando el mes de alquiler, y en cuanto han subido los costes de construcción.
Para la pequeña empresa que necesita ampliar sus instalaciones de una manera urgente por un crecimiento repentino e inesperado, puede significar un retraso mortal.
Y para nuestro arquitecto recién licenciado, significa estar en un limbo muy incómodo. Por muchas veces que acuda a Urbanismo, no recibe ninguna información sobre el estado del expediente. Tampoco puede ofrecer respuesta útil a las preguntas continuas del promotor de la vivienda, que ahora le empieza a mirar de reojo.
La extrema, hermética lentitud de Urbanismo en Murcia, Molina de Segura o Cehegín ha sido, y es, objeto de escrutinio. No es intención de nadie que la administración perjudique a sus ciudadanos, en vez de darles protección y seguridad. De vez en cuando se organizan reuniones técnicas de asesoramiento al profesional, workshops para que aprendamos los arquitectos a adaptar la documentación a lo que necesita Urbanismo. Como si el problema residiera en el Arquitecto, y no con la administración, vaya.
Surgen preguntas: ¿No será que Urbanismo se mete donde no debe? ¿No es el sello de visado de los propios Colegios de Arquitectos, preceptivo en cada proyecto? ¿Es necesario que un Ayuntamiento compruebe la adaptación o no de un proyecto al Código Técnico de la Construcción? En caso de problemas, ¿no responde el seguro de cada profesional?
Es 2039. Quince años han pasado. Nuestro brillante estudiante ha sacado unas oposiciones, y está sentado en una mesa de Abenarabi, poniendo pegas a los proyectos de sus sucesores de la escuela. Tiene un sueldo fijo, catorce pagas, y nadie le requiere nada. Tiene mucho cuidado en todo, y siempre pone reparos, porque dar visto bueno es una acción arriesgada.