Jueves, 11 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNPrimavera de terremotos
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Alberto Castillo

Primavera de terremotos


El siglo XIX fue catastrófico para Murcia pues, a la invasión napoleónica y sus graves consecuencias, siguieron riadas, epidemias, hambre, mortandad y terremotos sin olvidar los años de conflictividad política y enfrentamientos entre absolutistas y liberales auspiciadas por el rey Fernando VII, el peor monarca que ha habido en la historia de España con diferencia, pues después de haber jurado la Constitución de 1812 promulgada por las Cortes de Cádiz  (La Pepa) persiguió a los diputados firmantes a los que incluso condenó a muerte qué cumplió en muchos casos. Los liberales eran perseguidos, encarcelados y juzgados sin garantía alguna. Todos los constitucionalistas ponían en peligro su vida por el mero hecho de ser partidarios de aquella Carta Magna. El 'antiguo Reino de Murcia', denominación que se mantuvo hasta 1834, no iba a ser menos y los enfrentamientos entre unos y otros fueron especialmente virulentos en nuestras ciudades y pueblos.

 

La vuelta del absolutismo trajo consigo la vuelta a la represión política de los liberales. Se creó por parte del Rey la policía política, se ahorcó a Rafael Riego y otra nueva oleada de exiliados salió del país. Los militares liberales volvieron a recurrir a las sociedades secretas, las conspiraciones y los pronunciamientos, que de nuevo se saldaron con fracasos y ejecuciones entre otros de 'El Empecinado', Torrijos fusilado en las playas de Málaga o Mariana Pineda.

 

Con este panorama social y político, Murcia, se tuvo que enfrentar a la fuerza desatada de la naturaleza pues a lo largo de aquel siglo los terremotos, en muchos casos devastadores, hicieron acto de presencia en todo el Sureste de la península Ibérica y fue este viejo reino uno de los más afectados. Para nadie es un secreto, y menos hoy en día que, nuestra Región, está situada sobre uno de los triángulos sísmicos más peligrosos de la vieja piel de toro, e incluso de Europa, y ello ha propiciado a lo largo de los años numerosos terremotos que, con mayor o menor virulencia, han destruido la ciudad y en algunos casos se han cobrado numerosas vidas humanas.

 

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Es imposible saber, hoy, la magnitud de los terremotos de aquel siglo y ni tan siquiera su zona epicentral pues, la conocida como 'escala de Richter', fue desarrollada por Charles Francis Richter con la colaboración de Beno Gutenberg en 1935, ambos eran investigadores del célebre Instituto de Tecnología de California en EEUU. Por tanto, podemos conocer, y conocemos, sus consecuencias devastadoras reflejadas de manera concisa en las actas capitulares y en las del Concejo. Por esos testimonios podemos hacernos una ligera idea de la magnitud que aquellos seísmos pudieron alcanzar a lo largo del siglo XIX y por supuesto, a tenor de sus consecuencias, asegurar que tuvieron una magnitud muy elevada. 

 

Como vamos a comprobar, a continuación, fue en la primavera del año 1829 cuando este viejo reino sufrió los mayores terremotos y sus graves consecuencias.

 

El primero de ellos se registró el sábado 21 de marzo en la provincia de Alicante. Fue el tristemente conocido como 'terremoto de Torrevieja', que sacudió la Vega Baja causando 389 muertos y destruyendo 1895 casas. Aquel poblado marinero fue, literalmente, tragado por las aguas del Mediterráneo, la actual Torrevieja no está en el emplazamiento primitivo que tuvo siglos pasados, y destruyó también Almoradí cuyo núcleo urbano quedó arrasado causando numerosos muertos. Benferri, San Miguel de Salinas, Callosa del Segura, Redován y Orihuela, fueron otras de las poblaciones donde el terremoto tuvo devastadoras consecuencias y, por supuesto, Murcia no se libró de aquel desastre. Hay constancia de graves daños en torres y campanarios, edificios de antigua construcción, palacios, ermitas y conventos. Pero los daños producidos por aquel “Terremoto de Torrevieja” fueron inferiores a los que sufriría la ciudad menos de un mes después aun sin reponerse de este movimiento sísmico que hemos recordado.

 

[Img #4650]A raíz del terremoto del mes de marzo el miedo fue una constante y centenares de murcianos abandonaron la ciudad buscando albergues provisionales en la huerta o el campo. Instalándose, incluso, al raso protegidos únicamente por mantas, sabanas y lonas con las que formaban rústicas tiendas de campaña. Transcurridos unos días después de aquello, los ciudadanos, volvieron a sus hogares y quehaceres diarios sin sospechar lo que iba suceder apenas unos días más tarde. El terremoto más fuerte e intenso, según las actas, ocurrió el 18 de abril. Por cierto, que era Sábado Santo.

 

Se registró, según los documentos del Concejo, a las nueve y media de la mañana. Produjo enormes daños en los edificios públicos y en numerosas casas particulares que se vieron seriamente dañadas. Derribó la torre de Santa Catalina. Este templo murciano tenía dos torres gemelas y, en la actualidad, solo cuenta con una pues la otra la derribó el terremoto y jamás sé volvió a construir. Destruyó también uno de los templetes del llamado 'puente de piedra', actualmente puente de los Peligros, con la efigie del Ángel Custodio. El otro templete fue derribado por los graves daños sufridos. Cayeron y se destruyeron varias estatuas del imafronte catedralicio.

 

Se resintieron y dañaron todos los campanarios de la ciudad por lo que el Obispo prohibió el volteo de campanas, incluso en la torre de la Catedral, por el peligro que suponía. Varías de las campanas cayeron a tierra con el consiguiente riesgo para los ciudadanos. Dado que, los seísmos, se repitieron a lo largo de todo el mes de abril el Concejo mandó instalar barracones de auxilio a lo largo de todo el Malecón y en otros lugares despejados fuera de la ciudad y que sirvieran de refugio y cobijo de las familias que lo habían perdido todo o tenían sus casas en ruinas. Se reunió en varias ocasiones la llamada “Junta de Socorro de Autoridades” y se dispuso que las dependencias públicas se trasladasen donde se creyera más oportuno a sus respectivos jefes dado que, los edificios públicos, habían quedado seriamente dañados. Y en aquellos momentos de angustia y dolor es cuando tenían que dar más apoyo a los murcianos. El Ayuntamiento ocupó las “casetas de la plaza del Mercado” (Plaza de Santo Domingo) El Rey envió a Murcia, con carácter de urgencia, “dineros y socorro” Se crearon rondas para vigilar de noche la ciudad cuyas casas, en su mayoría, habían quedado abandonadas. Hubo saqueos y numerosos robos sobre todo en palacios, iglesias y conventos. Aquellas rondas tuvieron que emplearse a fondo para evitar males mayores especialmente por las noches. Se hicieron numerosas rogativas y se sacaron en procesión las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno (de la Cofradía del mismo nombre) y así mismo se trajo desde el Santuario a la Catedral la imagen de nuestra Patrona, la Virgen de la Fuensanta. Por último, significar que el Intendente de la ciudad promulgó una orden para que se dejasen abiertas las puertas y portillos de la ciudad a todas horas, incluso por la noche, a fin de que, caso de repetirse los terremotos, los murcianos pudieran huir hacia la huerta o el campo.

 

Pero los terremotos, por desgracia para los murcianos, continuaron a lo largo de todo el siglo XIX siendo, como hemos dicho al principio, el de la mayor actividad sísmica en la historia de esta comunidad.

 

El 31 de octubre de 1837, de nuevo la ciudad de Murcia, sufría un fuerte temblor de ocho segundos, que comenzó a la una y cincuenta y ocho minutos. Causó numerosos daños en edificaciones de la ciudad.  Los siguientes seísmos en Murcia tenían lugar en 1845 y 1846. En1849 se producía, tras abundantes lluvias y una gran riada, otro fuerte terremoto con gran ruido precursor y fuertes oscilaciones en todas las construcciones. De nuevo el imafronte catedralicio quedó seriamente dañado.

 

Pero esto ya es otra historia….

 

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