Sábado, 13 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNPinceladas viajeras
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Patricia López Haas

Pinceladas viajeras

 

Qué significa viajar. Me gusta reflexionar sobre todo lo que acontece a mi alrededor. A veces me gustaría ser menos crítica y dejarme llevar por la vida sin tanto análisis. Pero no puedo. Mientras escribo me aparecen como fondo de pantalla predeterminado un sinfín de imágenes de campos y mares. Son paisajes solitarios, verdes y bucólicos con ricos pastos. A saber…

 

Este tema es infinito. Hablo de viajes, no de estancias prolongadas, que es sin lugar dudas la mejor forma de conocer un país. En estas “Letras encadenadas” daré unas simpáticas pinceladas sobre la cuestión, que en absoluto pretenden ser ofensivas o determinantes, porque yo también ocupo espacio cuando viajo.

 

El ocio sirve para huir de la rutina y es, además, una fuente de divisas de especial relevancia para cualquier país. Lo que no me gusta es el concepto actual de ciudad-espectáculo, orientada al turista y convertida en parque temático, porque es la mejor forma de que esta pierda su identidad, su idiosincrasia. Observar cómo viven los locales, visitar sus museos, perderte por sus calles, entrar en los comercios locales, en definitiva, observar su cultura o por lo menos ver su día a día, es algo cada vez más difícil de hacer en un mundo globalizado.

 

Cada cual viaja de acuerdo a sus circunstancias, y todas son válidas, porque de lo que se trata es de desconectar de la rutina y de ver paraísos soñados. Está el viajero solitario, los que van con amigos, a visitar a la familia, a un evento, por trabajo y los que van en grupos organizados. Esta modalidad no es muy apreciada por algunos sectores, pero lo cierto es que se trata de una forma cómoda y segura de salir al extranjero, y de visitar según qué países. Tampoco olvidemos que organizar un viaje es un trabajo. Si en el XIX Thomas Cook marcó el punto de inflexión organizando viajes, en el XX la gran revolución fueron los vuelos low cost. En la actualidad son las redes sociales las que han contribuido de manera significativa a la hora de popularizar ciertos destinos. Hay pueblos saturados por obra y gracia de los instagramers para desesperación de sus vecinos, que no siempre obtienen beneficio más allá de ver su casa o una esquina instagrameable publicada en redes hasta el aburrimiento. En un pueblo suizo llegaron al extremo de prohibir las fotos.

 

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Y qué decir de las colas para entrar en ciertas exposiciones. Añoro ese tiempo en el que llegabas y accedías a cualquiera de ellas sin haber sacado tu entrada online. Tenías margen para la improvisación, que ya no existe.

 

Los viajes siempre han tenido su punto de incomodidad, algo que el low cost se ha encargado de incrementar. Hubo un tiempo en el que los aviones eran sitios elegantes en los que viajaban lo más selecto de la sociedad internacional, ahora chanclas y bañadores se mueven con soltura por los aeropuertos del mundo. Pero es que el negocio está ahí, en ofrecer más vuelos y más destinos para más turistas o viajeros. Al igual que hay hoteles baratos, siempre han existido las pensiones, pues también hay transportes económicos acorde con los nuevos tiempos. Que cada cual viaje como pueda. Lo importante es elegir bien el destino y la temporada.

 

No he hecho más que un viaje organizado en mi vida y fue a Alemania, bueno, dos, pero el de Estados unidos no cuenta porque era un congreso médico. Después del décimo día y miles de kilómetros recorridos desde el norte hasta el sur de Alemania, desde el Báltico hasta la rica Baviera, mi cuerpo ya no daba para más después de tantos madrugones, esperas y maratones por ciudades. Lo más curioso no fue ni el castillo de Neuschwanstein, ni la modernidad de Berlín, sino el viaje como observatorio sociológico. Fui testigo de cómo las especialidades gastronómicas locales se convertían en objeto de la crítica más feroz por parte de algunos miembros del grupo, que pagaban sus frustraciones con unos sencillos knödel, albóndigas alemanas hechas a base de patata. Los platos regresaban intactos a la cocina, algo que a mi tía le daba mucho “coraje”. Al final parece que lo de cada uno es lo mejor, tal vez, es posible, no digo que no, pero viajar también implica comer otras variedades. Eso es cultura también. Yo me reí mucho y disfruté lo que pude.

 

Recuerdo que, en Frankfurt, nos sentamos en la primera fila del autobús para nuestra alegría, pues bien, dos paradas técnicas después eso se acabó. Alguien comentó que había que ir rotando. Algo del todo inexacto ya que nos mantuvimos en la última hasta el fin del viaje. Más risas. Esto es digno de estudio.

 

Ahora salto a Viena donde pasé un fantástico mes, y sigo con mi análisis social. Esta ciudad merecería uno o varios artículos. Es bella, intensa, imperial, musical, palaciega y mucho más. Se respira arte en cualquier esquina, al igual que en la coqueta Salzburgo, una pequeña joya que cuenta con un festival de música de fama internacional, en el que su ciudadano más ilustre, Mozart, es protagonista. Palacios, jardines, flores, montañas y una gran fortaleza completan un sitio de cuento. Los trenes que te llevan hasta allí son fabulosos y silenciosos, excepto si te cruzas con una alegre familia gaditana que te ameniza el trayecto con música de lo más cañí viniendo de la ciudad de Mozart. Y ya de paso me entero que tienen preparado un “sisitour” para el día siguiente. ¿Sisitour? Me tuve que reír, los pasajeros susurraban Sie sprechen Spanich (hablan español) Y yo me hice la sueca claro.

 

Lo importante es saber qué esperas del destino en cuestión, aparte de hacerte la foto, que eso lo hacemos todos, descansar, salir de la rutina, ver arte, paisajes o playas, hacer alguna compra y probar comida diferente. Lo que cada cual demande. Y elegir bien a los compañeros de viaje. Tengo amigas que viajan solas, en este caso el nivel de socialización es mayor que cuando vas con familia o amigos. También creo que cuanto más viajas, más necesitas salir fuera, y a la inversa. Pero si algo te traes de los viajes son las risas y las experiencias vividas. Esas que te sacan una sonrisa o una carcajada cuando las recuerdas, porque “turistadas” las hacemos todos, y yo la primera. Viajemos pues.

 

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