
Las urnas hablaron este domingo en Cataluña y el PSC de Salvador Illa ganó las autonómicas, pero sin una mayoría suficiente para gobernar… y con unos acuerdos difíciles de alcanzar. La solución se presenta diabólica.
El Partido Socialista Catalán alcanzó los 42 escaños, nueve más; en tanto los electores castigaron a los republicados de Pere Aragonés (ERC) y le quitaron trece diputados en el Parlament dejándole en 20. El propio Aragonés, aún presidente en funciones, anunciaba este lunes que abandona la política y no recogerá siquiera su acta de diputado.
Los antiguos convergentes, hoy Junts, de Carles Puigdemont subieron tres y firmó 35. Precisamente Puigdemont, desde su ‘exilio’ en el sur de Francia, advertía hoy a Pedro Sánchez de que la “estabilidad” del Gobierno nacional solo estaría garantizara si el PSC de Illa se abstiene y facilita la vuelta del prófugo al palacio de la Generalitat.
El PP ha multiplicado por cinco su presencia en el parlamento catalán y subía de tres a quince escaños, situándose como cuarta fuerza política. También en la derecha, Vox mantiene sus 11 diputados y aparece en escena la Aliança ultranacionalista con dos diputados.
En el resto de fuerzas del bloque separatista, los Comuns pierden dos escaños y se quedan con seis; y la CUP aún pierde más y baja de nueve a cinco.
Ciudadanos desparece del Parlamento catalán.
Ni la suma de los diputados del bloque constitucionalista y del bloque separatista y partidaria de reanudar el procès otorga una mayoría absoluta para investir a un presidente en primera vuelta. De ahí que las estrategias estén más abiertas que nunca: Junt, ERC y la CUP contarían con 59 votos; en tanto en el otro lado, PSC más PP y Comuns serían 57.
Todo depende ahora de la preferencia de ERC que, al igual que Junt, son socios de Pedro Sánchez en el Congreso.