¿No nos importan los datos, nos importa el relato?
Vivimos tiempos en los que nuestra visión sobre los hechos y de la realidad que nos rodea están más condicionados por los relatos que por los datos. Actualmente, muchas de nuestras ideas, pensamientos y opiniones no se construyen sobre la base de nuestras propias vivencias o por nuestras reflexiones personales, sino por relatos sobre esos hechos. En ocasiones, estos relatos, ya sean propios o de terceros, también condicionan nuestros pensamientos y comportamientos.
Si partimos de esta constatación, y somos conscientes de la influencia de los relatos sobre nosotros, debemos preguntarnos ¿Quién domina el relato? ¿Somos nosotros o son otros? y si fuese de terceros el relato y queremos cambiarlo, la pregunta clave sería: ¿Somos capaces de construir un contrarrelato que transforme nuestros pensamientos y comportamientos?
Cuando tuvimos que responder a estas preguntas como organización, también nos llegamos a preguntar: ¿Quiénes fabrican los discursos imperantes sobre la inmigración? ¿Con qué objetivos? ¿Quiénes tienen la capacidad de transmitirlos?
Las narrativas y relatos que actualmente se están construyendo en torno a la inmigración y a las personas inmigrantes lo hacen partiendo de un imaginario y un lenguaje basados en el miedo. Las narrativas migratorias que se pueden oír en nuestro día a día, en las conversaciones en una cafetería, en el centro de salud, en el autobús, en la puerta del colegio, etc. no se corresponden con análisis de evidencias basadas en datos, ni con las vivencias personales.
Estos relatos basados en el miedo y el odio también se pueden oír en los espacios institucionales, en los políticos y en los sociales. Por ejemplo, si nos aproximamos al barómetro del mes de marzo de 2024 del Centro de Investigaciones Sociológicas, cuando se pregunta a la ciudadanía española por la percepción de los principales problemas que tiene nuestro país, la inmigración es citada como uno de los tres principales problemas que afrontamos como sociedad por el 10,4% de los españoles, increíblemente por encima de la sanidad, la vivienda, la educación, el cambio climático, las desigualdades o la calidad de los servicios públicos, entre otros muchos asuntos. Mientras que el racismo es identificado entre los tres principales problemas solo por el 0,3% de españoles. Sin embargo, cuando el CIS pregunta por los principales problemas que nos afectan a nivel personal, en nuestra vida cotidiana, la inmigración baja en su consideración como uno de los tres principales problemas hasta el 3,1%.
Son datos que nos vienen a dibujar una clara diferencia entre la percepción de los problemas, las evidencias de los datos y las vivencias personales de los mismos, dejando claro que la percepción de la inmigración y de las personas inmigrantes, como un problema, es una construcción mental a través de los relatos y los discursos intencionados que llegan a la ciudadanía a través de diversos medios, incrementando el miedo, la xenofobia y el racismo.
Por el contrario, los datos objetivos nos indican el importante impacto positivo que está teniendo la inmigración y las personas inmigrantes en la demografía de nuestro país, incidiendo claramente sobre el incremento de la población en edad activa, sobre la reducción de la tasa de natalidad española, sobre la tendencia al envejecimiento y sobre la despoblación en la España rural. Datos nos indican que la sostenibilidad a presente y a futuro de nuestro sistema de pensiones depende del incremento de población en edad activa que aporta la inmigración en nuestro país, mitigando la tendencia al envejecimiento. Incluso el Banco de España, en su reciente informe anual ha indicado que en las próximas décadas “España necesitará 24 millones de inmigrantes para mantener la relación entre trabajadores y pensionistas”.
Si hablamos en términos laborales, los datos indican que el mercado laboral español en determinados sectores productivos se nutre fundamentalmente de la llegada de personas inmigrantes en edad activa. Se acredita que la inmigración es esencial para sostener empleos en el ámbito de los cuidados, en el sector primario, en la construcción o en hostelería, entre otros sectores productivos, constatando que la inmigración también aporta talento y población activa altamente cualificada en nuevos sectores emergentes de nuestra economía. Desde la anualidad 2002, la población en edad de trabajar nacida en España se ha reducido progresivamente y solo se compensa gracias a la llegada de personas inmigrantes a nuestro país.
La inmigración colabora en hacer posible el progresivo incremento de la tasa de actividad femenina de las españolas, abordando la llamada crisis de los cuidados en nuestro país. En términos exclusivamente fiscales, las personas inmigrantes aportan a nuestro sistema de bienestar en términos de impuestos directos e indirectos, mucho más de lo que reciben, acreditando que las personas inmigrantes no son una carga o un gasto, sino un beneficio.
Los datos, los estudios académicos y las diferentes fuentes objetivas de información tales como la oficina del defensor del pueblo, el INE, Eurostat, el Consejo Económico y Social, los informes, los estudios del Observatorio Social de la Caixa, informes del BBVA, el OBERAXE, entre otros muchos, acreditan el carácter esencial de la inmigración y de las personas inmigrantes para nuestro país. La inmigración es positiva y un factor de riqueza desde el punto de vista demográfico, económico y laboral, pero también lo es a nivel social y cultural, aportando riqueza y valor agregado.
Siendo estos datos ciertos, ¿cómo es posible que la imagen negativa de la inmigración y de las personas inmigrantes se esté extendiendo de la forma que lo está haciendo? Crece la discriminación hacia a las personas inmigrantes, el racismo, la xenofobia, el discurso del odio, el miedo a las diferencias y la hostilidad hacia las personas migrantes. La gran pregunta que nos podemos hacer es: ¿Si necesitamos la inmigración y a las personas inmigrantes desde todos los puntos de vista, por qué la atacamos, la discriminamos, la cuestionamos y evitamos la relación, la comunicación y el encuentro? Sencillamente, es debido a la construcción de una percepción negativa basada en relatos interesados de terceros que se transmiten en mensajes negativos creados a través de informaciones falsas, generalizaciones, clichés y prejuicios. Se trata de relatos lanzados, de forma interesada, desde determinadas posiciones sociales y políticas que solo buscan la confrontación, la fragmentación y el miedo.
Para revertir esta tendencia necesitamos construir una nueva narrativa de la inmigración y de las personas inmigrantes, basándonos en datos, vivencias, evidencias y experiencias de relación, de encuentro y comunicación entre personas de diferentes culturas de origen.
Hay sectores interesados en que predomine el miedo, la desinformación y la confrontación entre españoles e inmigrantes. Una ciudadanía sumergida en la desinformación, en el miedo, es más fácilmente manejable, manipulando su pensamiento y comportamiento. El cambio de esta realidad está en nuestras manos. Endurecer el discurso político antiinmigración puede dar votos a corto plazo, pero nos traerá graves problemas de convivencia y cohesión social a toda la sociedad española a medio y a largo plazo. Saquemos la inmigración, y otros asuntos de estado, de la confrontación política partidista. Nuestro presente y futuro dependen en ello.
Otros artículos del mismo autor: