Un coloso solitario tras Las Claras
Seguro que hay mucha gente que ni siquiera ha reparado en esta imagen. Es una de las muchas que resultan sorprendentes por el curioso contraste entre la modernidad mal entendida y la historia. Si eres una persona curiosa que se fija en las flores, en el mobiliario urbano, en la altura de los edificios, en su estructura y hasta en el tipo de techumbre, entonces puedes pasarlo mal.
En mi infancia, los árboles, las palmeras, el mar y mis cuentos llenaban de color mi imaginación, en ella todo guardaba armonía, hasta que un día observas que lo que tienes alrededor es fruto de la improvisación propia de los países mediterráneos. Hablo de urbanismo. No trato de hacer un análisis exhaustivo de la zona ni de tocar un tema que daría para escribir un libro, sencillamente muestro lo que hay. Lo que se ve. Es decir, una inmensa pared de hormigón blanca, cuya fachada está por el otro lado, por la Gran Vía. Y que se quedó tal cual se ve. O eso parece. Tal vez, otro edificio anexo no le hubiera venido mal para tapar esa espalda desnuda y osada que ante nosotros se muestra. Sin pudor. Y que nos enseña sus entrañas. Este edificio es un descarado, ¡si hasta hay ropa tendida! Y ni siquiera nos mira.
Estas consideraciones, que son un poco apresuradas, espero que no afecten de ninguna manera a los vecinos del inmueble, que digo yo que estarán muy bien en sus casas en las que, por cierto, no tengo interés alguno ni a favor ni en contra. Y si me dan un piso en el edificio descarado, pues feliz me lo quedo.
Pero vamos a situarnos un poco en el callejero y en la historia de las dos arterias vecinas. En los años Treinta, la avenida Alfonso X, en la que estoy situada para hacer la foto, empieza a tomar forma. La intención era unir la estación de tren de Zaraiche con la plaza de Santo Domingo, para ello se proyectó un coqueto bulevar con árboles en plena huerta. Por otro lado, la Gran Vía se abría a mitad de los años Cincuenta, aunque estaba en proyecto desde principios del siglo XX. Ella vino a solucionar los problemas de tráfico de una urbe como Murcia que necesitaba ser modernizada. Y a conectar la estación de Zaraiche con la del Carmen. Pienso que la Gran Vía debería de haber sido más homogénea en altura y estructura con los barrios colindantes. Eran otros tiempos, y la Gran Vía representaba una España en pleno desarrollo.
Todo esto está que cuento está muy bien, ya que las ciudades hay que organizarlas y modernizarlas, que se lo digan a Haussmann, artífice de París, cuyo trabajo tuvo que ser de una complejidad de mayor calibre que el de aquí por motivos obvios. Pero todo tiene un precio, y en el caso de Murcia fue el de mermar el patrimonio histórico-artístico de la ciudad. El Paseo Alfonso X el Sabio se llevó por delante en agosto del 36 el palacio del Marqués de los Vélez, que estaba entre el monasterio de Santa Clara la Real y el de Las Anas. La Gran Vía por su parte hizo lo propio con los baños árabes, que se encontraban en la calle Madre de Dios y que estaban protegidos. En el año 53, el alcalde de turno, decidió derribarlos por su cuenta tras unas intensas lluvias que causaron estragos en la ya de por sí débil estructura de unos baños en mal estado de conservación. Lo hizo de noche… En ambos casos se despejaron las vías trazando una línea recta y asunto urbanístico resuelto.
Desde donde estoy veo Las Claras y su museo. Sé que detrás está la Aurora con su callejón, y pienso que, tal vez, estos conjuntos históricos influyeron a la hora de dejar solitaria y sin compañía la parte posterior del edificio. También es posible que esté equivocada y que las circunstancias fueran otras. En la foto tomada al azar durante un concierto de Murcia Tres Culturas se aprecia la belleza del entorno junto a la pared soltera y descarada que busca compañía y cariño.
Es una pena que el hormigón haya invadido y dejado atrapadas las cúpulas de las iglesias, ¡si es que se arrima a todo! A día de hoy, cualquier monumento se restaura y queda espectacular como el ya mencionado conjunto de Las Claras y tantos otros. Esos baños hubieran lucido impecables y vacilones, pero los eliminaron en aras de la modernidad. Lo que sí que me queda claro es que la construcción de los siglos anteriores, con todas sus dificultades y pobreza, era más homogénea y cuidada que la de los Cincuenta. Viandantes, subid la cabeza y hacedle un guiño a este edificio picarón que no tiene culpa de haberse quedado solitario.
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