
Cuando no es el producto, es la maquinaria o los motores, y hasta los cables de cobre. La mayoría de los agricultores duermen en sus casas, pero con la mente puesta en sus explotaciones pensando en qué se pueden encontrar cuando al día siguiente vuelvan a los bancales.
Con la mayoría de la fruta ya recogida de los árboles, pero las hortalizas aún en sus matas, los melones y sandías se han convertido en un objetivo de los ladrones, que tras alguna ‘noche de trabajo’ colocarán las piezas robadas entre vendedores ambulantes sin escrúpulos, pues siempre es más económica la pieza ‘lunera’ que la que tiene la documentación en regla.
En cualquier caso, cuando la fruta escasea, salvo la uva, cuya campaña está en pleno apogeo, estos amigos de lo ajeno han vuelto a una práctica que había caído ligeramente: la de la patada en la puerta en las casetas de riego y en los transformadores.
Herramientas y pequeñas maquinarias, motores o el cobre del cableado están siendo de nuevo los objetos de deseo de los ladrones. En muchos casos, la cuantía económica de los daños causados supera la del material robado. Y hay otro elemento que parece que no asusta a los ‘trabajadores de luna’: el riesgo de electrocución al trajinar de noche y sin apenas conocimiento un material eléctrico siempre dispuesto a soltar una descarga cuando es manipulado sin ningún cuidado.
Tanto las policías locales como la Nacional y la Guardia Civil mantienen dispositivos de vigilancia para evitar estos asaltos tanto en explotaciones agrícolas como en viviendas aisladas del ámbito rural. Sin embargo, la perfecta organización -en ocasiones- de los ladrones, que ya sabe incluso cómo mantener vigilando al vigilante, dificulta su detención. Por eso motivo, también las policías y la Guardia Civil dirigen sus investigaciones hacia los posibles receptores del material robado. Entre tanto, colectivos agrícolas ya están volviendo a barajar la organización de patrullas particulares para hacer noche en los campos.