Miércoles, 10 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNIbadán
  • Buscar
Ernest Berkhout

Ibadán

 

Me voy de viaje a Nigeria de nuevo, esta vez con mi mujer y dos hijos, para visitar a mi padre. Vive en Ibadán (Ibadan en inglés) una ciudad a 160 kilómetros de Lagos tierra adentro, y vive allí desde el año 1966. Esperamos que llegue al año 2026 para poder celebrar sus 60 años en el país, pero no estamos seguro si va a ser posible o no.

 

Llegó con mi madre y cuatro niños pequeños, el 31 de octubre de 1966, desde Nairobi, Kenia. Lo habían buscado desde una casa editorial londinense porque era muy bueno en vender libros. En aquellas fechas la educación de los niños se consideraba primordial para el desarrollo de un país, y fuimos para allá.

 

[Img #5749]La heroína de toda la historia supongo que era mi madre, llegando en el Boeing 707 de PanAm al aeropuerto de Ikeja en Lagos, con cuatro niños de menos de cinco años, con una incertidumbre absoluta y un viaje que debió parecer al corazón de las tinieblas desde la capital de Lagos, cien millas al interior a través de la jungla.

 

A mi madre nunca le gustó Nigeria. Era fina y delicada y de buena familia, a la vez que severa y estricta, pero el asalto a los sentidos del país trópico con más energía de todos era casi demasiado para ella. Nos llevaba a primera hora al colegio primario, donde nos educaban al estilo británico más puro, y al llegar a casa ella, se tumbaba en el suelo boca arriba debajo del ventilador de techo, para conseguir algo de oxígeno.

 

Una vez al año, nos íbamos de vacaciones a den Bosch, al sur de los Países Bajos, donde nos acogía la familia inmensa y católica del tío Guus, hermano de mi madre, que era pediatra y cuya mujer María había por fin dejado de reproducir después de once hijos. Una casa llena, donde cabían seis más.

 

En igual medida que a mi madre no le gustaba el país, a mi padre le encantaba. Teníamos siempre el salón de la casa llena de gente que iba allí a hablar de política, de futuro y de cómo conducir lo que ya era un monstruo en el contexto africano hacia el camino bueno. Pasaba por allí gente relevante en la historia del país, personas que dirigían el rumbo a veces incluso en direcciones no deseables.

 

Viviendo en Nigeria de niño, recuerdo estar siempre deseando estar en Nederland, en aquel lugar de autopistas rectas, campos geométricos verdes y líneas interminables de olmos siguiendo el trazo de las canales, de perspectivas rígidamente triangulares, de agua bajo control por pura ingeniería, donde el aeropuerto de Schiphol estaba ¡a 13 metros por debajo del nivel de mar!

 

Y ahora, desde mi casa de la huerta de Murcia, (quizá mitad camino entre lo uno y lo otro), me encuentro deseando volver a ese país irreverente, religioso, criminal, simpático, desesperante, esperanzador, trágico, naciente, y con todo por hacer.

 

Se dice que después de tres meses en Nigeria estás deseando volver a Europa, pero después de dos días en Europa estás deseando no haber vuelto. Mi padre ya no vuelve al viejo continente, está decidido a quedarse allí, en su casa de Ibadan, rodeada de jardín, con la gente que lo cuida. Veremos a ver si llega a los 60 años en Nigeria, el país que ha tomado como suyo, y que le ha devuelto el abrazo.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.