Integrar diversidad en nuestras empresas y organizaciones como un valor
Podemos definir la cultura, como el conjunto de producciones, de creencias, valores, normas, actitudes y de significados que un grupo social es capaz de generar en relación con su entorno. Toda cultura se adquiere a través de la familia, el medio, la escuela, en un proceso de socialización a través de toda la vida. Ninguna cultura es estática, sino que está en permanente evolución, tanto a nivel externo –normas y comportamientos-, como interno –valores y creencias-Las culturas aceleran su evolución en contacto con otras.
Nos encontramos en un contexto en el que personas que representan valores culturales diferenciados comparten los territorios de acogida en Europa, en nuestro país y en nuestra Región; generando una nueva realidad social caracterizada por la diversidad cultural que configura sociedades cada vez más complejas en las que es preciso identificar claves y estrategias para su adecuado funcionamiento. La gran pregunta es cómo gestionamos esta diversidad en las empresas, las instituciones, las organizaciones sociales, los centros educativos, etc.
Debemos hablar de gestión de la diversidad cultural y no solo de inmigración, como demuestra el que, a pesar de los esfuerzos por mostrar las aportaciones positivas de la inmigración, ésta sigue siendo percibida como algo negativo. Así lo demuestran las encuestas del CIS en las que la inmigración sigue apareciendo como uno de los principales problemas para la sociedad española. Es más, normalmente actúa como chivo expiatorio de los problemas de la sociedad, como el lobo de los cuentos, al que no sólo se le echa la culpa de muchos problemas sociales que no le competen, sino que se utiliza como factor ‘miedo’ para justificar políticas de seguridad y recorte de los derechos sociales. Un cambio en las palabras, puede implicar un cambio de tendencia en la visión problematizadora de la inmigración. Hablemos de la diversidad como un valor para nuestras empresas y nuestras instituciones.
La política migratoria en España se sustenta sobre dos pilares fundamentales: en primer lugar, la gestión de los flujos migratorios y el control de las fronteras; y, en segundo lugar, la integración de las personas inmigrantes que ya residen en el país. La gestión de la diversidad cultural está relacionada con las políticas de integración y con cómo entendemos la integración.
La diversidad comienza a ser una necesidad para las empresas que añade valor, innovación, creatividad y posibilidad de situar productos y servicios en un mundo global y diverso. La gestión de la diversidad ha empezado a concebirse como una herramienta útil en la política de recursos humanos de las empresas, que la buscan, la identifican, la integran y la gestionan.
La realidad migratoria en el Estado Español ha venido a incrementar significativamente la diversidad cultural ya presente en nuestra sociedad, siendo preciso identificar las claves para su adecuada gestión, a través del abordaje de los choques culturales que se generan en contextos de diversidad; entendiendo el choque cultural como una reacción de desorientación, de frustración, de rechazo hacia el otro diferente, de rebeldía y ansiedad. Es una experiencia emocional e intelectual que aparece entre personas de diferente cultura cuando se interrelacionan en un mismo espacio territorial. El choque cultural no se evita, se aborda y se gestiona desde la comunicación y el reconocimiento del otro.
Esta realidad migratoria se configura como un fenómeno humano estructural que nos coloca ante consecuencias significativas tanto para las poblaciones que quedan en origen, para quienes se lanzan en la aventura migratoria, como para las poblaciones receptoras. Se trata de un fenómeno de dimensiones económicas, políticas, demográficas, sociales, culturales y humanas.
En este contexto de diversidad cultural es necesario que los diferentes actores gubernamentales y no gubernamentales, dentro de sus respectivos marcos competenciales, sepan sumar las estrategias, los instrumentos y el saber hacer necesario que nos permita visualizar la realidad multicultural de nuestras ciudades, de nuestras empresas y barrios como una oportunidad única para favorecer los intercambios múltiples entre personas que representan valores culturales diferentes, el acercamiento a los otros, el conocimiento, la comunicación y por tanto, el enriquecimiento mutuo.
Aunque en nuestro país, se comienza a reconocer que la inmigración, no sólo ha aportado mano de obra para puestos de trabajo de difícil ocupación o ha colaborado en el crecimiento demográfico, sino que ha sido uno de los factores claves de la economía española en los últimos años, teniendo un impacto positivo sobre el PIB, las cuentas públicas y el déficit exterior. La política migratoria del Estado Español se sigue situando ante el reto de apostar decididamente por un modelo de gestión de la diversidad cultural presente en nuestros territorios, basado en el reconocimiento y valoración de esta diversidad cultural (multiculturalismo) y la búsqueda de espacios y tiempos para la comunicación y la interacción entre las personas que representan estos valores diferenciados (interculturalismo). Alejándonos de modelos que apuestan por la segregación territorial de las minorías o por la asimilación cultural.
Las políticas de integración de las personas inmigrantes y el papel que desempeñan los distintos actores de la sociedad, van a responder a modelos determinados de gestión de la diversidad. Éstas deben trabajar en el objetivo de una convivencia adecuada entre los diferentes grupos, buscando construir pertenencia. Según se aplique una política de gestión de la diversidad u otra, los efectos que produce sobre la identidad de las personas serán diferentes, y los resultados, por tanto, también. Así, el papel de los actores gubernamentales es clave, ya que marcará las líneas principales a seguir, el modelo de integración por el que apostamos.
El resto de agentes también se guiará por un modelo u otro, es decir, también realizan una importante labor política. El tejido empresarial y el tercer sector de acción social se han convertido en una pieza clave en la implementación de las políticas de integración. Igualmente, la participación –en todos sus sentidos- de las propias personas inmigrantes debe producirse paulatinamente para que las políticas tengan éxito, avanzando desde el interculturalismo, hacia la convivencia, la cohesión social y la inclusión, como bases del desarrollo integral de los territorios.