El efecto de la radiación en nuestras vidas
Hoy en día vivimos rodeados de radiación, pero aunque nos fuéramos a una isla desierta o a una montaña alejada, seguiríamos viviendo con ella, ya que la Tierra tiene su propia electricidad y magnetismo. Es más, según el lugar geográfico en el que estemos, estaremos más o menos expuestos a ella. La radiación es algo en principio natural, lo cual no quiere decir que sea sano o inocuo de por sí.
Hay poblaciones en España, como por ejemplo en la sierra de Guadarrama, que padecen altos niveles de radiación ionizante (la que puede romper enlaces químicos como el ADN) y por tanto mayores tasas de cáncer debido a la naturaleza granítica de sus montañas.
No toda la radiación es igual ni de intensa ni de peligrosa, pero toda tiene un efecto determinado en los organismos vivos por definición, pues de un modo u otro es una energía que interactúa con las células, las cuales por cierto también emiten su propia radiación.
Es indudable que, desde hace unos años y especialmente en las ciudades, el ser humano ( y ojo, los animales también) están siendo expuestos de manera progresiva y exponencial a cada vez más campos electromagnéticos, siendo ésta una de las principales causas de contaminación medioambiental, conocido como electrosmog. Podemos ver, de hecho, como en ocasiones pájaros, murciélagos, abejas y otros animales, que utilizan el magnetismo natural de la tierra para orientarse o comunicarse, sufren sus consecuencias.
La mayoría de la radiación en las ciudades procedentes de antenas o sistemas electrónicos son ondas de baja frecuencia no ionizante y que están en el espectro del invisible (entre 50 kHz-300 GHz) pero… ¿son realmente invisibles para nuestras células? ¿afecta a la salud? ¿cómo lo hacen?
Las células se comportan como pequeñas centralitas que emiten y absorben energía. Esta cantidad de absorción depende de: la distancia a la fuente de emisión, y la intensidad que tenga a esa misma fuente.
Para que vean la importancia de esto, cualquier dispositivo que emita radiación, (un móvil por ejemplo), si lo separamos unos centímetros de nuestro cuerpo recibiremos mucha menos la energía.
Podemos ver también la importancia de estos factores en las instalaciones de torres de electricidad, las cuales por ley deben de estar lejos de poblaciones cercanas para evitar posibles daños. Puesto que hay un nexo epidemiológico establecido entre vivir bajo líneas de alta tensión y padecer numerosos problemas de salud.
Podemos decir por tanto que la exposición a campos electromagnéticos no ionizantes puede producir efectos dañinos directos en las personas, pero solo si estos son suficientemente: intensos, frecuentes y cercanos.
En el caso de las bajas y muy bajas frecuencias, se pueden producir también efectos directos e inmediatos, más sutiles, pero no menos importantes como: estimulación de los nervios y músculos, en frecuencias menores de 100 kHz y/o calentamiento de los tejidos corporales, cuando las frecuencias son superiores a 100 kHz.
Aunque esta radiación no produce daño directo en el ADN, sabemos que 'juegan' en el mismo espectro de comunicación que establecen nuestras células. Por lo que la sobreexposición continuada, puede llegar a ejercer un efecto distorsionador de la comunicación y la permeabilidad celular habitual, generando por ejemplo un exceso de apertura de los canales de calcio, desencadenando un desequilibro iónico celular ,y por tanto un funcionamiento anómalo del organismo.
Especialmente sistemas 'muy eléctricos' como son el neuronal y el cardiovascular se pueden ver afectados. Generando una toxicidad en forma de: radicales libres, oxidación e inflamación. Siendo esta triada, coincidente con la base común de la mayoría de patologías actuales de la sociedad moderna.
Dichos efectos no son inmediatos, pero el daño es progresivo, aditivo y acumulativo. A pesar de que, con los antioxidantes, nuestro cuerpo trata de defenderse con mayor o menor éxito.
Algunos estudios y organismos como la Organización Mundial de la Salid los califican como posibles cancerígenos, ya que estos efectos se han visto en laboratorios o modelos animales limitados, pero no en humanos en el largo plazo. Por lo que no se puede concluir que haya suficiente 'evidencia científica', pese a conocer el mecanismo de acción de estas frecuencias sobre los organismos, como hemos visto anteriormente.
Además, les daré algún dato más para que se hagan una mejor idea: la Comisión Internacional de Protección de Radiación no Ionizante (ICNIRP) sólo se encarga de estudiar las tecnologías que pueden elevar la temperatura de los tejidos, obviando otros posibles efectos en la salud humana. Y por otro lado, no hay ningún estudio sobre la multiexposición, al igual que hay dispositivos que no se les aplica normativa alguna o estándares límite de emisión de radiación (al contrario que sucede en móviles y ordenadores) como son los coches eléctricos, cuyos efectos en la salud son desconocidos, aunque lógicamente previsibles.
Por otro lado, los síntomas que se pueden experimentar, y que especialmente padecen personas sensibles a la radiación son: dolores de cabeza, cansancio, insomnio, incapacidad para concentrarse, pérdidas de memoria, náuseas/mareos, ansiedad, hipertensión, problemas oculares, cutáneos y un sistema inmune deprimido.
Tengan en cuenta además que los niños absorben el doble de radiación que un adulto, y un feto aún más (puesto que se desarrollan en un medio acuoso), pudiendo conllevar por ejemplo a un mayor riesgo de TDAH al nacer.
Cabe destacar no obstante que, aunque algunos campos electromagnéticos pueden ser dañinos, otros incluso son necesarios incluso para curar. Puesto que ese mismo efecto, se puede usar para calentar tejidos corporales y matar células cancerosas (radioterapia). Asimismo, para hacer resonancias magnéticas, lo cual es esencial en cualquier sistema sanitario.
Por tanto, el problema no es si un campo electromagnético es o no dañino, sino si existe suficiente protección y medidas de seguridad para prevenir efectos en la salud humana. Y, por supuesto, si se cumple la legislación al respecto. Además, hay que considerar que hay personas con electrosensibilidad, y que la distancia y frecuencia de exposición lo es todo, por lo que no todas las situaciones afectan de igual manera a cada individuo.
El progreso tecnológico amigos, no se puede frenar, es inherente a nuestros tiempos, tiene su lado bueno ya que facilitan aspectos fundamentales de la vida diaria. Usemos el conocimiento y las herramientas para buscar ese equilibrio tan complicado entre progreso y salud. Las generaciones futuras y actuales lo agradecerán, y lo notaran.