Cánovas del Castillo y Murcia
En nuestro artículo de hoy vamos a tratar de explicar la vinculación que tuvo con Murcia el que fuera siete veces presidente del Gobierno de España, el malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Idolatrado por sus seguidores y odiado por sus enemigos. Se puede decir que fue uno de 'los padres' de aquel bipartidismo entre Liberales y Conservadores que se alternaron durante muchos años en el Gobierno de España. Cánovas y Sagasta, Sagasta y Cánovas. De esta manera, Antonio Cánovas del Castillo, se convirtió en presidente del Consejo de ministros en siete ocasiones. A él se debe también la restauración de la Corona para los Borbones ya que fue el artífice e impulsor del reinado de Alfonso XII trayéndolo desde Francia para reinar en España impidiendo, a su vez, qué su madre Isabel II volviera a nuestro país desde el exilio francés. Mención aparte merece su papel en el noviazgo y posterior boda del Rey con su prima María de las Mercedes de Orleans. Romance, noviazgo, boda y temprana muerte, en plena juventud de la reina, por todos conocido.
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La relación entre Cánovas del Castillo y la entonces 'Provincia de Murcia' fue íntima y duradera. El político contrajo matrimonio en la parroquia de San Nicolás de Murcia en el año 1860 con María de la Concepción Espinosa, una bella señorita, según las crónicas del momento, de familia distinguida jumillana. El dato de su boda en la ciudad de Murcia no es muy conocido, desde luego. Cánovas visitó varias veces Jumilla, la tierra de su joven esposa, donde tuvo sinceras amistades que duraron toda su vida. En un momento determinado los montes de Jumilla corrieron el riesgo de ser 'enajenados' por el gobierno, pero Cánovas en una sutil maniobra política consiguió salvarlos. Acción que le valió su nombramiento como hijo adoptivo de la ciudad del Altiplano. A los cinco años de matrimonio falleció su mujer. Cuentan que el político se sumió en una profunda tristeza que nunca pudo superar. A partir de ese momento, quizá por el recuerdo de María de la Concepción, su contacto con Jumilla fue mucho menor y más esporádico.
Entre 1879 y 1884, Cánovas del Castillo, se interesó por las graves inundaciones que padeció la huerta e incluso puso en marcha numerosas iniciativas para conseguir donaciones económicas para los afectados. Concretamente una de las obras más importantes, por la sensibilización que había tenido durante sus visitas a la huerta y que concluyeron felizmente durante su mandato al frente del gabinete ministerial, fue la ejecución de un amplio plan de avenidas, que había impulsado el ingeniero murciano Ramón García, y que contemplaba una serie de diques de contención del Segura a su paso por las huertas próximas a la ciudad. La obra fue aprobada y terminada durante su última etapa al frente del Consejo de ministros como presidente de este.
Durante la epidemia de cólera de 1885, en la que perecieron miles de murcianos, Cánovas, vino a Murcia acompañado del que fuera ministro de Gobernación, Francisco Romero Robledo, y junto a las autoridades locales visitó los hospitales, casas de pobres de las instituciones religiosas, el campamento de refugiados que se montó en el Malecón y la llamada “cocina económica”. En aquel viaje el político español se mezcló con el pueblo que sufría el azote de la epidemia y rechazó en todo momento tratos de favor y protocolo. Se cuenta, pero como testimonio oral y no escrito, que llegó a comer junto a los refugiados del Malecón durante su visita a aquel campamento. Antonio Cánovas del Castillo quiso ser un “murciano” más soportando las penurias y estrecheces que la población padecía en aquellos trágicos momentos.
Sin embargo hay un importante suceso, que conmocionó a toda la sociedad y del que se hizo eco toda la prensa nacional donde, Cánovas del Castillo, no quiso “escuchar” las voces qué, desde Murcia, pedían clemencia para “La Perla”. En octubre de 1896, la ciudad va a ser testigo de uno de los acontecimientos más negros de la historia de este país. El estado va a proceder a la que sería la última ejecución pública en España.
Josefa Gómez 'La Perla' se enfrentaba al garrote vil por un doble homicidio. Según los testimonios, todo apuntaba a que se trataba de un fatídico descuido y no un asesinato en toda regla. Un caso en el que las más altas instituciones pedían clemencia para la desdichada: el ayuntamiento de Murcia, la Diócesis de Cartagena y hasta el propio verdugo pedían el indulto para Josefa. Para ello sé enviaron telegramas al rey Alfonso XIII, al Papa y sobre todo al presidente del gobierno, Cánovas del Castillo, recordándole incluso su vinculación con esta tierra y el cariño qué siempre demostró hacia los murcianos. El presidente tuvo en sus manos firmar el decreto que salvará a Josefa y librará a la ciudad de Murcia de ser la última ciudad en España en presenciar una ejecución pública. Pero a pesar de todos sus recuerdos y su cariño a Murcia, expresado por el mismo, el presidente Cánovas no cede. Y argumenta, en su contestación, que hay demasiados casos como el de Josefa y el Gobierno quiere dar una lección ejemplarizante.
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Apenas diez meses después de aquella orden de ejecución, el 8 de agosto de 1897, fue asesinado Antonio Cánovas del Castillo. El asesinato ocurrió en el balneario de santa Águeda, en el municipio guipuzcoano de Mondragón. El autor del crimen fue el anarquista italiano Michelle Angiolillo, inscrito en el establecimiento termal, como corresponsal del periódico italiano Il Popolo. Según declararía en el momento de su detención, el motivo fue la venganza por las muertes de los anarquistas detenidos en Barcelona a raíz del atentado contra la procesión del Corpus en junio de 1896.
Pues bien, al conocerse la noticia, la ciudad de Murcia realizó diversos actos para honrar la memoria del político malagueño que, de siempre, había tenido un cariño especial hacia los murcianos. Se celebraron misas por el eterno descanso de su alma en la Catedral, parroquias y conventos. La ciudad declaró luto oficial. Se publicaron números especiales en la prensa de la época y se lucieron crespones en numerosos establecimientos. La vinculación del político español y la ciudad de Murcia venía de muchos años atrás como hemos comentado en este artículo.
Las crónicas periodísticas de la época, tras su fallecimiento, también dan cuenta en sus obituarios de los logros conseguidos por la “provincia de Murcia” durante sus diferentes etapas cuando Antonio Cánovas del Castillo era el presidente del Consejo de Ministros.
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