Lunes, 08 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNDistintos escenarios para el carnaval
  • Buscar
Alberto Castillo

Distintos escenarios para el carnaval

Fachada del Casino de MurciaFachada del Casino de Murcia

 

A comienzos del pasado siglo XX, el Carnaval de Murcia no pasaba tan desapercibido en la ciudad como lo puede hacer hoy en día, aunque ahora estas manifestaciones lúdico-festivas se han trasladado a muchas pedanías, pero entonces tenían su escenario propio en la ciudad donde, además, según quienes los frecuentaban, se repartían en lugares muy concretos. Además tenemos que ponernos en la época de referencia y darnos cuenta de que en aquellos años, estas fiestas eran un motivo de encuentro para la sociedad murciana que aprovechaban cualquier ocasión para reunirse y disfrutar. No había más entonces. También es cierto que las clases sociales no se mezclaban y cada grupo tenía su lugar de encuentro y celebración de los tradicionales bailes y festejos de los tres días de carnaval. Claro que estas fiestas sé perdieron con la Guerra Civil pues acabada la contienda fratricida se prohibieron las 'mascaras' y el carnaval en lo que a Murcia se refiere fue cayendo en el olvido. Se limitaba a algún baile familiar, en lugares apartados, en personas atrevidas que salían a la calle disfrazados pero nunca con la cara tapada y poco más. Pero volvamos al comienzo del siglo XX, 'la belle epoque' y veamos cómo y donde tenían lugar las fiestas de carnestolendas.

[Img #6967]

 

[Img #6966]El lugar donde se daba cita la sociedad murciana más pudiente y aristocrática tenía lugar en el Casino. Todo era lujo y glamour. La orquesta se colocaba en una tribuna encima de la entrada principal del salón Luis XV y se interpretaban valses de la familia Strauss, Frank Lear, valses lentos e incluso el baile más popular, foxtrot, que por aquellos años comenzaba a hacer furor. Eso sí, nadie acudía disfrazado. Los disfraces estaban prohibidos. Solo estaba permitido un antifaz o bien de los pequeños o de esos otros de estilo veneciano que, incluso, algunos se hacían traer de la propia ciudad de los canales. Trajes de etiqueta para ellos y largos para las damas con generosos escotes, perlas, tules y sedas. El baile más sobresaliente tenía lugar el martes segundo día de carnaval, y víspera del miércoles de Ceniza. Comenzaba sobre las ocho de la tarde y finalizaba a la salida del sol. Vinos y licores de las mejores marcas y a medianoche una cena de pie, servida por camareros vestidos 'a la Federica', con los primeros canapés que se elaboraron en Murcia copiando la popular cocina francesa. Huevo hilado, caviar, salmón y quesos y embutidos de las mejores marcas de importación. Al amanecer del primer día de Cuaresma se acababa la fiesta y cada cual volvía a su casa. Quedando pendiente, el domingo siguiente, donde se celebraba el llamado 'domingo de piñata' con el consiguiente baile también pero con menos etiqueta que el del martes de carnaval. Era la fiesta de la alta sociedad murciana y nadie que no perteneciera a ella podía entrar o incluso ser invitado.

 

[Img #6962]

 

Otro escenario escogido por los murcianos era el Teatro Romea. Aquí acudía la llamada clase media y especialmente artistas y bohemios. El baile de disfraces, o fiesta de Carnaval, estaba organizada por el Círculo de Bellas Artes. Se aprovechaba esta velada para recaudar fondos para el desaparecido círculo y los artistas murcianos de la época pintaban panderetas, donaban cuadros y esculturas que luego se rifaban entre los asistentes. Esta fiesta, también, se celebraba el martes y algunos años la víspera, lunes de carnaval, se organizó el baile de la Federación de Comerciantes, hoy desaparecida como el Círculo de Bellas Artes. A esta cita acudían muchísimos murcianos ya que las entradas para esta velada se vendían en todos los comercios del centro e incluso se distribuían entre amigos y familiares. Estas veladas del Romea eran mucho más permisivas que las del Casino, mucho más exclusivas, y aquí si se podía acudir disfrazado. No se servía cena fría ni caliente, pero si se consumían bebidas. Era una fiesta “abierta” a la clase media y aquí si se podía entrar pagando únicamente la entrada. No se requería nada más.

 

[Img #6964]

 

Luego, por último, estaba el Teatro Circo Villar. Las fiestas de carnaval aquí eran mucho más permisivas. Mas procaces y atrevidas. Todo el público acudía disfrazado y la música que allí ejecutaba la orquestina eran valses también, chotis, el fox lento, pasodobles y sobre todo el tango que ya comenzaba a hacer furor. Aquí en este recinto, con entradas mucho más asequibles para todos los bolsillos, acudían personas de toda condición social que pasaban desapercibidas bajo el disfraz y la máscara. Incluso las más conocidas prostitutas de la ciudad hacían su agosto en pleno invierno pues utilizaban los rincones más escondidos del recinto teatral para ejercer el oficio más viejo del mundo. Recordando estos bailes de Carnaval del Teatro Circo, en la desaparecida Hoja del Lunes, el periodista Carlos Valcárcel Mavor, recuerda la gran cantidad de ropa interior femenina que, las limpiadoras, encontraban a otro día del baile abandonadas en los rincones más insospechados. Todo estaba permitido y la máscara o disfraz servía para que no se supiera quien 'utilizaba', en los rincones del Teatro Circo, los servicios de las prostitutas que por allí estaban.  

 

[Img #6965]

 

Pero estos bailes, en los tres escenarios referidos, se celebraban de noche lógicamente. Durante el día, el carnaval, se vivía en la calle con escenarios muy concretos y diferentes también. El desaparecido Parque de Ruiz Hidalgo era el lugar elegido para el paseo elegante de coches y carruajes. Adornados con confetis y serpentinas, flores y ramas de pino y limonero iban tripulados por las jóvenes de la llamada “buena sociedad” que desfilaban por todo el parque. Una orquestina amenizaba la tarde. Disfraces discretos y tradicionales. Algunas comparsas con instrumentos interpretando las canciones de moda en la época y el galanteo de jóvenes y menos jóvenes que buscaban amores y aventuras bajo el disfraz o el antifaz. Luego estaba el Plano de San Francisco desde el inicio del Malecón hasta las puertas del citado Parque de Ruiz Hidalgo.

 

Paseo también de máscaras con aspecto y comportamiento más soez y permisivo. Bromas, incluso, de mal gusto que molestaban a los viandantes. Consumo de vino, principalmente, en botas y pellejos. Borracheras sin control (luego dicen que el botellón es un invento de estos días) y comportamientos que, según leemos en el desaparecido Diario de Murcia, obligaban a intervenir continuamente a la autoridad. Eran estos lugares donde, también, se ejercía la prostitución sin esconderse de nadie y amparados siempre por el disfraz. Caso muy sonado fue, en aquellos días de finales del siglo XIX, el de una hermosa mujer que ataviada con un disfraz de “colombina” hacía el amor con un joven al comienzo del Paseo del Malecón tras unos árboles. Al ser sorprendidos por los guardias que vigilaban el orden público, y obligados a descubrirse, se encontraron con la nada agradable sorpresa que la bella colombina era la joven mujer de un insigne murciano, de la alta sociedad, cuyo marido le doblaba la edad a la dama y que, a esas horas, se encontraba muy lejos de allí. En fin, cosas del carnaval. Nada nuevo por otro lado. Los tiempos cambian y con ellos las modas, pero las costumbres siguen siendo las mismas.

 

Publicidad

X
Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.