
La economía española padece desde hace décadas un problema grave: el bajo nivel y lento crecimiento de su productividad. A pesar de las mejoras conseguidas en los últimos dos años, España no ha conseguido converger a los niveles de productividad y competitividad de las principales economías europeas, como Países Bajos, Alemania, Suecia, Francia o Finlandia. Además, este déficit de productividad agregada es un promedio que esconde importantes diferencias sectoriales y entre empresas. Frente a sectores y compañías punteras, con niveles de productividad superiores incluso a la media europea, existen otros actores cuyos resultados lastran la productividad del conjunto de España.
Se consideran empresas rezagadas las incluidas en el 40% con menor nivel de productividad en cada sector. Si estas empresas consiguieran elevar su eficiencia productiva hasta el valor mediano de su sector, la productividad agregada en la economía española crecería un 4,9%. Este dato señala una de las principales conclusiones del segundo informe del Observatorio de Productividad y Competitividad en España (OPCE) de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), que advierte sobre la importancia de tener presente la heterogeneidad del tejido productivo y desplegar políticas orientadas a mejorar los promedios de la economía reforzando el rendimiento de los actores menos eficientes.
Una parte de la economía no progresa adecuadamente
Esa estrategia requiere acciones que partan de análisis desagregados para alcanzar objetivos específicos -sectoriales y microeconómicos- capaces de lograr mejoras a escala agregada. Los autores destacan que los indicadores macro son relevantes para evaluar los resultados desde una perspectiva general, pero esconden las debilidades y fortalezas de subconjuntos de la economía que son dispares y necesitan acciones diferentes. Es preciso reconocer que una parte de la economía no progresa adecuadamente mientras otra sí lo hace. La primera necesita estímulos para acercarse a la media y la segunda refuerzos para seguir liderando los cambios y ganar peso en el agregado.
El estudio La productividad en España: los motores de cambio, recién publicado junto a la actualización de la base de datos del OPCE, muestra una eficiencia productiva estancada en el último decenio, con el nivel de la productividad total de los factores (PTF) en 2023 idéntico al de 2013. Pero ese resultado acusa el efecto de shocks padecidos en el último decenio, ya que en los últimos años los crecimientos de la productividad son más alentadores: del 2,71% y del 1,05% en 2022 y 2023, respectivamente. Tras estos resultados globales en eficiencia productiva subyace la heterogeneidad señalada.
Para explicar el estancamiento de la PTF se analiza la evolución de las ramas o sectores de actividad porque ni la dinámica de su crecimiento es la misma ni todos han sufrido las crisis de los últimos años de igual manera. El estudio diferencia 23 sectores, y destaca que en once la productividad decrece entre 2013 y 2023, pero en los otros 12 sus variaciones son positivas. Mientras que la PTF en las industrias extractivas contribuye positivamente al crecimiento del valor añadido bruto (VAB) sectorial (8,03%), en el caso de la rama de suministro de energía eléctrica, que en estos años ha sufrido un shock asociado a la guerra de Ucrania, con oscilaciones importantes en sus precios y con medidas de apoyo y soporte, la productividad tiene un efecto negativo del -7,97% sobre el VAB del sector. Los datos de los últimos años (2020-2023) son más positivos, predominando las contribuciones de la PTF al crecimiento del VAB en una mayoría de sectores (16 de 23).
También son relevantes para la trayectoria de la PTF agregada los pesos de los sectores y el patrón de crecimiento de los de mayor dimensión. La monografía destaca que los sectores con mayor peso en la economía no siempre son los más productivos, un hecho que también lastra la productividad agregada. De los cinco sectores con mayor peso en el PIB, tres registran una contribución positiva a la PTF y empujan con fuerza el agregado (comercio y reparación, actividades profesionales y científicas, y administración pública), mientras que en los otros dos son negativas y frenan la productividad global (actividades inmobiliarias, y sanidad y servicios sociales).