Sábado, 13 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNCuando la sostenibilidad y el talento dejen de ser una lucha, habremos ganado
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Lucio Fernández

Cuando la sostenibilidad y el talento dejen de ser una lucha, habremos ganado


Vivimos en un mundo en el que los avances más significativos en sostenibilidad y gestión del talento no son tanto una muestra de progreso voluntario, sino una reacción desesperada ante problemas que hemos permitido que crezcan sin control.

 

La lucha contra el cambio climático ha cobrado urgencia porque hemos llevado al planeta a una situación crítica o los nuevos modelos de liderazgo centrados en la captación y fidelización del talento han surgido porque el déficit de profesionales preparados es cada vez más evidente.

 

En un mundo ideal, no deberíamos estar haciendo sobreesfuerzos en estos ámbitos. No deberíamos necesitar estrategias de sostenibilidad agresivas ni políticas empresariales que busquen fidelizar talento con medidas extremas. La meta última debería ser la desaparición de las estrategias ASG (Ambiental, Social y Gobernanza) porque significaría que hemos alcanzado un equilibrio natural y sostenible en nuestra sociedad y en nuestras organizaciones.

 

Uno de los ejemplos más claros de esta dicotomía es la lucha contra el cambio climático. No celebramos los avances en energías renovables, reducción de emisiones o economía circular porque sean hitos de nuestra evolución, sino porque la degradación ambiental es ya insostenible.

 

Si la deforestación no estuviera arrasando ecosistemas completos, si las temperaturas globales no marcaran récords históricos cada año, si los océanos no estuvieran llenos de plásticos, quizás, solo quizás, no habría sido necesario un Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Informes de la NASA indican que los efectos del calentamiento global, como la pérdida de hielo marino, el derretimiento de glaciares y capas de hielo, el aumento del nivel del mar y olas de calor más intensas, ya son visibles y se espera que empeoren en las próximas décadas

 

El desarrollo de energías limpias es una gran noticia, pero la pregunta es: ¿por qué hemos tardado tanto? ¿Por qué no nos anticipamos en lugar de reaccionar cuando los efectos ya son visibles? Estamos impulsando una transición energética acelerada porque las emisiones de carbono han alcanzado niveles alarmantes, no porque siempre hayamos querido depender de fuentes de energía más limpias y eficientes. Si hubiéramos comenzado este cambio hace décadas, hoy no estaríamos luchando contra un reloj que nos dice que el tiempo para revertir los daños está por agotarse.

 

Lo mismo ocurre con la gestión del talento. Nos esforzamos en atraer y fidelizar a los mejores profesionales porque nos enfrentamos a un mundo donde la escasez de talento es alarmante.

 

La falta de preparación de las nuevas generaciones, el desfase entre los sistemas educativos y las necesidades del mercado, y el envejecimiento de la población han creado un escenario en el que las empresas deben competir ferozmente por el talento disponible. Si hubiéramos planificado mejor la educación y el desarrollo profesional desde hace décadas, este problema no existiría.

 

Las empresas están desarrollando estrategias de employer branding, beneficios corporativos y programas de desarrollo profesional para captar talento porque, sencillamente, ya no hay suficiente. La pregunta clave es: ¿por qué llegamos a este punto? Un sistema educativo y social bien diseñado debería producir profesionales capacitados y alineados con las necesidades de las empresas sin que éstas tengan que pelear por el talento como si fuera un recurso escaso.

 

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Las iniciativas ASG han cobrado protagonismo porque los problemas que buscan resolver han alcanzado un punto de no retorno. Pero, ¿y si el verdadero éxito no fuera seguir impulsando estas estrategias, sino hacerlas innecesarias?

 

Si tuviéramos una economía que respetara de manera natural los límites del planeta, no necesitaríamos regulaciones ambientales cada vez más estrictas. Si la diversidad e inclusión fueran principios básicos de nuestra convivencia y no simples estrategias de marketing corporativo, no haría falta diseñar planes de igualdad o de diversidad. Si los modelos de liderazgo estuvieran alineados desde hace décadas con la motivación y el desarrollo del ser humano, no estaríamos en una crisis de compromiso y rotación laboral.

 

El ASG, tal como lo entendemos hoy, es una tirita sobre una herida que no deja de crecer. No se trata de minimizar su importancia, sino de cuestionar su origen. Si realmente hubiéramos tomado decisiones responsables desde hace décadas, no estaríamos debatiendo hoy sobre cómo hacerlo correctamente. Los estándares de gobernanza corporativa no deberían ser una moda o una exigencia regulatoria, sino la base misma sobre la cual se construyen las organizaciones.

 

Debemos preguntarnos qué pasaría si consiguiéramos un modelo social y empresarial en el que la sostenibilidad y la buena gestión del talento fueran intrínsecas a nuestro día a día, en lugar de objetivos a perseguir a contrarreloj.

 

Como he oído en más de una ocasión a mi amigo y maestro Juan José Almagro, la utopía nos permite avanzar, damos un paso y la utopía otro paso. En un mundo utópico, las empresas no tendrían que destacar por su compromiso con la sostenibilidad porque simplemente sería parte de su ADN. No se hablaría de atraer talento porque el talento estaría cultivado desde la base con un sistema educativo y empresarial alineado.

 

Las empresas que hoy lideran en ASG lo hacen porque el contexto las ha obligado a hacerlo. No es una cuestión de visión estratégica a largo plazo, sino de supervivencia. Pero la sostenibilidad, la equidad y el liderazgo no deberían ser un esfuerzo adicional, sino la norma.

 

El verdadero reto no es avanzar en sostenibilidad o en la gestión del talento como si fueran metas en sí mismas, sino evolucionar hasta que estos conceptos se vuelvan irrelevantes.

 

Perseguir la desaparición del ASG no significa ignorarlo, sino alcanzar un punto donde ya no haga falta señalarlo, porque será parte de nuestra naturaleza como sociedad y como organizaciones.

 

La gran paradoja de nuestro tiempo es que cuanto más avanzamos en sostenibilidad y gestión del talento, más evidente es que el sistema ha fallado en su raíz. Nuestro objetivo no debe ser seguir gestionando crisis, sino evitarlas desde su origen.

 

El mundo ideal no será aquel que lidere en ASG, sino aquel en el que el ASG sea prescindible. Hasta entonces, sigamos avanzando, pero con la visión clara de que el verdadero éxito será cuando ya no necesitemos hablar de ello.

 

El mundo no necesita más líderes que vendan sostenibilidad como una ventaja competitiva o políticas de talento como una medida excepcional. Necesitamos estructuras diseñadas para que estas preocupaciones no sean extraordinarias, sino parte de nuestra evolución natural.

 

Porque el éxito final no es medir cuántas empresas cumplen con ASG, sino llegar al día en que no haga falta medirlo.

 

Linkedin: Lucio Fernández

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