El misoneísmo social
Carl Jung, eminente psiquiatra suizo, definió el misoneísmo como un trastorno de la mente que provoca miedo profundo y aversión a lo nuevo.
El cerebro humano sabe mucho de misoneísmo aun estando sano. Tenemos una resistencia natural al cambio que provoca una tendencia al inmovilismo en muchas facetas de nuestra vida.
En el mundo de la empresa se estudia cómo superar la natural resistencia al cambio en el personal cuando, por ejemplo, por parte de la dirección se quiere implantar nuevas formas de hacer. Hay tratados enteros de psicología que diseccionan cuidadosamente las distintas fases que, en opinión de los expertos, se deben atravesar para superar el miedo al cambio: aceptación del miedo, enfoque en el presente, buscar apoyo etc.
Lo cierto es que ese temor forma parte de la mayoría de nosotros, convivimos con él. En mi opinión se debe a que, como decía Eduard Punset, el cerebro humano está programado para sobrevivir, ni siquiera para sumar 2 +2 o conocer la verdad y solo decide actuar por necesidad. De la necesidad vienen los principales avances, los tiempos de guerra y hambre suelen ser las épocas más productivas de la humanidad. De tal forma que, mientras algo funcione, nos aferramos a ello por el miedo (a veces infundado) a que lo que venga sea peor.
No sólo el individuo es misoneísta, también la sociedad, como conjunto de individuos, lo es, aunque no lo parezca. En nuestras civilizaciones siempre ha prevalecido lo semejante, también ahora. Siempre se ha vestido, actuado o pensado de forma parecida, siempre se ha tendido a la uniformidad del grupo.
En la sociedad actual pensamos que eso ha cambiado, que ahora estamos en una sociedad más tolerante que protege y acoge lo distinto, que aquí caben todas las formas de pensar, de ser o de actuar (obviamente con unos límites) que casi todo está bien…pero lo cierto es que si alguien se manifiesta en contra del relativismo moral imperante, rápidamente es criticado y rechazado por el grupo.
El que no piensa conforme a los estándares actuales sufre el desprecio y la repulsa del resto. En esto, poco ha cambiado la sociedad.
Siempre a lo largo de la historia el que ha mantenido posicionamientos diferentes a la mayoría ha sido marginado de la misma forma que actualmente se hace.
Lo único que ha cambiado, eso sí, es la medida de la repulsa (cuanto menos avanzada es la sociedad mayor intensidad de rechazo). También ha variado, obviamente, la forma de pensar, pero la reacción ante lo distinto sigue siendo la misma. Si alguien pensara y actuara como alguien de la sociedad de los años 50, sin lugar a dudas, sufriría también, por su forma de pensar trasnochada, un importante rechazo social.
Lo que se nos olvida es que todas las sociedades, a lo largo del tiempo, se han creído en posesión de la verdad y han estado seguras de que su forma de pensar era la correcta, rechazando cualquier voz que haya mantenido lo contrario.
El ser humano es absolutista y por tanto, las sociedades en las que se integra también lo son, por eso, a mí siempre me ha dado mucho miedo la superioridad moral, venga de dónde venga, puesto que esa supremacía, un día, seguro que también se verá rebasada y rechazada de la misma forma que hoy lo hacen los que dan lecciones de moralidad a los que no mantienen el pensamiento único.
Linkedin: Gabriel Vivancos