Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro
Estaba estos días releyendo “El retrato de Dorian Gray”, que se supone la obra más conseguida de Oscar Wilde y, sin duda, la más perdurable, y de nuevo me sumergí en este fascinante y muy objetable, por otros motivos, escritor.
A pesar de su muy elaborada ironía británica, Wilde era de origen irlandés. Y, al margen de su más o menos amplia producción literaria, siempre me atrajo la figura de Wilde por dos razones. La primera, su inclinación traumática en la época victoriana tardía, por seducir a los jóvenes varones de la aristocracia inglesa.
Esta circunstancia le llevó a la cárcel de Reading, donde escribió De profundis, epístola dirigida a Lord Alfred Douglas en marzo de 1897, dos meses antes de que el escritor irlandés terminara de cumplir la sentencia que le fue impuesta por el delito de sodomía, a instancias del padre de Douglas. Con su amante realizó en torno a 1894 un viaje a Argel donde, por decirlo de un modo aseado, pudieron conectar con un amplio catálogo de jóvenes árabes y también caribeños.
Pero la otra razón es la finura con que construyó su famosa colección de frases – parece que todas de él – que combinaban juegos de palabras, reflexiones aparentemente contradictorias y, finalmente, un repertorio de reflexiones que, hoy en día, se nos presentan frescas, atinadas, con el atractivo que sólo lo snob bien articulado puede ofrecer.
Y pensaba en que existe una correspondencia – más vulgar, en el mejor sentido del término - entre las cosas que dijo y cosas, siquiera refranes o dichos que empleamos ahora y, en un plano más local, también en Murcia.
El título del presente artículo tendría una traducción perfecta si aplicamos la máxima de que “de dinero y santidad, la mitad de la mitad”. Pero es que otra de sus más geniales afirmaciones “sólo la gente superficial no se guía por la primera impresión “, cuadra con esa expresión tan murciana de “me da el olisque”. Esto del olisque es de difícil hermeneútica, pero podríamos concluir que la naturaleza nos ha dotado a los de aquí de una cualidad extrasensorial; de un procedimiento sumario y altamente eficaz para el diagnóstico de personas y situaciones.
Nos acompaña desde jóvenes y va adquiriendo su madurez al mismo tiempo que nosotros. No es exactamente un atributo paranormal. Es más sencillo: es el fruto de siglos de tener que andar muy espabilado. De tener la imperiosa necesidad de un enjuiciamiento rápido de personas y asuntos.
Y no sólo acaba ahí nuestra inesperada conexión con Wilde.
El respetuoso resumen del legado de Wilde podría bien consistir en la exaltación del escepticismo. Y aquí en eso somos maestros. No sólo por la tantas veces citada expresión- axiomática- de que “al primero que amarra no le falta soga”, sino porque frente a las incoherencias, debilidades, insuficiencias o imperfecciones de algún semejante, solemos concluir con una sentencia:
“Guárdame la cría “.
Y ahí termina la cuestión. Normalmente.
Linkedin: Francisco Martínez Ruiz