Sábado, 06 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓN¿Cómo vamos a dormir si habéis quemado nuestras camas? El rugido de Midnight Oil
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Rafael García-Purriños

¿Cómo vamos a dormir si habéis quemado nuestras camas? El rugido de Midnight Oil

 

Un bajo hipnótico, una batería implacable, guitarras, metales, y la voz grave y carismática de Peter Garrett pusieron a bailar al planeta en 1987.

 

Todo ello con una letra que no lanza precisamente indirectas. Es un rugido, un grito de justicia, una advertencia, una rendición de cuentas. “¿Cómo vamos a bailar si nuestra tierra está cambiando”, “¿Cómo vamos a dormir mientras están ardiendo nuestras camas?” No son solo metáforas. Era política. Era historia. La tierra y los pueblos australianos hablaban a todo el planeta con sus pueblos en llamas y su territorio herido por las pruebas nucleares.

 

Midnight Oil se formó en Sydney en 1972, primero como Farm. Rock australiano, con un sonido crudo, sin adornos, que fue ganando terreno en la escena independiente. Buscando algo más de identidad, decidieron adoptar un nuevo nombre. Así que escribieron una lista de posibles denominaciones y la sometieron a votación entre sus seguidores en una emisora de radio comunitaria. Ganó Midnight Oil, que les venía como un guante. Porque ellos no venían a dormir tranquilos. Venían a molestar. A quedarse despiertos y a despertar conciencias.

 

Y es que, además de músicos, querían ser agitadores. Su cantante, Peter Garrett, no pasaba precisamente desapercibido: más de dos metros de altura, calvo, carismático. Pero era mucho más que una imagen impactante: no era solamente cantante, era un abogado ambientalista, un activista, un letrista implacable en sus denuncias.

 

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Durante los primeros años se ganaron una reputación de banda incendiaria en vivo: Una fuerza elemental sobre el escenario. Pero fue en los años 80 cuando decidieron ir más allá del rock: querían contar lo que nadie contaba. Hablaron del poder militar, de la amenaza nuclear, del deterioro ecológico, de la causa aborigen.  

 

Y entonces, llegó Diesel and Dust, y con él, el momento de decir “fair’s fair”: “lo justo es lo justo”. Una obra maestra que, en lo musical, pasó más desapercibido, en conjunto, de lo que merecía. Seguramente por lo poderoso del mensaje de sus letras, y la enorme popularidad de su canción emblema, la que abría el disco, y este artículo.

 

Beds Are Burning, presente en cualquier lista de clásicos del siglo XX, es una denuncia directa del expolio sufrido por los pueblos aborígenes australianos. Su letra hace referencia a los Pintupi, desplazados brutalmente de sus tierras en los años 50 durante los ensayos nucleares británicos. “It belongs to them, let’s give it back”.

 

Su letra directa y explícita, sonó en radios de todo el mundo, en discotecas, en estadios. Dirigida a quienes preferían el mito colonial al reconocimiento de la injusticia. La canción les agarraba de las solapas y les exigía respuestas. Preguntaba cómo es posible vivir en paz en una tierra robada y devastada.

 

Midnight Oil no se detuvo ahí. Su activismo no era una pose ni una estrategia comercial. Se negaban a tocar en lugares patrocinados por empresas contaminantes. Donaban lo recaudado a organizaciones indígenas y ambientales. Hicieron giras por el desierto australiano para tocar en comunidades olvidadas. Grabaron canciones como Blue Sky Mine, un tema desgarrador sobre los trabajadores expuestos al asbesto en la mina de Wittenoom; The Dead Heart, para una exposición oficial sobre los pueblos indígenas, que convirtieron en un lamento que relataba el dolor aborigen; Short Memory, que da un repaso crudo a los horrores del Siglo XX (la guerra, las dictaduras, la esclavitud); Rivers Run Red, sobre la contaminación de los ríos; Power and the Passion, contra la apatía política; Truganini, sobre el genocidio indígena; Put Down That Weapon, contra la violencia armada; o Whoah, un canto ritual a una Tierra herida. Cada canción, un mensaje, un acto de resistencia.

 

Su momento más recordado fue en el año 2000: Juegos Olímpicos de Sídney. Ceremonia de clausura. Millones de espectadores en todo el mundo. Midnight Oil, sobre el escenario con trajes negros que decían, simplemente, “SORRY”. Un acto valiente de dignidad, de justicia simbólica en un país donde el gobierno se había negado a pedir perdón a los pueblos aborígenes por las generaciones robadas como parte de un sistema de asimilación despiadado, y por el expolio de sus tierras. Fue un acto silencioso, sin discursos, pero de una enorme fuerza moral. Midnight Oil le dijo al mundo: Australia tiene cuentas pendientes. Y a nosotros sí que nos importa.

 

Poco después, en 2004, Peter Garrett decidió dejar la música para entrar en política. Fue elegido diputado del Partido Laborista y, más tarde, ministro de Medio Ambiente, y luego de Educación. Muchos se sintieron traicionados. Porque la política, con su maquinaria de concesiones y medias tintas, no permite el tipo de pureza que Garrett había defendido en los escenarios. Hubo avances, sí. Pero también frustraciones.

 

Hoy, mientras los incendios forestales arrasan continentes, mientras el mar se traga costas, mientras las especies desaparecen y los mares y ríos se contaminan, mientras los pueblos indígenas siguen esperando justicia, la música de Midnight Oil suena más actual que nunca. Recordándonos la importancia de la justicia y la sostenibilidad.

 

Porque el planeta entero está en llamas. Y seguimos durmiendo.

 

O haciendo como que dormimos.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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