Domingo, 07 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNBrian Wilson, el genio frágil encerrado en una habitación
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Rafael García-Purriños

Brian Wilson, el genio frágil encerrado en una habitación

 

Como bien enseñaba el profesor del 'Club de los poetas muertos', la obra de arte no se mide: se siente. Y si Pet Sounds es la cumbre creativa de un genio como Brian Wilson (fallecido este miércoles a los 82 años), uno de los mayores, no es por su importancia o por su éxito, es porque vuelca en ella su corazón, su alma y su vida. Y nos la transmite.

 

Brian Wilson confesó que su motivación para crear ese disco fue el Rubber Soul de los Beatles: "Fue un cambio definitivo para mí. Vi que cada tema era artísticamente estimulante e interesante y me motivó para trabajar en Pet Sounds." A su vez, el disco influyó de manera decisiva en los Beatles, a la hora de firmar el Sgt. Pepper’s. “Se lo he tocado tantas veces a John que es imposible que no sea una influencia”, decía Paul. Esa cadena de inspiración –Beatles, Beach Boys, Beatles otra vez– fue, para ambos, subirse a hombros de gigantes, donde unos, subidos a otros fueron capaces de ver mucho más allá.

 

Pet Sounds no es solo un disco asombroso, creativo, elegante, es una creación profundamente personal. Tan personal que, cuando el resto del grupo volvió de gira, se encontró con el disco ya grabado, a falta de poner sus (magníficas) voces.

 

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Ya no quería salir de gira, se había encerrado en el estudio con un ejército de músicos, ideas, sonidos, y una obsesión por la perfección que rozaba lo sagrado. Además de los Beatles, del Wall of Sound y del pop barroco, y de influencias de la música clásica, podemos encontrar arreglos en los instrumentos más diversos (orquestas de cuerda, flautas, oboes, mandolinas, Theremin…), pero sobre todo arreglos vocales maravillosamente concebidos e interpretados.

 

Se editó en mayo de 1966. Y la música pop no volvió a ser la misma.

 

Para entender a Brian Wilson, hay que mirar también lo que lo rodeaba. Desde muy joven, la música fue su escondite. Su habitación fue su primer refugio, un lugar donde se encerraba para componer, grabar armonías, y soñar. Lo contó en una de sus primeras canciones, In My Room: “Hay un mundo donde puedo ir y contar mis secretos, en mi habitación".

 

Esa canción no era solo un tema pop: era una confesión. Un cuarto de adolescente convertido en santuario, donde podía ser él mismo, lejos de los gritos, del miedo, de un mundo que no entendía su extrema fragilidad, su enorme sensibilidad.

 

Su padre, Murry Wilson, fue una figura tan determinante como destructiva. Autoritario, violento, controlador, ejercía sobre Brian una presión que lo impulsó al perfeccionismo, sí, pero también a un miedo constante a no estar a la altura...

 

En los Beach Boys, Brian era el alma creativa, pero no siempre encontraba eco en sus compañeros, más apegados al éxito comercial inmediato.

 

La imagen luminosa y surfera del grupo contrastaba con su tormenta interior: mientras el mundo coreaba “Fun, Fun, Fun”, Brian escribía canciones sobre el desamor, la angustia, la fragilidad y la necesidad de cariño.

 

En su búsqueda por superarse, empezó a trabajar en un proyecto aún más ambicioso: Smile, el “álbum adolescente para Dios”. Junto al letrista Van Dyke Parks, ideó una sinfonía pop psicodélica y fragmentada, llena de experimentación, humor absurdo y misticismo. Pero la presión acabó por romperlo. Smile quedó inconcluso, convertido en mito, en herida abierta. El genio no pudo terminar su obra.

 

Y entonces vino la oscuridad. Brian, aislado, dejó de girar, dejó de grabar, dejó incluso de hablar. Permanecía en casa, encerrado en su cama, engordando, perdiéndose. Fue diagnosticado de trastornos mentales -esquizofrenia paranoide, trastorno bipolar, depresión severa-.

 

En los años ochenta, en un intento desesperado por ayudarlo, su familia lo puso en manos del psicólogo Eugene Landy. Pero lo que empezó como una terapia se convirtió en una pesadilla: Landy controlaba su vida entera, desde sus medicinas hasta sus finanzas, su alimentación y hasta sus relaciones personales. Llegó a firmar hasta sus canciones Brian, frágil y dependiente, quedó atrapado bajo su dominio.

 

Un día fue a comprar un coche al concesionario donde trabajaba Melinda Ledbetter, y encontró una mujer con la que halló la forma de liberarse de ese control. Melinda se convirtió en su ancla, su salvación, su hogar.

 

Y contra todo pronóstico, volvió. En los 2000, no solo recuperó parte de su autonomía, sino que por fin terminó Smile. Publicado en 2004, no solo cerró un círculo emocional, sino que confirmó lo que ya sabíamos: que Brian Wilson era un compositor que había venido a hacer del pop un lenguaje tan rico y complejo como cualquier obra clásica.

 

En su etapa solista dejó maravillas como Love and Mercy, himno silencioso para los heridos, o las luminosas imagination o Melt away, y giró por todo el mundo, ya sin la presión de demostrar nada, solo con la necesidad de compartir su música.

 

Amaba a Phil Spector, a quien consideraba su mayor influencia. Brian tomó su muro de sonido y le abrió ventanas. Entró la luz, la armonía, la dulzura. Donde Spector era grandilocuente, Brian era íntimo, emocional.

 

Nos mostró que el pop podía tener alma, profundidad, belleza. Nos enseñó que los genios también se rompen. Que necesitan ayuda, como cualquiera. Pero que, en medio de su fragilidad, son capaces de construir obras que nos acompañan, y consuelan, toda la vida.

 

Como God Only Knows, una de las canciones de amor más hermosas jamás escritas. Como Wouldn’t it be nice, Don’t worry baby,  Surf’s Up, Good Vibrations, Don’t Talk (Put Your Head on My Shoulder), Love and Mercy, y tantas otras piezas de orfebrería pop, que siguen ahí. Recordándonos que no hace falta ser perfecto, que puedes tener dolor y, de él, extraer belleza.

 

Brian Wilson partió hacia la eternidad-Y una eternidad es lo que necesitaríamos para agradecerle.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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