Viernes, 05 de Septiembre de 2025
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OPINIÓNAlan Parsons: el genio que nunca quiso ser protagonista
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Rafael García-Purriños

Alan Parsons: el genio que nunca quiso ser protagonista

 

Mientras el mundo llenaba estadios y aplaudía a los ídolos que dominaban el escenario, él se escondía en la cabina de grabación. Para, desde ahí, entrar en la historia de la música; una historia que esta noche se hace presente en la plaza de Toros de Murcia (21.30 horas).

 

Con poco más de 19 años trabajó en los míticos estudios Abbey Road. Fue uno de los técnicos que grabaron Abbey Road y Let It Be de los Beatles.

 

Más adelante se encargó del sonido de The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. Los relojes, las respiraciones, los efectos psicodélicos, llevaron su firma. Y quedó, a su vez, profundamente impresionado por esa obra maestra del rock progresivo.

 

Así que, junto al compositor, cantante y pianista Eric Woolfson, ideó una especie de banda sin rostro fijo, con diferentes cantantes, sin conciertos, sin entrevistas:The Alan Parsons Project. Un experimento donde la producción era tan importante como la música. Donde cada disco era un concepto, un universo. Donde la melodía, la armonía y el sonido estaban cuidadosamente al servicio de la historia que contaba.

 

Así nació Tales of Mystery and Imagination en 1976, inspirado en la obra de Edgar Allan Poe. Una colección de piezas oscuras, densas, que exploraban el terror, la culpa, la locura. The Raven fue una de las primeras canciones en usar vocoder en una voz principal.

 

Después llegó I Robot, en 1977. Inspirado en Asimov, y centrado en el dilema de la inteligencia artificial (has leído bien, en 1977) como reflejo del alma humana. Un disco elegante, lleno de sintetizadores, coros robóticos, atmósferas espaciales.

 

En Pyramid (1978), la idea era la obsesión humana con la inmortalidad. Las letras hablaban del tiempo, del poder, de la búsqueda de sentido. Un disco lleno de preguntas sin respuesta. Y de sintonías utilizadas por la TV.

 

Con Eve (1979), el Project bajaba a la tierra para centrarse en el universo femenino. Como misterio. Como contradicción. Las canciones hablaban de fuerza, fragilidad, deseo. Lucifer, la instrumental que abre el disco, es una joya progresiva que todavía sonará moderna en el siglo XXII.

 

En 1980 llegó The Turn of a Friendly Card, una meditación delicada sobre el juego, el destino y la adicción como metáforas de la vida (entonces y ahora) moderna. El disco se estructura como una especie de suite.

 

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Y entonces llegó Eye in the Sky, en 1982. Por fin, después de años en las sombras del estudio, Alan Parsons tuvo un hit. Eye in the Sky, un éxito pop, sí, pero con una profundidad sonora (y en cuanto a letra) que pocas canciones comerciales han alcanzado. El disco, además, es una joya de principio a fin. Sirius, con su introducción cósmica, Mammagamma que anticipó el universo electrónico.  Y en el centro de todo, dos canciones inmensas: Silence and I, y Old and Wise, una despedida escrita desde el futuro.

 

Después vino Ammonia Avenue (1984), con sus reflexiones sobre la incomunicación. Allí se encuentra otra de sus maravillas: Don’t Answer Me., con su fantástico videoclip.

 

Y en 1985 llegó Vulture Culture, un álbum más directo. Desde el arranque con Let’s Talk About Me, y la joya: Days Are Numbers (The Traveller), melancólica, casi resignada. Como quien sabe que el tiempo es breve, pero aun así decide caminar. The traveller is always leaving home, canta, y uno siente que ese viajero podría ser cualquiera de nosotros. O ellos mismos. Y para cerrar el álbum, la despedida, The Same Old Sun.

 

Stereotomy apareció en 1986, con un sonido más frío, más digital. El título venía de Edgar Allan Poe, como en sus orígenes, pero esta vez la tecnología, la alienación y la presión sobre las figuras públicas eran los protagonistas. No es su disco más accesible, paso casi desapercibido, pero es el que más riesgo asumió: sintetizadores más agresivos, estructuras menos convencionales. Una obra que exige varias escuchas y algo de paciencia.

 

En 1987 llegó Gaudi, inspirado en el arquitecto catalán, pero también en la figura del creador incomprendido. Con una atmósfera elegante y suave, una invitación a contemplar la belleza. Fue el último álbum oficial del Project al completo.

 

Porque Freudiana, de 1990, no fue un disco del Project, Woolfson había concebido una especie de musical basado en las teorías de Sigmund Freud, y aunque el nombre Alan Parsons Project no figuraba en la portada, casi todos los músicos y el equipo creativo estaban allí.

 

Tras la disolución del Project, Alan Parsons siguió su camino con una discografía solista discreta, menos conocida, pero consistente. AsíTry Anything Once (1993), cuyas canciones no responden, como era habitual, a un concepto.

 

Esa marca de la casa se recupera en On Air (1996), un recorrido por la historia de la aviación, de Icaro a las naves espaciales, como reflexión sobre la fragilidad y la pérdida.

 

En The Time Machine (1999), el tiempo es tema principal, pero no único, y en A Valid Path (2004) da un importante salto en el estilo: electrónica, loops, colaboraciones inesperadas con David Gilmour y The Crystal Method. Un disco extraño.

 

La idea de una reunificación del proyecto se hizo ya imposible cuando Woolfson murió en 2009, y dejó a Parsons solo con el peso de su legado.

 

A ello le siguió un largo tiempo de silencio, hasta que, tras quince años, en 2019 editó The Secret, un trabajo centrado en temas como la alquimia, la magia y la ciencia.

 

Por fin, en 2022, hasta ahora el último, From the New World. Que nos remite a la idea de renovarse constantemente.

 

Parsons sigue haciendo lo que siempre hizo: música que suena como si viniera de otro lugar, pero que es de este tiempo, de todo tiempo. Y esto es lo que trae hoy a Murcia.

 

Fíjese en los que no buscan el centro del escenario, porque cuando tienes luz propia, no necesitas acercarte a los focos.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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