Directivo, entrena como trabajas, trabaja como entrenas
Una de las razones por las que estoy hoy escribiendo estas líneas es porque mi tía murió de una parada cardiaca, justo en la puerta de mi edificio. Nadie supo qué hacer. No hubo nadie formado. No hubo un desfibrilador cerca.
Y no se pudo hacer nada.
Aquel momento, doloroso y brutal, marcó mi vida. Me hizo entender lo frágil que es todo si no estás preparado. Con el tiempo, esa experiencia personal se convirtió en el motor que me llevó a iniciar un proyecto en el que pudiera mezclar dos cosas que me importan profundamente: mi experiencia profesional y mi vocación social.
Poco después, una conversación con mi tío reforzó esa dirección. Me contó que había publicado un artículo en una de las revistas médicas más importantes del mundo. “Con esta investigación”, me dijo, “siento que he conseguido dejar el mundo un poco mejor de lo que me lo encontré”.
Esa frase se me quedó grabada.
Y a día de hoy me acompaña cada vez que me enfrento a decisiones difíciles. Porque si algo tengo claro es que quiero trabajar para cambiar las cosas, aunque sea en una pequeña parte.
Ser directivo no era algo que tuviera previsto. En mis etapas pasadas nunca ocupé puestos de dirección, pero fui observador. Aprendí mucho de lo que me gustaba -y sobre todo de lo que no- de mis jefes. Y cuando me tocó a mí liderar un equipo, entendí que esa responsabilidad va mucho más allá de dar instrucciones: implica dar ejemplo, marcar rumbo, sostener en los momentos difíciles y, sobre todo, rodearte de gente más lista que tú para seguir creciendo.
En el entorno de las emergencias sanitarias, donde trabajo, hay una frase que repetimos constantemente:
“Entrena como trabajas. Trabaja como entrenas”.
Porque cuando llega la emergencia, no improvisas. No te elevas al nivel de tus expectativas. Caes al nivel de tu entrenamiento.
Y esa filosofía, créeme, es perfectamente aplicable a la dirección empresarial.
Como directivos, nos enfrentamos a decisiones complejas, muchas veces con poca información, poco tiempo y mucha presión. También nos enfrentamos a días tranquilos en los que -aparentemente- no pasa nada. Y es ahí donde se entrena.
Ahí es donde se entrena el carácter, la escucha, la coherencia, la estrategia.
Ahí se aprende a tomar decisiones difíciles sin perder el norte.
Ahí se cultiva la resiliencia que hará falta cuando todo tiemble.
Vivimos tiempos donde el liderazgo no puede ser decorativo.
O somos directivos entrenados, o seremos directivos desbordados.
Porque liderar personas, proyectos o propósitos requiere mucho más que un cargo: requiere propósito, preparación y práctica constante.
Yo aún estoy aprendiendo. Cada día. Cada error. Cada conversación.
Pero tengo claro que la dirección no es un destino, es un camino. Y como todo camino valioso, hay que recorrerlo con humildad, atención y entrenamiento.
Linkedin: Pablo Argudo