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BOLETÍN DEL ESTADO

El sobrecogedor relato que convierte la Cárcel Vieja en Lugar de Memoria Democrática

El ministerio de Política Territorial dicta medidas de protección del edificio, hoy convertido en un centro de cultura

F. A. Viernes, 20 de Junio de 2025
Fachada principal de la Cárcel ViejaFachada principal de la Cárcel Vieja

 

El ministerio de Política Territorial publica hoy en el Boletín del Estado la declaración de la ‘Cárcel Vieja’ de Murcia (oficialmente ‘Antigua prisión provincial’) en Lugar de Memoria Democrática.

 

El relato explicativo que justifica esta declaración es sobrecogedor:

 

“La cárcel provincial de Murcia fue concebida en 1922 e inaugurada en 1929 para reemplazar a la antigua prisión de la Misericordia Nueva, una especie de caserón en mal estado situado en el paseo de Garay en el que los reclusos vivían en condiciones deplorables.

 

Desde entonces, la prisión provincial de Murcia se convirtió en el principal centro penitenciario de la región, con capacidad para 400 reclusos. Este cambio se debió a las nuevas tendencias penitenciarias de la Dictadura de Primo de Rivera, que promovían la regeneración moral del preso y buscaban acoger a un número creciente de detenidos por razones políticas, en una época en la que anarquistas y comunistas eran severamente perseguidos.

 

Durante la II República y la guerra de España, la prisión siguió siendo centro penitenciario republicano convirtiéndose, tras la victoria del bando sublevado, en un símbolo de la represión del nuevo régimen, y, junto a los conventos de Las Isabelas y Las Agustinas, uno de los principales centros de internamiento de republicanos en Murcia. Entre los años 1940 y 1944 pasaron por la cárcel provincial de Murcia 7.903 hombres y cerca de 1.300 mujeres. Al menos 1.500 fueron víctimas condenadas a muerte y fusiladas, realizándose la mayoría de los fusilamientos en las tapias del patio de la cárcel y en sus muros, haciendo un total de 520 fusilamientos en ambos espacios.

 

En la antigua prisión de Murcia, los detenidos esperaban juicios sumarísimos, llegando a superar los 3.000 presos en instalaciones diseñadas para 400 personas, lo que llevaba a vivir en condiciones de vida terribles. Los reclusos dormían en los patios y sufrían escasez de alimentos incompatible con la vida humana, lo que facilitaba la aparición de múltiples enfermedades, además de las deplorables condiciones higiénicas y sanitarias. Los presos se encontraban hacinados, llegando a albergar a unos diez presos por celda en los momentos más álgidos de las detenciones, lo que provocó que al menos 383 murieran por enfermedades no tratadas, a las que habría que sumar las que fallecieron por otros motivos nunca aclarados por las autoridades locales del régimen.

 

La historiadora [Fuensanta] Escudero Andújar confirma que en los patios de la prisión se llevaron a cabo numerosos fusilamientos en presencia de otros presos, quienes eran obligados a pasar por encima de los cadáveres. Otros estudios confirman la muerte de 500 personas. Durante la posguerra, la cárcel albergó a presos en celdas de castigo por tiempos de hasta 60 días, dependiendo de la gravedad de sus faltas.

 

La vida cotidiana de los presos durante la posguerra fue extremadamente dura, no solo por las condiciones mencionadas, sino también por el estricto régimen carcelario y las intensas medidas de adoctrinamiento moral, religioso y político. La correspondencia privada era revisada y censurada, y se imponían castigos ante cualquier sospecha de ideología izquierdista. Los presos debían acudir obligatoriamente a misa diaria, y se celebraban regularmente festividades religiosas. Aquellos que contaran con el visto bueno del capellán tenían prioridad para acceder a actividades que reducían la pena, incluso para obtener informes de libertad condicional.

 

Tras la posguerra, la cárcel se normalizó como institución penitenciaria y se integró en el entorno urbano durante los años 60 y 70, con la expansión de la ciudad. En 1981, dejó de funcionar como centro penitenciario y se inauguró una nueva prisión en Sangonera. La antigua cárcel provincial de Murcia quedó desde entonces como un lugar de recuerdo del terror de la represión franquista en la provincia y como un lugar, al mismo tiempo, de resistencia de los opositores al régimen”.

 

El ayuntamiento de Murcia, como propietario de este edificio, actualmente convertido en centro cultural y que en breve albergará también una cafetería, está obligado a mantener algunos de sus espacios en su estado original, entre ellos las celdas de un módulo, uno de los patios, un tamo de muro, una garita y otras zonas con “vestigios significativos que preserven el carácter penitenciario y el recuerdo de la vida carcelaria”.

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