Alan Parsons, mucho más que nostalgia
A las nueve y media en punto, como si lo hubiera programado una máquina, comenzó el concierto de Alan Parsons Live Project en la Plaza de Toros de Murcia. Casi lleno hasta la bandera. Calor, mucho. En el aire, y también en el público. Un calor que se convirtió pronto en ovación, y luego en viaje: casi dos horas de música espectacular y emocionante.
Parsons, a sus 76 años, permanecía en segundo plano, sentado, casi escondido. Como ha hecho siempre. Él no necesita foco; lo suyo es el control del sonido, la arquitectura desde las sombras. Y en la noche del viernes, ese sonido fue impecable: nítido, envolvente, espectacular. Lo acompañaba una banda solvente, de esas que no fallan una nota, precisa y espectacular en lo técnico, pero humana, muy humana.
El repertorio fue un recorrido generoso por su universo. Alternaban una lenta, una rápida, como en un guion pensado al milímetro. Con momentos realmente memorables: los sintetizadores oscuros y afilados del medley Breakdown/The Raven, la melancolía luminosa de Old and Wise, la intensidad de La Sagrada Familia, el pop perfecto de Don’t answer me o Let’s Talk About Me o la épica emocional de Time, que se convirtió en uno de los grandes momentos de la noche.
Hubo también guiños: un fragmento instrumental de Mediterráneo de Serrat, el comienzo a piano del return of a friendly card, y una recta final que fue pura apoteosis: Sirius y Eye in the Sky elevaron la noche, y en los bises, Games People Play puso a todos en pie, poniendo el cierre a la noche con su energía contagiosa, y dejando con ganas de más.
Todo fluyó como en un disco conceptual, de esos que son marca de la casa, Aunque, en realidad, había más de una docena de discos representados, en un set que alternó lo introspectivo con lo épico, lo íntimo con lo espectacular.
Este viernes, dentro del ciclo MurciaOn y la organización de Ibolele Producciones, Parsons demostró que no todo es nostalgia. Que hay clásicos que siempre serán presente, y que suenan a futuro. Que se puede emocionar sin aspavientos. Que se puede llenar una plaza sin necesidad de grandes estridencias.
De estos conciertos que uno recuerda toda la vida.
Linkedin: Rafael García-Purriños