Sábado, 06 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNThelma y Louise
  • Buscar
María Belén Albaladejo

Thelma y Louise

 

¿Es casualidad o hay algún botón oculto que hace que el copiloto o el resto de ocupantes de un coche siempre crean que conducen mejor que la persona sentada frente al volante?

 

Me explico: puedes ir conduciendo tan tranquila, a un ritmo en perfecto equilibrio, pisando embrague cuando toca, poniendo intermitente al realizar maniobras, fluyendo por el asfalto con una maestría avalada por prácticas casi diarias desde el año 1985, sin percance alguno.  Antes, en la tierna juventud, practicando en los coches de choque de las ferias veraniegas, ¡anda que no hemos esquivado topazos! Sin equivocarnos de recorrido, sin saltarnos un semáforo, con total atención a los movimientos propios y al de resto de vehículos. Llegando  donde vamos y aparcando.

 

A lo mejor es cosa de magia y creemos que sabemos algo de cómo se conduce por pura vanidad.

 

Como el coche vaya ocupado con un copiloto o alguien más en la parte trasera, esa casualidad o ese botón misterioso se activa y todos ellos, casi siempre, conducen mejor. Es un hecho irrefutable.

 

[Img #9575]

 

Empieza la lección. Cámbiate de carril, ni se te ocurra cambiarte de carril. Vas lento, vas rápido. Pon intermitente, ¿qué haces con el intermitente puesto? Te va a pillar el semáforo, ya está verde el semáforo. Sigue recto, tuerce en la próxima. Cambia de marcha, no pises tanto embrague. No pases de 2.500 revoluciones (muy de hombre sabio acompañante con sonrisa cínica). Cuidado con el de la derecha. Adelanta que nos van a dar las uvas aquí. Ojo con esa que se te va a cruzar (no sé por qué siempre es “esa”). Ahí cabes, ahí no cabes. Ábrete para girar que rozas, no te abras que invades el carril. Endereza, no te pegues tanto. Y el súmun: ¿quieres que lo aparque yo? Así, con condescendencia.

 

El perfecto Luis Moya de turno consigue sembrar nervios, se nota perfectamente en la tensión de las manos sobre el volante, en el nistagmo de los ojos, Marujita Díaz se queda en mantillas. La tragedia se palpa. El exceso de sudoración se percibe. El diálogo es de novela dramática: “frena que está rojo”, “ya he visto el semáforo”, “lo digo por si te has despistado, si hubieras adelantado a ese no te hubiera pillado”, “¿qué más da?, ¿vamos de parto y no me he enterado?”, “la siguiente a la izquierda”, “piensas que me ha dado un parraque y ya no sé dónde está la casa”.

 

Me extiendo: ni vanidad ni leches, sabemos conducir. Distinguimos perfectamente el rojo del verde. Tenemos las facultades perfectas para fijarnos en la derecha y en la izquierda. Coordinamos a las mil maravillas pies y  manos para pisar embrague y situar la marcha correcta. Sin ser pedantes, sabemos lo que son las revoluciones de un motor. No entramos en carreras por una avenida para frenar a lo bestia. Identificamos perfectamente cuando el motor pide más marcha. Sabemos dónde vamos y como llegar.

 

Yo, en concreto, tengo controlada mi miopía con unas monísimas gafas y percibo a las mil maravillas distancias y semáforos. Soy suave en los cambios. Conozco las flechas blancas sobre fondo azul y las pintadas en el suelo. Aparco donde encuentro y reconozco que, al ser zurda, me viene mejor el lado izquierdo de una calle para aparcar, pero el derecho no me supone ningún problema, si acaso, alguna maniobra más que realizo  sin problema porque dejé hace años de “examinarme” para la perfección. No quiero anticiparme a nada y sobre todo a nadie. No he necesitado nunca sentirme por encima ni hacer alarde de nada.

 

Por vergüenza torera, esa tan española, no me lanzo a la crítica salvaje del copiloto ya que, a veces, me toca ese papel, abandono la conciencia y disparo sangrantes perlas… ¡Será el botón oculto!

 

Aunque la bruja que llevo dentro, cuando conduzco,  me tiente a mirar con ironía a la derecha y soltar:

 

“Listo, ¿Quieres que me haga un Thelma y Louise?”

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.