Domingo, 07 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEl espejo roto del poder
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Lucio Fernández

El espejo roto del poder

 

Déjame contarte una historia. En una empresa multinacional, un alto directivo tomó una decisión que multiplicó los beneficios del trimestre. Era brillante, rápida y eficaz… pero profundamente inmoral. Implicaba maquillar resultados, recortar gastos eliminando controles de calidad y despedir a quienes no aceptaran el nuevo rumbo. La junta lo aplaudió y el mercado lo premió. Y él, en su soledad, comenzó a romperse por dentro.

 

El poder había ganado… pero la ética había perdido.

 

¿Te suena familiar? No hace falta mirar solo al mundo corporativo. En la política española reciente, los titulares se llenan de escándalos: tramas corruptas, amiguismos descarados y decisiones públicas tomadas al servicio de intereses privados. Casos que no son excepciones sino síntomas de una enfermedad más profunda: cuando el poder se convierte en un fin y no en un medio, la ética se vuelve un obstáculo. Y lo mismo ocurre en las empresas.

 

El poder, en sí mismo, no es malo. De hecho, es imprescindible para transformar realidades, tomar decisiones difíciles y liderar con impacto. Pero el problema aparece cuando se convierte en un espejo que deforma la imagen del que lo sostiene. Quien ostenta poder tiende a justificar sus actos como “necesarios”, “estratégicos” o incluso “inevitables”. La ética, entonces, empieza a parecer un lujo, una molestia o una amenaza.

 

La frase de mi admirado Juan José Almagro resuena con más fuerza que nunca: “Cuando el capital se vuelve impaciente, el directivo se vuelve indecente”. ¿Y cómo no va a ser así si la presión por resultados inmediatos, por rendimientos financieros trimestrales, por “ganar antes de salir a jugar” —como decimos en el entorno del liderazgo deportivo— empuja a muchos líderes a cruzar líneas rojas sin mirar atrás?

 

Observemos por un momento la política española. Hemos visto cómo ciertos líderes, una vez alcanzada la cima, han convertido la ética en un accesorio decorativo. Se premian las lealtades ciegas, se castiga la crítica interna, se utiliza la legalidad como escudo y no como compromiso. ¿No ocurre algo similar en muchas empresas donde el éxito se mide sólo en beneficios y no en impacto social, sostenibilidad o coherencia?

 

La corrupción empresarial rara vez comienza con un gran escándalo. Empieza con pequeñas concesiones: falsear un informe, contratar por contactos, ocultar información a un cliente. Y cuando nadie dice nada, el silencio se institucionaliza. Así como en la política el “todo vale” ha degradado la confianza ciudadana, en las organizaciones esa misma lógica erosiona la cultura corporativa y dinamita el compromiso interno.

 

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Pero aquí viene la paradoja que pocos quieren mirar: la ética no es solo un freno, es también un acelerador. Las empresas que actúan con principios claros, que lideran con propósito y que integran la sostenibilidad en su estrategia son las que están construyendo ventajas competitivas reales y duraderas.

 

La ética bien entendida no es un lastre, es una brújula. Porque, como decía Séneca, “la recompensa de una buena acción está en haberla hecho”. Y en el mundo de la empresa, esa recompensa también se traduce en reputación, fidelización de talento, sostenibilidad financiera y cohesión interna.

 

¿Y si el verdadero liderazgo fuera una forma de resistencia?

 

En un entorno donde el capital impone su impaciencia, el verdadero líder es aquel que resiste la tentación de la trampa fácil, que protege a su equipo aunque cueste explicar los resultados, que no renuncia a su integridad por una medalla más en su LinkedIn.

 

Liderar con ética no es fácil. Requiere coraje, paciencia y muchas veces, ir contracorriente. Pero también es lo que diferencia a los jefes de los líderes, a los oportunistas de los visionarios, a los que mandan de los que inspiran.

 

Porque el poder, cuando se ejerce con principios, no solo transforma organizaciones, también transforma personas.

 

Linkedin: Lucio Fernández

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