Viernes, 05 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNSororidad
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María Belén Albaladejo

Sororidad

 

Qué tendremos las mujeres que somos capaces de pasar de conversar sobre la receta de las lentejas viudas al conflicto político, social o económico del día sin que ninguna se quede enganchada en el tiempo de cocción de la legumbre. Somos rápidas en entender la urgencia.

 

Somos capaces de coreografiar al milímetro cualquier situación, sin pudor, sin temor, sin pulsión. Somos del momento que vivimos desde el respeto, la sabiduría y la empatía.

 

Somos las que somos inyectadas en sentimientos, desde la percepción hasta su expresión en emoción. Somos a las que se les eriza el vello por pura vida; somos a las que  el alma le llora por los ojos; las que contenemos el dolor. Somos las que se entienden sin idiomas. Somos las que acompañan sin pedir. Las que percibimos el gesto triste de la madre, de la esposa, de la compañera, de la  amiga, de la hermana, de la hija, del padre, del esposo, del compañero, del amigo, del hermano, del hijo, del gato, del perro, del canario, del hámster del nieto.

 

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Somos a las que, los cinco pantalones para planchar, poner en remojo los garbanzos, macerar el solomillo, programar la barredora (no sé por qué le ponen nombre de mujer en todas las casas: Margarita, la Kely, Juanita, etc.), presentar un proyecto en nuestro horario laboral, aclarar, informar y calmar a un cliente disconforme, nos resulta facilísimo y, todo a la vez, solo es una suma simple de dos más dos. No hay problema.

 

Somos un puñado de mujeres en un vestuario de una piscina pública; somos las que nos preocupamos si una de nosotras no acude; somos las que compartimos un secador maravilloso, última tendencia; somos las que nos contamos la bondad de la crema anticelulítica y el libro maravilloso que acabamos de leer; somos las que cedemos el puesto en la cola de la ducha si alguna tiene prisa; las que cantamos por Raphael porque es el preferido de una de nosotras; somos las que buscamos el árbol genealógico e histórico de las otras (algún nexo habrá común).

 

Somos las que recorremos los senderos escarpados, las que escalamos sin vértigo cimas de ninguneo. Somos las que fingimos bienestar para no molestar.

 

Somos la mano de la otra, la risa, el abrazo y el salto en la alegría. La acogida, la mirada, la lágrima en la desgracia de la hermana. Somos la pancarta, la protección y la esperanza de todas.

 

Somos las que lloramos con la pena de la otra, nunca  la entendemos como ajena.

 

Somos las que llevamos, por unos meses, un pañuelo fantástico en la cabeza embelleciendo nuestro rostro, las que no tenemos que preguntar nada porque lo entendemos todo. A las que el cabello,  las pestañas y las cejas nos florecen, en la primavera del tratamiento oncológico, como gardenias olorosas.

 

Somos las que hemos enterrado a personas queridas, luchadoras (va por ti Adela) con  entereza. Sin querer que ocurriera pero asumiendo que la vida tiene un “hasta aquí” biológico.

 

Somos las que queremos compartir un retal de vida.  Las que celebramos conocernos y ayudarnos. Somos las que hablamos llenando de vida un vestuario. Reímos con el chiste tonto de la amiga de la amiga. Conocemos nuestros nombres, esos que nos dan identidad.

 

Somos las comunes mujeres del día a día.

 

Somos las que nos defendemos.

 

Somos sobre las que orbita la vida.

 

Somos la mayoría, la mayoría de mujeres.

 

Somos las que, en lo que llevamos de año, a manos de humanos nunca humanizados y subidos al púlpito de la supremacía machista, hemos muerto 21 veces, enterrado a 3 de nuestros hijos e hijas y dejado sin abrazo materno a 12 criaturas.

 

¿Qué tendremos las mujeres?

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