De la fama al silencio: el viaje interior de Cat Stevens
Haciendo honor a su nombre, Cat Stevens tiene varias vidas. Es el joven melancólico que cantaba 'Father and Son', el dibujante que pinta para alguna de sus portadas, el hombre que casi muere de tuberculosis a los 21 años y que salió de la enfermedad transformado, el hombre que casi se ahoga en Malibú, El artista que, tras alcanzar la fama, lo dejó todo por una búsqueda espiritual. Y también es Yusuf Islam, el educador, el creyente, que fue vetado en radios por un malentendido político y religioso. En él conviven la música y el silencio, la fama y el olvido, las dudas y las certezas.
Stephen Demetri Georgiou, que tal era su nombre, nació en Londres en 1948, hijo de madre sueca y padre grecochipriota.
Después de algunos éxitos en el pop comercial, en 1969 una tuberculosis lo postró un año entero en una habitación de hospital. Y algo empezó a cambiar. Cuando salió, empezó estudiar filosofías orientales, se convierte al vegetarianismo y sus canciones son distintas, más profundas, más personales.
Esas canciones cristalizaron en discos como Mone Bona Jakon, con lady d'arbanville, y sobre todo los dos siguientes:Tea for the Tillerman (1970). Un álbum breve donde aborda temas como la preocupación por el mundo que estamos construyendo (Where Do the Children Play?), la mirada hacia lo femenino (Hard Headed Woman), el deseo de cuidar a alguien y la resignación de no poder hacerlo (Wild World), la fragilidad de la tristeza (Sad Lisa), y esa joya llamada Father and Son. Un diálogo entre generaciones, escrito con una madurez sorprendente para un joven de poco más de veinte años. No hay estereotipos: el padre no es un tirano, el hijo no es un rebelde ciego. Son dos voces que se quieren, pero no terminan de comprenderse. Es una conversación honesta, dolorosa y serena entre generaciones.
Teaser and the Firecat (1971) es un álbum igual de personal, con canciones inolvidables como Morning Has Broken, la adaptación, con la ayuda de Rick Wakeman, de ese himno cristiano escrito sobre la melodía celta "Bunessan”, “Peace Train”, un canto optimista y esperanzador, “How Can I Tell You”, bellísima balada sobre la dificultad de expresar sentimientos, “The Wind” o “if i laugh” con esa sencillez de una canción para niños, y “Moonshadow”, esa mezcla mágica de luz y sombra que se volvió un clásico instantáneo.
Catch Bull at four, de 1972, es de menor nivel que las dos obras maestras que le preceden, pero contiene canciones apreciables como Sitting o Can’t Keep it in.
En 1973 Cat Stevens lanzó Foreigner, un disco que marcó un giro en su carrera. Con un sonido más eléctrico y rockero, más experimental. No tuvo el éxito comercial de sus trabajos anteriores, pero es una pieza clave para entender su evolución artística.
En 1974 apareció Buddha and the Chocolate Box, lo espiritual y lo terrenal en una sola imagen. El disco mantiene esa búsqueda que ya era su marca. Canciones como “Music” y “Oh Very Young” siguen mostrando como sentía que algo faltaba, que incluso la música más bella no bastaba para llenar el vacío que llevaba dentro.
Hacia finales de los años 70, Cat Stevens exploró nuevos sonidos con Izitso (1977), marcando una evolución en su estilo hacia el rock y pop más contemporáneo. Al fin, en 1978 lanzó Back to Earth, discos ya menos inspirados, reflejo ya de un cierto cambio de rumbo vital.
Y es que, en 1977, casi se ahoga en Malibú. En ese momento de angustia, rezó por su vida y prometió buscar la verdad. Su hermano le había traído de un viaje un ejemplar del Corán, comenzó a estudiarlo, y halló lo que buscaba. En 1979, ya convertido y con el nombre de Yusuf Islam, abandonó la música. Subastó sus instrumentos, se retiró de los escenarios y se volcó a la educación y la caridad, creando centros culturales y ayudando a los más necesitados.
La controversia llegó años después, cuando fue malinterpretado en relación con la fatwa contra Salman Rushdie, lo que llevó a que muchas radios lo vetaran. Lejos de discutir, eligió el silencio. Décadas después volvió a la música, sin prisas ni expectativas, para ser la síntesis viva de todo lo que había sido y todo lo que había aprendido.
Lo que emociona de Cat Stevens no es solo su talento, ni su dulzura vocal, ni su habilidad melódica. Es su coherencia. Su capacidad de mirar hacia adentro y vivir en consecuencia, aunque eso implique renunciar a lo que todos consideran éxito. Decía Silvio Rodríguez que “no cuesta nada mirarse para adentro” Desde luego, lo que si cuesta es tomar decisiones en consecuencia.
Y, ya en un segundo plano, sigue ahí. Cantando. Enseñando. Viviendo con la misma serenidad con la que, hace tantos años, cantaba a los niños que juegan, a los padres que no entienden, a las mujeres fuertes, a los sueños que se escapan. Yusuf/Cat, además de canciones, dibujó puentes entre mundos.
Y en esos puentes todavía hay gente cruzando, buscando lo mismo que él: un poco de sentido, algo de luz, y una melodía que les haga sentir menos solos.
Linkedin: Rafael García-Purriños