Viernes, 05 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNFrancesco De Gregori, el príncipe que cuenta historias
  • Buscar
Rafael García-Purriños

Francesco De Gregori, el príncipe que cuenta historias

 

Francesco De Gregori, la voz que viene de un rincón de Roma, la ciudad eterna y universal y, al mismo tiempo habla al corazón de cualquiera, en cualquier lugar del mundo. Conocido como 'il Principe', De Gregori no solo compone canciones: escribe, y canta, sentimientos.

 

Su relación con la música comenzó pronto, como una necesidad. Era un adolescente cuando descubrió a Bob Dylan, y sintió que todo cobraba sentido. No entendía el inglés, pero intuía que esas letras escondían algo esencial. Diccionario en mano, se sentaba a traducirlas palabra por palabra. “Dylan no me enseñó a cantar, me enseñó a pensar”, dice. Y esa influencia fue tan profunda que marcó toda su carrera: las imágenes líricas, las metáforas que caminan entre lo íntimo y lo político, el lenguaje que a veces parece cifrado pero que termina por hablarte directamente, como escrito solo para ti.

 

En 1975, con apenas 24 años, De Gregori publicó Rimmel, la obra maestra que lo consagró. La canción que da nombre al disco es una maravillosa oda a la melancolía. Con una cadencia suave, como resignada, De Gregori canta un amor que se va desdibujando y escurriendo en sus manos, como arena, como el rimmel de una mujer que llora. Para quien esto escribe, una de las mejores canciones de (des)amor jamás compuestas. No busca explicar nada, no pretende dar respuestas, solo dejarte ahí, sentado en el borde de un recuerdo que no es el tuyo, pero que reconoces como propio.

 

[Img #9709]

 

A finales de los años setenta, De Gregori emprendió una de las aventuras más recordadas de su carrera: la gira y el disco Banana Republic junto a Lucio Dalla. Fue más que un encuentro musical; fue un choque de sensibilidades, una celebración de la canción de autor italiana. En aquellos conciertos masivos, bajo un cielo de verano, la poesía de Francesco y la energía de Dalla se entrelazaban de forma mágica. Banana Republic fue también un retrato de Italia, esa Italia que miraba con escepticismo sus instituciones, sus mitos y sus promesas rotas. Y también la que no tiene miedo y se levanta sin hacer ruido, la que “resiste”, aunque nadie lo celebre. Una Italia herida y hermosa, que vive en los versos de De Gregori como una patria hecha de dudas, de lucha, y de ternura.

 

A lo largo de los años, siguió explorando sonidos, colaborando con otros artistas y editando discos, incluido un disco entero con canciones de Bob Dylan adaptadas al italiano.

 

Hoy, Francesco De Gregori sigue componiendo, sigue tocando, sigue emocionando. Su voz, ya levemente quebrada, sigue diciendo cosas que necesitamos escuchar, pero que solo lo sabemos cuándo están sonando: guerras y trenes que se pierden, hombres que se consumen ante el piano de un bar, amores que se alejan dejando solamente fotos en las que sonríen, pero no miran, ases escondidos, palabras que duelen, memorias que no terminan de cicatrizar. Lo que queda entre las páginas claras y las páginas oscuras.

 

Personajes que simbolizan emociones: Pablo, el migrante que parte sin promesas, que muere y sigue vivo; Alice, que ve lo que pasa a su alrededor pero no lo percibe, Tobía, el joven explorador que salva al tren de un accidente; Nino, que aprende a no tener miedo de tirar el penalti; el bandido y el campeón ciclista, unidos por una amistad más fuerte que el juicio del mundo; el fuochista, que mantiene en marcha el barco desde las sombras; las campesinas silenciosas de Le storie di ieri, que sobreviven entre la historia y el olvido; la donna cannone, que parte sin decir adiós, en busca de una libertad sin permiso; Cesare, que lleva seis horas esperando a su amor bajo la lluvia; Caterina, que canta a la ausencia y al amor perdido; el general, que duerme bajo el sol mientras otros mueren por él; la campesina, con cincuenta años y cinco hijos dejados al mundo como soldados y que aún no han regresado; Mimì, que se va caminando con su hija de la mano, con el corazón hecho pedazos por un amor no correspondido; Lupo, y los cuentos que se hacían realidad; la madre de La storia, que guarda silencio mientras la historia vuelve a repetirse sobre los cuerpos de sus hijos. Bufalo Bill, héroe cansado de una epopeya que ya no cree en sí misma; El padre marinero, que se fue para no volver, arrastrado por el viento y el mar. El niño que se subía todos los días a un árbol para mirar al cielo; el señor Hood, con dos pistolas cargadas de fogueo, y una cesta llena de palabras; los del Titanic, que bailan mientras el mundo se hunde; y los que rezan a Santa Lucia, pidiendo un poco de luz en medio del silencio.

 

Cuando canta “Ti leggo nel pensiero”, uno tiene la certeza de que es verdad. Que nos está leyendo por dentro, que no habla solo de sí mismo: habla de nosotros, como si De Gregori, con ese diccionario de entender a Dylan, pudiera también traducir lo que llevamos dentro.

 

Incluso cuando ni nosotros mismos sabíamos cómo nombrarlo.

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.