El silencio
Hace ya algún tiempo vi un documental sobre Adolf Hitler en un canal temático.
Recuerdo que lo que más me impresionó del reportaje fue una escena en la que el führer iba a dirigirse a una multitud enardecida. Las caras de las gentes que aguardaban allí la intervención de su líder parecían estar fuera de sí. No tengo claro si se trataba de una sobreactuación o de un verdadero fanatismo pero lo cierto es que cuando anunciaron a la plebe su aparición, comenzaron a rugir como si estuvieran absolutamente enajenados.
Lo que más me llamó la atención fue que Hitler, lejos de comenzar su discurso, esperó durante varios minutos a que todo el mundo quedara en silencio y aún en ese momento permaneció callado un tiempo más para empezar a hablar con una voz muy tenue e ir elevándola hasta el éxtasis final de los asistentes.
Ahí volví a tomar conciencia del poder que tiene el silencio. El silencio es una parte cotidiana de nuestras vidas y es muy potente. Un silencio puede ser más agresivo que un grito, puede decir mucho más que todo un discurso, puede decidir, tomar partido o abstenerse.
El silencio puede tensionar o tranquilizar. Hay silencios cómplices y silencios despectivos, silencios agradables o silencios amargos.
El silencio lo buscamos para descansar y le huimos, normalmente, para disfrutar.
El silencio buscado es una bendición, pero cuando no lo buscas y te llega es muy doloroso.
Sin embargo, quizá el silencio más importante sea el que a veces, pese a buscarlo, no encontramos en nuestro interior. Se trata de callar la mente para que descanse el cuerpo y ella misma. Y no siempre es fácil.
El ser humano ha estado buscando, desde que tiene conciencia de sí mismo, la forma de silenciar sus pensamientos. El famoso oxímoron “pensar en nada” que comenté en uno de mis artículos.
Prácticamente, todas las culturas y religiones han encontrado herramientas que te acercan al silencio interior o al menos al ruido interno controlado que no es otra cosa que la meditación.
En la actualidad hay mucho ruido, demasiado a nuestro alrededor. Hay que estar en mil cosas al mismo tiempo sin poder dedicar toda nuestra atención a una sola quizá la más importante, y claro, cuando por fin tenemos tiempo para centrarnos, no sabemos cómo hacerlo.
Por eso, hoy día tienen tanto éxito ejercicios mentales como el mindfulness, las sesiones de silencio o el mismo yoga. Todos buscamos, de alguna manera, encontrar el interruptor del apagado.
Creo que es sano de vez en cuando “abandonar el mundanal ruido” (que decía Fray Luis de León) y dedicarnos un tiempo para conocernos y saber recuperar la paz mental cuando ésta se ve alterada.
Dedicar unos momentos a entrenar la mente es tan importante como el tiempo que ahora, muchos dedicamos a los deportes y gimnasios. Cada uno tiene que encontrar su propia fórmula magistral que le enseñe el camino al silencio interior, a dominarlo siquiera sea de vez en cuando, pero es fundamental encontrarla para evitar sufrimientos y sensaciones de extravío.
Quizá en el futuro, el silencio sea una asignatura más que se estudie en el colegio, quién sabe si habrá profesores que nos enseñen a manejar nuestras propias mentes, pero mientras tanto toca ser autodidacta y utilizar la fórmula ensayo/error, porque creo que aún nos queda mucho tiempo para amortiguar el ruido, tanto como para saber cómo funcionamos cada uno de nosotros.
Linkedin: Gabriel Vivancos