De cañas con quien no debes
Llega el verano. El sol aprieta, las terrazas se llenan y el tintín de las cañas se convierte en la banda sonora de nuestros encuentros. Buscamos relax, charlas distendidas, reírnos con amigos y familiares. Compartir momentos de ocio, desconectar. Es un ritual necesario y casi terapéutico.
Pero hace unos días se conmemoró una fecha que atraviesa como un cuchillo frío cualquier intento de frivolidad: el 10 de julio de 1997. Hace ya veintiocho años, Miguel Ángel Blanco, un joven concejal del PP en Ermua, fue secuestrado por ETA. Estos le dieron 48 horas al Gobierno para cediera al chantaje del traslado de presos a cárceles vascas. El país entero contuvo la respiración, se llenaron plazas de esperanza y rabia contenida. Al cabo de esas horas brutales, encontraron su cuerpo después de recibir dos disparos en la cabeza, poca gente sabe que no murió en el acto, si no horas después. Aquel asesinato marcó un punto de inflexión, el inicio de un clamor social imparable que muchos señalan como el verdadero principio del fin de la banda. Un fin que, sin embargo, dejó un reguero de dolor imposible de borrar.
Entre 1992 y 1993 viví de primera mano cómo alférez de complemento del ejército de Tierra, el terrorismo y no me era una noticia lejana, en esos dos años hubo 40 atentados, uno de ellos en Murcia con un fallecido. Además, cada día tocaba revisar los bajos del coche con un espejo antes de entrar al cuartel. Era controlar las matrículas y ver si eran dobladas, sospechar de cualquier paquete abandonado. La sombra de ETA era larga y gélida.
Y entonces, en medio de este caluroso verano, llegan tres noticias que me golpean como un mazazo, que me calientan la cerveza antes de llevármela a los labios:
1. El encuentro: Mientras las flores frescas aún adornaban el lugar donde Miguel Ángel fue abandonado, representantes de Podemos se reunían públicamente con EH Bildu. La fecha, el 11 de julio, elegida o coincidente, resulta de una sensibilidad política cuando menos cuestionable. ¿No había otro día?
2. La hermana y la condena: Mientras tanto, María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, alzaba de nuevo su voz, clara y dolorida. Denunciaba que EH Bildu, heredera política del universo de ETA y hoy blanqueada en instituciones, "sigue sin condenar" el asesinato de su hermano. Y va más allá: señala que este partido "homenajea a etarras". Sus palabras no son opinión, son el grito de una víctima directa ante lo que percibe como hipocresía e impunidad política.
3. La memoria ausente en las aulas: Para rematar, la constatación de un olvido institucionalizado. Solo 14 de los 504 institutos vascos imparten el programa educativo diseñado para enseñar a las nuevas generaciones la historia del terrorismo de ETA, sus víctimas y el valor de la convivencia democrática. 14 de 504. Este sí es un dato escalofriante sobre nuestra "memoria histórica" reciente. ¿Qué futuro construimos sobre este silencio?
Volvemos a la terraza, caña en mano. El verano pide camaradería, pero hay líneas que nunca deberían cruzarse. Hay fechas que claman justicia, víctimas cuyo dolor no caduca. No es política: es dignidad.
Brindemos por la paz, pero nunca con quienes trivializan la sangre que la hizo posible. Algunas cañas saben a traición, a memoria manchada, a verdades enterradas. No podemos permitir que el olvido sea el precio de la convivencia. Porque sin memoria, sin verdad, sin respeto, no hay brindis que valga.
Linkedin: Pedro Rodríguez Molina