Miércoles, 17 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa muerte de Charlie Kirk, polarización y guerra cognitiva
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Aquilino García

La muerte de Charlie Kirk, polarización y guerra cognitiva

 

"Los hombres de la Generación Z que votaron por Trump dicen que sus dos principales problemas son tener hijos e independencia financiera. Las mujeres de la Generación Z que votaron por Kamala Harris dicen que su carrera profesional y tener dinero son las dos cosas más importantes. Ellas clasificaron tener hijos en el 12º lugar. Impactante total que las jóvenes liberales estén tan deprimidas". Charlie Kirk

 

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No hay nada que me de más asco de esta humanidad deshumanizada, que justificar la muerte de alguien por lo que dice o por lo que piensa. Estamos naturalizando la eliminación del derecho a la libertad de expresión. Perseguir la desinformación es, símplemente censura.

 

La muerte del activista conservador Charlie Kirk el pasado 10 de septiembre de 2025 provocó una oleada de reacciones polarizadas. He venido observando y viendo una horda de necios incapaces de respetar ni siquiera su memoria, su familia. Charlie Kirk, señalado como racista, incívico, intransigente.

 

Un personaje, que ha sido muy relevante en los últimos años, porque supuso una gran ayuda a Donald Trump para que finalmente llegase a la Casablanca. Quise publicar este artículo el lunes, pero he querido documentarme bien, buscar esos «mensajes de odio», que reconozco me ha sido imposible encontrar.

 

No quiero centrarme en los extremistas de derecha, llamando a la venganza. Me quiero centrar, porque vivimos un episodio casi global con «Black liver matter». La pregunta ¿La vida de alguien solo importa si es de mi signo político?. ¿Es justificable alegrarme por la muerte de alguien por su forma de pensar o de vivir?. Si justificamos esto, nos retrocedemos casi un siglo, donde las personas eran detenidas, condenadas, asesinadas por lo que eran: Las leyes de Nuremberg.

 

En paralelo, expertos señalaron que las redes sociales exacerbaron el odio: el gobernador de Utah, Spencer Cox, advirtió que “las redes sociales son un cáncer” que mostraba imágenes violentas sin filtro, y profesores como Karen North (USC) calificaron de “aterrador” el nivel de discurso público, pues estas plataformas amplifican las voces más extremas Srinivasan (UCLA) observó que en internet las opiniones más radicales “parecen ampliamente compartidas” porque “sabemos que no todo discurso es igual online” .

 

Celebraciones, burlas e indiferencia en redes

 

La deshumanización es el primer peldaño de la escalera del mal: al negar la humanidad del otro se abre el camino a etiquetarlo y clasificarlo como “ellos” frente a “nosotros”, convertirlo en chivo expiatorio de todos los males, y repetir propaganda que normaliza el odio hasta volverlo un hábito social.

 

Una vez aislado y excluido, sin acceso a la solidaridad ni a la defensa de sus derechos, la sociedad se desensibiliza ante su dolor y aprende a justificar la violencia como una forma de defensa propia o de “purificación”. De ahí surgen agresiones aisladas que se celebran o minimizan, que pronto escalan a campañas organizadas de persecución, respaldadas por leyes y líderes, hasta desembocar en crímenes masivos donde ya no queda espacio para la compasión (quizás no hayan ustedes oído hablar de las checas, una forma de eliminr al disidente antes de la guerra civil española).

 

Así, un simple comentario que celebra la muerte de un adversario político no es un hecho trivial: es una señal de que la escalera ya está siendo recorrida, y que si no se detiene, la violencia puede acabar siendo vista como inevitable o incluso legítima.

 

En redes sociales emergieron expresiones abiertamente festejando la muerte de Kirk o burlándose de ella. Numerosos usuarios publicaron comentarios sin mostrar empatía con la víctima o sus familiares.

 

Un informe de Reuters citado por Al Jazeera documentó que en sitios web recién creados para denunciar “admiradores de la violencia política” aparecían mensajes como “Se lo merecía” o variantes de “la karma es una perra”. Estas publicaciones a menudo argumentaban sin sutileza que Kirk, conocido por frases polémicas sobre derechos de armas y género, había cosechado violencia por sus propias declaraciones.

 

La imagen de una profesora difundida en Instagram decía: “Quizás no sea el obituario que todos esperábamos, pero es un segundo lugar cercano” (tras la muerte de Kirk). Incluso en medios escritos se reportó un caso chocante: en un hospital de Nueva Jersey un cirujano, Dr. Matthew Jung, fue denunciado por celebrar el asesinato de Kirk ante colegas. Según demandantes, el médico respondió tras el anuncio: “Lo odiaba. Se lo merecía”.

 

Los ejemplos documentados van desde comentarios de usuarios anónimos hasta figuras con responsabilidad pública. The Guardian registró varios despidos y sanciones por estas expresiones: maestros, bomberos, militares y hasta un agente del Servicio Secreto perdieron sus puestos tras tuits o posts celebratorios.

 

Pese a ello, no faltó quien las justificó. Activistas de derecha como Laura Loomer o Clay Higgins amenazaron con arruinar la vida profesional de quienes mostraran “sufrir” por la muerte de Kirk, calificando de “patriota” al asesinado y proclamando que cualquier burla equivalía a apoyo al terrorismo. La falta de remordimiento en estas reacciones contrasta con las muestras de dolor público por otras víctimas: por ejemplo, luego del ataque a Paul Pelosi (marido de Nancy Pelosi) figuras como Loomer también se mofaron públicamente.

 

Una deshumanización abierta. Kirk dejó de ser una persona con familia para ser un enemigo al que se le niega cualquier compasión.

 

Comparación con patrones históricos de deshumanización

 

Los analistas comparan este clima con ejemplos históricos de deshumanización colectiva. Como señaló Adama Dieng, asesor de la ONU, “el genocidio comienza con la deshumanización”.

 

Efectivamente, a lo largo de la historia los discursos del odio han precedido a la violencia masiva. Durante el nazismo, los propagandistas retrataron a los judíos con calificativos animales —“ratas, piojos, cucarachas”— para negarles su humanidad y justificar así el Holocausto. En los Juicios de Núremberg se documentó hasta qué punto el adoctrinamiento ideológico y la propaganda de Hitler habían lavado el cerebro de buena parte de la población alemana, induciéndola a ver a los grupos perseguidos como amenazas que “debían eliminarse”. Del mismo modo, la propaganda colonial describió a los pueblos indígenas como “salvajes” frente a la “civilización”, legitimando prácticas de violencia.

 

En Ruanda (1994) los medios públicos llegaron a llamar “cucarachas” a los tutsis e instaban a exterminarlos, preludio del genocidio.

 

Estos antecedentes muestran dos procesos clave:

 

Primero, un discurso sistemático que pinta al “otro” como peligroso, inferior o malvado, de modo que la violencia contra él parezca no solo aceptable sino necesaria.

 

Segundo, la imposibilidad de empatizar con la víctima, a quien ya no se considera miembro de la misma comunidad moral.

 

En el caso de Kirk, el teatro de brutalidad quedó registrado en video y sus familiares sufrieron en directo la tragedia —algo que en el pasado habría humanizado el drama—, pero muchos espectadores en redes reaccionaron con memes y frases indemnes al dolor ajeno. Esta suerte de “inmunidad emocional” ante el sufrimiento ajeno es característica de sistemas donde el enemigo ha sido cuidadosamente demonizado.

 

Factores actuales: polarización, tribalismo y redes sociales

 

El contexto político-social de hoy favorece estos patrones. Estados Unidos atraviesa una polarización extrema, donde parte de la población ve al rival ideológico no como interlocutor, sino como enemigo existencial. La «política de la identidad» y el tribalismo hacen que muchos se identifiquen más con su facción que con una comunidad nacional común.

 

Investigaciones recientes (Carnegie) señalan que aunque las diferencias de políticas sean menores de lo percibido, las creencias exageradas sobre el otro promueven desconfianza y odio. Esta sensación se amplifica en redes sociales: algoritmos de plataformas priorizan contenidos impactantes y virales, dando desproporcionado eco a voces incendiarias. Como observó la LA Times, muchos de los mensajes agresivos provenían de cuentas inverosímiles o bots, diseñados para sembrar discordia. La mecha está prendida y hay muchos interesados en azuzar el fuego.

 

Además, el discurso público se ha endurecido: desde medios conservadores y liberales se utiliza frecuentemente metáforas de guerra, “guerra cultural” o “resistencia violenta”. Líderes políticos han subido el tono retórico: tras el asesinato, el mismo presidente Trump habló de Kirk como “mártir por la verdad y la libertad” y pidió que cese la “demonización del adversario”, admitiendo tácitamente el clima de deshumanización mutua. Otros funcionarios tomaron medidas concretas: el Departamento de Estado advirtió a extranjeros que “no [están] bienvenidos” quienes “alaben, racionalicen o minimicen” públicamente el homicidio de Kirk.

 

Reflexiones éticas y psicológicas

 

Ética e históricamente, este fenómeno invita a reflexionar sobre cómo las sociedades justifican la agresión contra “los otros”.

 

En psicología social se estudia la desconexión moral: las personas pueden desligar su compasión y sentido ético cuando consideran a la víctima como culpable de antemano. El sociólogo Stanley Milgram o el fenómeno de la obediencia señalan que individuos “corrientes” pueden cometer atrocidades si un discurso legitimador lo permite.

 

Albert Bandura habló de la deshumanización y la reconstrucción moral: adoptar narrativas que presentan al enemigo como malvado o menos humano permite “validar” la violencia como parte de una causa superior. Estos procesos no surgen de la nada: requieren una propaganda reforzada por líderes carismáticos y una atmósfera de miedo y resentimiento.

 

En el caso reciente, muchos de los que celebraron o justificaron el asesinato mencionaron tuits pasados de Kirk sobre armas para argumentar “karma”, como si su activismo ideológico eximiera a alguien de compasión en la muerte. Este razonamiento recuerda otras justificaciones históricas: en dictaduras y regímenes autoritarios se señalaba al disidente como “peligro” o “traidor” para legitimar su eliminación.

 

El eco moral se expande más allá de EE.UU.: discursos que trivializan o celebran este crimen configuran una cultura peligrosa. El parlamento europeo fue incapaz de guardar un minuto de silencio por Kirk. El propio senado de EEUU vivió un enfrentamiento por la petición de senadores republicanos de una oración por el alma de Kirk; los demócratas no lo permitieron.

 

Como enseñan las experiencias pasadas, cuando el odio se normaliza públicamente —sea en panfletos del siglo XX o tuits virales del XXI— los ecos se amplifican. Considero una “infamia” de celebrar un asesinato político. El filósofo Isaiah Berlin escribió sobre “la banalidad del mal”: la aceptación social de la violencia brota de la rutina de deshumanizar al enemigo. Nadie parece recordar que detrás de cada víctima hay una familia que sufre.

 

Este caso es comparado a advertencias históricas en Nuremberg o Ruanda: muestra el peligro de un clima donde el “otro” deja de ser humano. Las sociedades occidentales enfrentan el desafío de contrarrestar estas corrientes con educación ética, revisión de contenidos virales y responsabilidad política, para evitar que la violencia contra adversarios se vuelva un “espectáculo” legítimo en el espacio público. Sé que predico en el desierto, pero como sociedad no merecemos estar rodeados de ese tipo de gentuza, que se cree empoderada, pero no son más que víctimas de mensajes programados para un mensaje único, desde la «emergencia climática», «identidades de género», incluso «feminismo de bote»

 

Los mensajes de Kirk

 

Ante todo, me he empapado de muchos de los mensajes de Kirk, porque quiero vedr esa violencia, de un chaval (perdón el simil, pero casi me doblaba la edad) que se metía en una Universidad, entre silvidos a debatir con un micrófono con quien quisiera debatirle. No veo en eso nada racista ni xenófobo. Veamos:

 

12 de octubre de 2023: Charlie Kirk cuestiona abiertamente si el 7 de octubre podría haber sido un trabajo interno y afirma que el Gobierno de Netanyahu está tratando de llevar a cabo una limpieza étnica de palestinos en la Franja de Gaza.

 

Kirk evita culpar directamente a Netanyahu y sugiere la existencia de «malos actores» en el ejército o los servicios de inteligencia israelíes que podrían haber permitido que esto sucediera, lo que debilitaría la posición de Netanyahu.

 

De repente, Kirk da otro giro y deja claro que, en términos de cui bono (quién se beneficia), el mandato para gobernar y la marginación de las protestas contra Netanyahu benefician a este último, y afirma: «Bibi y el gobierno de extrema derecha israelí tienen un mandato…».

 

«Bibi y el Gobierno de extrema derecha israelí tienen un mandato…».

… Luego duda nerviosamente y mira hacia arriba diciendo: «Tengo que tener cuidado con lo que digo».

«Tengo que tener cuidado con lo que digo».

Sin embargo, sigue expresando su opinión, riéndose nerviosamente y con desaprobación: «Van a intentar llevar a cabo una limpieza étnica en Gaza».

«Van a intentar llevar a cabo una limpieza étnica en Gaza. Y quiero decir… y no uso ese término a la ligera… ¿De acuerdo? Básicamente, están hablando de expulsar a 2,5 millones de personas».

 

No veo odio, más bien sensatez.

 

¿Esto es odio?. Solo veo un hombre debatiendo con argumentos científicos, no odio. Si no te gusta, debate, pero no le llames nazi o fascista.

 

Charlie Kirk intentó poner en práctica sus propias palabras de valentía y comenzó a cuestionarse qué significaba que Epstein fuera un agente del Mossad.

 

En sus últimos meses, quería saber por qué ciertos israelíes lo perseguían y por qué los sionistas extremistas lo tildaban de antisemita solo por dar espacio a los defensores de una Palestina libre.

 

Se preguntó si el 7 de octubre fue una operación de bandera falsa o si se dio una orden de «retirada» para salvar al gobierno de Netanyahu de las protestas. Afirma que Israel estaba al borde de una «guerra civil» entre israelíes hasta que el 7 de octubre aparentemente «salvó al gobierno de Netanyahu».

 

Sus allegados dijeron que se estaba preparando para pedir el fin de la ocupación de Gaza por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel, pero temía que lo mataran si lo hacía.

 

Sus palabras sobre el valor de la vida suenan verdaderas, más fuertes que el disparo que le quitó la vida en ese fatídico día de septiembre de 2025.

 

Por mi parte, DEP Charlie Kirk

 

Linkedin: Aquilino García

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