Viernes, 19 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNGeorge Harrison, Eric Clapton y la sonrisa de Fernando
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Rafael García-Purriños

George Harrison, Eric Clapton y la sonrisa de Fernando

 

Todo aficionado a la música tiene un Beatle favorito. George es el mío

 

En esta ocasión traigo de él este fabuloso disco en directo, donde repasa todos sus éxitos con Eric Clapton y su banda como acompañamiento de lujo. Live in Japan fue grabado durante los conciertos japoneses de George en 1991, y es un álbum doble que recoge tanto su etapa con los Beatles como la de solista, con joyas como I Want To Tell You, Old Brown Shoe, Here Comes The Sun, My Sweet Lord, Give Me Love, Something, What Is Life, Dark Horse o Roll Over Beethoven, entre otras muchas. George Harrison, en esta gira única, estuvo acompañado por una banda excepcional que Clapton había reunido: Andy Fairweather Low, Chuck Leavell y un conjunto de músicos que lograron recrear con frescura y fidelidad un repertorio ya legendario.

 

Lo especial de este disco no está sólo en la calidad del sonido o en la selección de canciones, sino en el propio contexto: fue la única gira completa que Harrison realizó en solitario. No era un entusiasta de las giras, prefería la intimidad del estudio y la vida retirada, pero Clapton lo convenció para salir a los escenarios. Japón se convirtió así en un reencuentro con su público, y George lo vivió con la serenidad de quien ya no necesitaba demostrar nada. Se permitió el lujo de repasar lo mejor de su vida musical, rodeado de un amigo que había estado a su lado incluso en los momentos más complicados.

 

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La relación entre George y Eric merece un aparte. Son muy conocidos los enredos sentimentales que los unieron y separaron, en especial por Pattie Boyd, pero lo extraordinario fue que, en lugar de quebrarse, su amistad resistió contra viento y marea. Años después, cuando Harrison estaba enfermo, Clapton lo acompañó en silencio, cuidando de él con la lealtad de un hermano, como George, a su vez, le había ayudado a salir de sus adicciones. Esa complicidad ya se sentía en el escenario japonés: los contrapuntos de guitarra en Something o en While My Guitar Gently Weeps son emocionantes, como un diálogo entre dos almas que se conocen desde dentro.

 

Escuchar este disco es como abrir un cofre de tesoros. Ahí están piezas fundamentales de la historia del rock, interpretadas con una frescura inesperada. No es un simple grandes éxitos; es la prueba de que la música puede ser un lugar de reencuentro, un puente entre tiempos pasados y presentes.

 

Live in Japan es, al fin y al cabo, un testimonio de amistad y de reencuentro, de dos guitarras que dialogan por encima de rivalidades y tempestades.

 

Este disco es, además, muy especial, no sólo me acompaña a mí: en su día se lo presté a mi amigo Fernando, sacerdote en misiones en Kenia, que siempre tenía tiempo para comentar y apoyar mis artículos, compartirlos y difundirlos, incluso hasta el último día de su vida en la tierra, la pasada semana.

 

 Al día siguiente de prestárselo, me sorprendió con una guitarra en sus manos y tocando My Sweet Lord.

 

Fue un momento inolvidable, porque esa canción, con su mezcla de espiritualidad oriental y fervor occidental, parecía hecha para él. George la compuso buscando a Dios con la urgencia de un hombre que quiere romper todas las barreras de la mente y del ego. Fernando, con su sonrisa perenne, ya lo había encontrado, y lo compartía con todos, sin grandilocuencia, con la sencillez de una vida entregada.

 

Pienso en él ahora, y en cómo se reía cuando le decía que Harrison era “mi Beatle favorito”. Él asentía y respondía que sí, que la música podía ser una forma de oración, que a veces Dios nos regala aficiones, y que estas deben servir para acercarnos más a él. Y para acercarlo a los demás. Y mientras yo me detenía en acordes, solos y armonías, él veía en esas canciones un motivo para abrir el corazón.

 

Desde su misión en Kenia, en medio de tantas dificultades, encontró siempre tiempo para algo que, siendo una tontería, él sabía que era importante para mí. Lo hizo como siempre: con alegría, con esa constancia que sólo tienen quienes creen que el bien se multiplica cuando se reparte.

 

Cuando suenan las primeras notas de My Sweet Lord, cierro los ojos y lo vuelvo a ver, con su guitarra en las manos, sonriendo como siempre, invitándome a cantar con él, y pienso en las personas luminosas que a veces Dios nos pone delante, para que no nos perdamos en la oscuridad.

 

Y es tal privilegio poder decirse amigo de personas como Fernando, que uno piensa en las últimas palabras del capitán John Miller al soldado Ryan, en la película de Spielberg, después de tanto esfuerzo y sacrificio para salvarlo. “Hágase usted digno de esto, ¡merézcalo!”

 

Linkedin: Rafael García-Purriños

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