Lunes, 22 de Septiembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNCrónica de una sanidad secuestrada: entre la ciencia y el negocio
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Aquilino García

Crónica de una sanidad secuestrada: entre la ciencia y el negocio

 

No hay que tratar el virus, de la forma que sea, hay que tratar al paciente

 

Durante la pandemia de Covid, el mensaje de 'consenso' era que el covid, un coronavirus, se curaría mediante la vacuna. Durante el período que duró, más o menos desde enero de 2020 hasta finales de 2022, muchos mensajes y llamadas de atención despertaron mi curiosidad. ¿para qué sirven los pasaportes covid?, ¿Qué efectos tienen las vacunas a largo plazo?, ¿qué significa seguro y eficiente?

 

[Img #10341]El primero que me llamó la atención fue el dr. Pedro Cavadas, cuando en el programa de A3 El Hormiguero, indicó a finales de cctubre de 2020, que debíamos pensar si las vacunas que se desarrollarían, no era más un negocio que una evidencia científica. También que posiblemente tendríamos que normalizar que los efectos adversos produzcan, desde cardiopatías hasta encefalitis. Un problema de exceso de intereses.

 

La intervención del dr. Jon-Ramón Laporte en el Congreso de los Diputados, añadió un poco más de luz, respecto a todo lo que no se había hecho para prevenir, tratar y luego aplicar vacunas. Hace unos meses publicó un libro que compré: 'Crónica de una sociedad intoxicada'.

 

Tengo 58 años, hace más de diez mi médico de cabecera me planteó tomar una pastilla para el colesterol, porque era de 220. Me negué a ello. Busqué información bibliográfica y me acerqué más a la verdad. Le pedí que me recetara hábitos de vida que redujese el valor de colesterol, lo que hizo: dieta y ejercicio. Diez años después, mi colesterol es inferior a 200, pero si fuese de 220, tampoco tomaría medicación. Luego lo explicaré. Ah, ando entre 8 y 10 kilómetros diarios.

 

Un autor incómodo

 

Joan-Ramon Laporte, farmacólogo clínico y profesor, ha sido durante años una voz disonante en el panorama sanitario. Su libro Crónica de una sociedad intoxicada es testimonio de ello: una obra incómoda que le ha valido ser catalogado como “negacionista” en ciertos ámbitos.

 

Laporte no rechaza la ciencia, al contrario: la reivindica en su sentido más profundo, basado en la duda, en la formulación de preguntas y en la crítica permanente de la evidencia. Su herejía, si se puede llamar así, consiste en señalar las sombras de un sistema que ha colocado a la industria farmacéutica en el centro del escenario, con un poder capaz de condicionar la propia definición de salud y enfermedad.

 

La redefinición de la normalidad

 

Uno de los mecanismos más eficaces de esta captura del sistema sanitario ha sido la modificación de los umbrales de normalidad. Valores como el colesterol, la tensión arterial o la glucosa han visto desplazados sus límites hacia abajo en las últimas décadas.

 

Lo que antes se consideraba dentro de lo normal hoy es tratado como “pre-enfermedad” o riesgo. Esta redefinición genera un ejército creciente de pacientes crónicos, dependientes de fármacos que deben tomarse de por vida. Se crea, así, un mercado sostenido por el miedo: el miedo a enfermar, a no estar dentro de lo “normal”, a ser señalado como un riesgo para uno mismo y para los demás.

 

De la prevención a la medicalización masiva

 

El discurso sanitario se presenta bajo el paraguas de la prevención, pero a menudo deriva en medicalización masiva.

 

La pandemia de COVID-19 es un caso paradigmático. La vacunación obligatoria, directa o indirecta, se apoyó en evidencias que posteriormente resultaron incompletas, contradictorias o manipuladas. Quien planteaba preguntas legítimas sobre la rapidez de aprobación, la opacidad de los contratos o los efectos adversos era tachado de irresponsable o negacionista. En ese clima, la duda científica —motor de todo avance verdadero— quedó arrinconada por la urgencia política, mediática y económica.

 

El mito de la bala mágica

 

La medicina moderna nació con la promesa de una bala mágica para cada enfermedad: un antibiótico contra cada infección, una pastilla contra cada síntoma, una vacuna para cada virus. Pero la realidad es mucho más compleja.

 

Los cuerpos, los estilos de vida, el contexto social y ambiental influyen tanto o más que el fármaco. Sin embargo, el modelo de innovación dominante sigue premiando moléculas patentables y rentables, no cambios estructurales en alimentación, vivienda o trabajo. La ilusión de control absoluto a través de la química termina siendo un espejismo caro y peligroso.

 

Riesgos y efectos adversos

 

Todo medicamento tiene efectos adversos. Esa es una verdad elemental que, sin embargo, se diluye en la narrativa comercial. El beneficio esperado rara vez se comunica junto a los riesgos reales en términos comprensibles para la población.

 

Se prescribe, se consume, y se normaliza la idea de que “más medicina” equivale a “más salud”. Pero la balanza riesgo-beneficio no siempre se inclina hacia el lado deseado: en muchos casos, añadir un tratamiento significa abrir la puerta a nuevas complicaciones, nuevas dependencias y, paradójicamente, menor calidad de vida.

 

Ciencia y duda: el camino olvidado

 

El método científico no es un dogma, es un proceso. Parte de la duda y de la constatación humilde de lo que no sabemos. Cada respuesta sólida abre, inevitablemente, nuevas preguntas.

 

«En medicina, donde intervienen biología, sociedad y economía, la complejidad se multiplica». «Pretender respuestas rápidas, uniformes y definitivas es no solo ilusorio, sino peligroso». «Una ciencia sin dudas se convierte en propaganda; una medicina sin crítica, en mera prolongación del mercado».

 

Como conclusión

 

Recomiéndo muy mucho, leer el libro. Cualquiera lo puede entender, como entendí perfectamente que la medicina es algo más que suministrar medicamentos.

 

El secuestro de la sanidad por parte de la industria farmacéutica no es un fenómeno reciente ni aislado, sino el resultado de décadas de fusión entre intereses comerciales, políticos y académicos. Joan-Ramon Laporte lo denuncia con datos, pero también con una visión ética: recordar que la medicina no debe reducirse a una máquina de generar pacientes y beneficios, sino a un instrumento para acompañar a las personas en su vulnerabilidad. Recuperar la duda, la crítica y la honestidad científica es la única vía para liberar a la sanidad de la intoxicación que la asfixia.

 

Como he oído muchas veces al doctor Laporte: Lo mejor para gozar de buena salud es no ir al médico.

 

Linkedin: Aquilino García

 

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