Privacidad y Libertad, de Alan Westin
Definición fundamental: “La privacidad es el derecho de los individuos, grupos o instituciones a determinar por sí mismos cuándo, cómo y en qué medida se comunica información sobre ellos a otros”.
La vigencia de la privacidad: de Alan Westin a la sociedad digital de 2025
En 1967 el jurista Alan Westin publicó Privacy and Freedom, obra considerada fundacional en la teoría del derecho a la privacidad. Westin definió la privacidad como “el derecho de los individuos, grupos o instituciones a determinar por sí mismos cuándo, cómo y en qué medida se comunica información sobre ellos a otros”. Para Westin, la privacidad no es un concepto estático ni un mero aislamiento; tiene varias dimensiones esenciales. En su libro identifica cuatro estados de privacidad fundamentales:
- Soledad (solitude): estar físicamente solo para pensar o actuar sin ser observado.
- Intimidad: comunicación selectiva y confiada con círculos reducidos (familia, amigos).
- Anonimato: poder transitar sin ser identificado, conservando la discreción pública.
- Reserva: el control sobre la información que uno decide revelar del propio yo.
Estos “estados” muestran que la privacidad es un componente activo de la libertad personal. De hecho, como resume Marc Rotenberg –citado por Westin–, la privacidad “habilita la libertad” al permitir que cada persona controle su información básica. Westin ilustró además cómo las nuevas tecnologías de la época (computadoras, bases de datos) amenazaban esos espacios privados, sin demonizarlas por completo, sino subrayando la necesidad de límites y garantías legales para protegerlos.
Un hilo histórico de la privacidad
Aunque la era digital actual difiere enormemente de la de Westin, él insistía en que el valor de la privacidad tiene raíces profundas en las sociedades libres. Como señala Peter Swire, Westin destacó que las democracias clásicas ya protegían el ámbito personal: desde la Atenas antigua frente a Esparta, hasta la emergencia de los parlamentos británicos frente a la monarquía absolutista. Este trasfondo histórico legitima la idea de la privacidad como un pilar de los regímenes democráticos.
De hecho, el propio Westin relata que la idea de una “vida privada” cobró forma en el siglo XIX (famoso es el artículo de Warren y Brandeis de 1890, que habló del “derecho a ser dejado solo”), pero fue él quien la adaptó al mundo de las computadoras y la información automática de los años 60. En su tiempo, Westin observó cómo la creciente capacidad de recoger, almacenar y analizar datos personales chocaba con las libertades tradicionales, y estructuró su libro en cuatro temas: definición de la privacidad en dimensiones psicológicas y políticas, nuevos medios de vigilancia, la reacción social ante ellos, y la respuesta legal vigente.
Este hilo histórico sirve hoy para entender que, aunque cambian las tecnologías, persisten las mismas tensiones: la capacidad técnica de recopilar datos se ha multiplicado, pero el reclamo de cada persona a gestionar su información personal sigue siendo tan legítimo como hace medio siglo. Como advertía Westin, “tantos otros valores fundamentales de la sociedad son tan indefinidos en la teoría social” como la privacidad, por lo que es vital aclararlos y defenderlos.
Amenazas tecnológicas y sociales en 2025
Hoy, en 2025, las amenazas a la privacidad se han sofisticado, pero siguen reflejando esas viejas preocupaciones de control e información. Podemos enumerar algunos riesgos principales:
- Vigilancia estatal masiva: Gobiernos de Europa y EE. UU. utilizan cámaras con reconocimiento facial, drones, sistemas de videovigilancia algorítmica y spyware. Por ejemplo, la reciente propuesta de ley en Francia busca prohibir por completo el uso de tecnologías de reconocimiento facial con fines de identificación individual. Sin embargo, en muchos lugares la videovigilancia es ya generalizada (se estima que en Francia hay >90.000 cámaras instaladas). Sólo en Londres, más de 50.000 cámaras. Grupos de derechos alertan que estas técnicas (“Vigilancia Algorítmica” de cara a eventos como los Juegos Olímpicos) son intrusivas, discriminatorias y pueden fomentar la autocensura de la ciudadanía. Igualmente, las autoridades (policía, servicios secretos) insisten en que deben tener “todas las herramientas” de análisis de datos, pese a que esto equivale a una vigilancia masiva que atenta contra garantías básicas. La tendencia es a ofrecer capacidades de monitoreo ilimitado con excusas de seguridad (“Going Dark”), ante las cuales organizaciones como EFF piden frenar la intrusión y respetar la privacidad como derecho.
- Explotación de datos por las empresas tecnológicas: Las grandes plataformas de Internet recaban ingentes volúmenes de datos personales. Desde nuestros propios terminales en reposo, ciuando navegamos, cuando usamos aplicaciones, etc. Según Amnistía Internacional, el actual modelo de publicidad en tiempo real explota información sobre lo que leemos, escuchamos o dónde estamos, deduciendo gustos íntimos y datos sensibles. Cada vez que un usuario carga una página web, su información se comparte con miles de empresas que pujan por mostrarle anuncios, todo ello sin un control efectivo, lo que constituye “una violación masiva de la privacidad”. Europa ha acusado a compañías como Google, Microsoft, Amazon o X de basarse en mecanismos de “consentimiento” que en la práctica obligan a aceptar esa vigilancia encubierta. En la sociedad actual también hay innumerables brechas de seguridad: en 2024 se filtraron datos de más de 5.500 millones de cuentas de usuario, casi ocho veces más que el año anteriores. Estas filtraciones erosivan la confianza de los ciudadanos en la economía digital y exponen cientos de datos íntimos a delincuentes o estados abusivos.
- Pérdida de anonimato en redes sociales e internet: Las plataformas sociales acumulan datos de comportamiento, opiniones, salud o redes de contactos. Estados autoritarios y empresas pueden usar algoritmos e inteligencia artificial para perfilarnos a gran escala. Según una encuesta de 2025 en EE. UU., el 69 % de los usuarios sabe que las redes usan sus datos para entrenar IA, y un 91 % se declara preocupado por esta práctica. Esta incomodidad impulsa a muchos a usar herramientas como VPN o a abandonar servicios que consideren intrusivos. Mientras tanto, la capacidad de difundir ideas o protestar puede verse afectada: informes de derechos civiles destacan cómo políticas recientes (por ejemplo, escaneo masivo de comunicaciones para detectar contenidos ilícitos) pueden dejar al descubierto la intimidad de conversaciones privadas bajo el pretexto de seguridad. La discusión europea sobre encriptación ejemplifica este choque: se hizo campaña (“Don’t Scan Me”) para impedir que la UE obligue a las empresas a debilitar la encriptación bajo demanda policial.
- Fragmentación del panorama legal (UE vs. EE. UU.): En 2025 persiste la disparidad entre modelos regulatorios. En EE. UU. prevalece la autorregulación: existen miles de data brokers privados (Acxiom, Oracle, etc.) que compran y venden información personal (compra de tarjetas, historiales médicos, geolocalización…). Hasta agencias de inteligencia estadounidenses adquieren estos datos sin orden judicial, alegando que son “comercialmente disponibles”. En cambio, la UE basa su respuesta en un férreo marco legal (GDPR y la nueva ePrivacy) que prohíbe comerciar con datos sin consentimiento explícito. No obstante, las redes sociales, y en menor medida otras aplicaciones como juegos, abren la brecha para que laos brockers tengan todos nuestros datos sin nuestro consentimiento. Los consentimientos digitales son opacos y a menudo los usuarios aceptan el rastreo por defecto.
Privacidad y libertad en el mundo conectado
La privacidad sigue siendo hoy uno de los valores más esenciales para cualquier sociedad libre. Westin y otros pensadores recuerdan que una persona sin privacidad sufre el riesgo de ver mermada su autonomía y libertad de expresión. Como anotó Westin, las fuerzas de la ciencia y la tecnología “presionan la privacidad por todos lados” y debemos pasar de la pura conciencia pública del problema a una discusión sensible sobre cómo protegerla. En la práctica, cuando la vigilancia estatal es generalizada o las empresas controlan nuestra información, el individuo vive con temor al ojo omnipresente, lo que genera autocensura y desigualdad social. Las implicaciones filosóficas de esto son profundas: la privacidad no es solo un lujo de lo íntimo, sino la condición de posibilidad de la libertad política. Por eso Westin ve al derecho a la privacidad como un pilar de la libertad misma. Asimismo, como destaca la experiencia europea reciente, ninguna innovación (leyes de protección de datos, encuestas de consentimiento, uso de cookies) surte efecto real si no respeta ese derecho fundamental. La historia muestra que las “sociedades libres que crearon la democracia también protegieron la privacidad”, y hoy ese legado impone renovar ese compromiso frente a nuevas tecnologías.
¿Por qué sigue vigente y necesita límites en 2025?
Todos los hechos mencionados ilustran que la preocupación de Westin está plenamente vigente. A pesar de las leyes (por ejemplo, el RGPD en Europa) y las campañas cívicas, la capacidad de intervención de los gobiernos y las empresas tecnológicas sobre la vida privada se ha vuelto más potente que nunca. Los motivos para reforzar la privacidad siguen siendo urgentes. Chat Control, regulaciones sobre IA, European Digital Act:
- Los riesgos de filtraciones de datos, manipulación algorítmica, profilaje político y acoso en línea se han incrementado. Cada nueva brecha de seguridad, cada programa de espionaje de comunicaciones o sistema de puntaje social demuestra cuán vulnerables somos. Un estudio reciente resalta que más del 35 % de las filtraciones de datos en 2024 provinieron de terceros que manejan información sensible, evidenciando la fragilidad del entorno.
- La confianza pública en las instituciones tecnológicas está en juego: el modelo de publicidad masiva es percibido como invasivo y abusivo. El fallo de una corte belga en 2025 declaró ilegal el modelo de consentimiento (TCF) que usa la industria de anuncios online, pues viola el RGPD y “constituye una violación masiva de la privacidad”. Esta señal de alarma subraya la urgencia de revisar cómo las empresas manejan nuestros datos.
- Los ideales democráticos exigen control: ni los gobiernos ni las corporaciones deben tener potestad ilimitada para inspeccionar la vida privada. La ciudadanía demanda, por ejemplo, garantías como el cifrado robusto (ante propuestas legislativas que exigirían “puertas traseras” para la seguridad), o normas claras sobre cámaras y reconocimiento facial. En 2025 se discuten nuevas leyes (como una posible ley marco de seguridad interior de la UE) que pueden reforzar la vigilancia; al mismo tiempo, hay iniciativas parlamentarias como la francesa que proponemos prohibir herramientas intrusivas, recordándonos que los límites aún pueden imponerse.
- Prohibiciones y limitaciones de libertades propuestos en Europa: Las VPN están siendo objeto de ataques, por permitir que el usuario pueda ocultar su identidad. ID Digital: el ID digtital (caso DNI digital español, por ejemplo), usa elementos de rastreo del terminal que usa cualquier usuario. Aplicaciones de mensajería: las empresas que quieren respetar la privacidad están moviéndose para eludir el compromiso que sus clientes depositaron al adquirir dichas aplicaciones.
Por todo ello, debemos establecer límites explícitos a las ingerencias: fortalecer la aplicación de los marcos existentes (GDPR, leyes de videovigilancia, derechos humanos) y promulgar nuevas salvaguardas. Grupos defensores insisten en que la legislación europea e internacional incorpore cláusulas concretas de derechos humanos y “límite estricto a los poderes de vigilancia intrusiva”. El argumento de Westin se revalida hoy más que nunca: preservar la privacidad es indispensable para la libertad individual y colectiva. Ante el creciente poder de los Estados y las tecnológicas, resulta imprescindible (y urgente) adoptar normas claras y herramientas individualmente que protejan el derecho a la privacidad en el mundo digital de 2025.
Todavía es posible concienciar a una mayoría que exija a los políticos que dejen de meter sus sucias manos en nuestra privacidad. Nos va nuestra libertad en ello.
Linkedin: Aquilino García