Jueves, 02 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEl trastero
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María Belén Albaladejo

El trastero

 

Hay días en los que me levanto con el firme propósito de aventurarme al trastero...me relajo, dejo pasar el impulso por un lateral y,… ”A otra cosa mariposa”.

 

Hace poco no opuse resistencia y así me vi.

 

Con espíritu de Indiana o Tadeo Jones desarrollé un plan para descubrir tesoros, excavar historia, datar objetos, etc.

 

Me compuse para la aventura con camiseta y pantalón viejo para que, si se mancha o se estropea, no me dé pena tirarlos. Guantes para salvaguardar las manos y uñas de posibles 'ataques'. Pañuelo o gorra horrorosa para proteger el pelo. Frontal lumínico para ver bien cualquier rincón. Botas de plástico altas, como las de agua, para protegerme de bichejos. Mascarilla para no tragarme el inevitable polvo que habrá en ese 'yacimiento arqueológico'. Gafas de plástico para prevenir algo que pueda sobrevenirse. Varias bolsas, el carro de la compra y cajas de cartón -recicladas de los pedidos de internet y del contenedor de papel de la esquina de casa- para ir seleccionando objetos. Botella de amoniaco, cubo con agua y lejía, un estropajo, una bayeta, un spray antipolvo, escoba, recogedor, fregona y una cosa de esas con un palito y tiras de cuero - mi madre le decía 'espolsaor'-.

 

Lo primero, el ridículo de pulsar en el ascensor planta baja en vez de décimo y plantarme en el vestíbulo del edificio de esa guisa delante de Mercedes, conserje del edificio, que hasta ese día -supongo- ¡me tenía por persona sensata!

 

[Img #10418]

 

Ya situada en el minúsculo trastero, rodeada de cajas y bolsas con etiquetas mentales: 'Destruir/tirar', 'Regalar', 'Guardar', 'Reciclar', comienza el  runrún emocional: “¡Oh! la caja con las entradas  de los museos que he visitado en los viajes y mil papeles más, billetes de avión, ticket de transportes e  infinitos planos de ciudades y países”.

 

El contrataque racional: “Ya me vale, tienen hasta pececillos plateados de esos que corren como demonios. ¿Para qué sirve esto?  ¡Fuera, a la bolsa de tirar!”. La puya sentimental: ¿Ni siquiera voy a mirar bien lo que hay?  Bolsa  a la derecha tirar, bolsa a la izquierda regalar. Mirada a la derecha,  giro a la izquierda, solución: nueva bolsa denomina aplazada decisión. Empezamos mal.

 

Con espíritu de salvadora, me enfrento a otra caja sumergida en los confines del yacimiento. Hace tanto tiempo que no revuelvo estas ruinas que, veo complicado realizar una excavación estratigráfica perfecta. Al fondo, tras trabajo de piqueta, espátula y  brocha, ¡aparecen  hasta incunables!

 

¡Madre mía! Al levantar la tapa, con técnicas finísimas que no me impidan la datación de los objetos y tener que recurrir  al carbono 14, me aparece un batiburrillo de Asia, África, Europa, América y Oceanía digno de un 'Diógenes'…Tengo de todo. Desde un didyeridú hasta 'una cosa' de piel de cabra para almacenar agua -creo-  pasando por innumerables cacharros de esparto con tapa y sin tapa, dos mini camellos que expulsan palillos por la boca y cigarrillos por el culo, varias telas autóctonas con escenas étnicas, máscaras que dan miedo, un par de boomerang que ni han ido ni vuelto desde que los tengo, sombreros de coloridas lanas, papiros para poner una tienda, rosarios turcos, marionetas indias… al montón de aplazada decisión. Continuamos mal.

 

Sudor frío cuando leo en una caja, con perfecta caligrafía, 'Cosas'; terror emocional y racional ¿Qué coño habrá? ¿Y en esta que no pone nada?  ¿Y en esa?, la que pone ajuar e infancia ¿De verdad estará mi ato de bautismo, mi primer refajo, mi disfraz de Búfalo Bill , los manteles bordados, las sábanas de la Viuda de Tolrá para camas de cuerpo y medio?

 

En este momento decido hacer una parada, plantearme esto de los trasteros. Recoger con el puño lo que empaña mis ojos.

 

Miro las cajas, las bolsas. La de 'tirar' casi vacía. La de 'guardar' rebosante. La de 'reciclar' así, así – siempre se pueden hacer trapos para limpiar cristales con ese maravilloso algodón e hilaje superior 500 de las sábanas antiguas-. La de 'regalar' va a reventar... río y lloro entre bolsas y cajas.

 

Es muy de madre intentar 'colocar' en otro hogar lo  que no necesitas, no quieres e incluso te estorba. Eso de desprenderse del todo se siente como un homicidio. A alguien le “hará objeto”.

 

¿Cómo voy a tirar la yogurtera? Con lo práctica que es y lo nueva que está y… “ es que a mí ya no me sirve” ; ¿Cómo voy a permitir que se trituren los mil ejemplares del Reader´s Digest con la de conocimiento sabio que hay en sus páginas?; ¿Cómo voy a destruir la “bonita” lámpara que acompañó mis tardes de universidad y las “conversaciones – broncas” con mi padre?, le cambias el cable, una luz led y … “ oye, estupenda”; ¿Cómo voy a tirar “ el tocho de madera” africano?, “le pones una peana, lo barnizas, lo taladras y te queda un macetero fantástico  para tu jardín”.

 

Me viene la idea de presentarme en una de esas tiendas vintage y ofrecerle al peso mil y un objeto, juro que no es por monetizar – término modernísimo -, no quiero ni un euro, tan solo minimizar “mi pena” de homicidio, pero solo pensar que un domingo cualquiera lo voy a ver en el mercadillo y  sería capaz de comprarlo por un impulso hormonal, frena en seco esta idea ¡Una cosa es no querer lucrarme y otra descapitalizarme como tonta!

 

 ¡Del mundo internet ni hablo! Menudo peñazo. Haz foto, sube foto, mira a diario la página, cabréate cuando un 'listillo apañao' vulnere e insulte tus tesoros y ofrezca por el mapa hecho a mano del Gran Bazar de Estambul con sus 22 puertas  0,99 euros, y por el pica carne manual 1,99 euros. ¡Listo, como venga otro apagón y solo yo pueda picar carne te vas a enterar!  

 

Ya sentada en casa, después de la aventura, duchada, con el alma encogida por lo que he tirado, con el estómago prieto por lo que no he sido capaz de tirar, con la esperanza de recolocar algo en casas cercanas, con los ojos lluviosos por las vivencias recordadas, me felicito por emprender esta aventura en solitario – mudanzas, trasteros y otros menesteres siempre en soledad por el bien de las relaciones -   me digo en voz alta: “Maldito momento para… dejar de fumar”.

 

Abro un buen vino tinto y, también en voz alta mientras lo aireo, digo: “Esta botella  no va al trastero”. Salud.

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