Viernes, 10 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNEl apagón del 28 de abril de 2025: anatomía de un colapso eléctrico en España
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Aquilino García

El apagón del 28 de abril de 2025: anatomía de un colapso eléctrico en España

 

Crónica de una negligencia anunciada

 

28/04/ 2025, 12:33 del mediodía: España y Portugal se apagaron por completo. En solo 27 segundos, la Península Ibérica perdió su sistema eléctrico, arrastrando a millones de personas a la oscuridad y al caos. El peor apagón en Europa en dos décadas, según ENTSO-E. Lo que se presentó como un “incidente inesperado” fue en realidad el resultado de errores acumulados, fallos institucionales y una peligrosa complacencia técnica.

 

El preludio del desastre

 

Horas antes del colapso, la red eléctrica peninsular operaba aparentemente sin problemas. Los centros de coordinación regional (RCC) europeos confirmaron que la red era “segura” y cumplía el criterio N-1: podía soportar la pérdida de cualquier elemento sin comprometer la estabilidad. Pero este diagnóstico se basó en análisis estáticos, incapaces de captar los fenómenos dinámicos que preceden un colapso.

 

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La combinación de alta generación renovable, baja demanda y exportaciones hacia Francia dejó un sistema con muy poca inercia y tensiones elevadas. En términos simples: la red estaba ligera, nerviosa y sobrecargada de energía reactiva. Los operadores de Red Eléctrica de España (REE) y REN Portugal detectaron oscilaciones de frecuencia y tensión en torno al mediodía, pero las calificaron como “normales”. No lo eran.

 

Cronología de un colapso en 30 segundos

 

Hora (CEST)

Evento

Impacto técnico

12:32:57

Disparo de transformador en Granada (400/220 kV)

Protección de sobretensión excesivamente sensible. Se pierden 355MW de renovables (solar y eólica).

12:33:16

Fallo en subestaciones de Badajoz

Desconexión simultánea de dos líneas. Se pierden ~725MW de generación solar. Causas no identificadas.

12:33:17-18

Cascada de desconexiones renovables

Parques eólicos y solares en Segovia, Sevilla, Cáceres, Huelva, etc. se apagan automáticamente. Pérdida acumulada >2,5GW.

12:33:19

Caída de frecuencia y pérdida de sincronismo

La Península se desacopla eléctricamente de Europa. Comienza el apagón.

12:33:20-22

Activación de planes automáticos de defensa

Cortes automáticos de carga (bombeos, industrias). No logran estabilizar la frecuencia.

12:33:20.473

Desconexión con Marruecos

Se abre el enlace AC por subfrecuencia.

12:33:21.535

Desconexión con Francia (líneas AC)

Se activan protecciones de pérdida de sincronismo. Iberia queda aislada.

12:33:23.960

Corte de enlaces HVDC con Francia

Operaban en modo potencia fija: incapaces de sostener la oscilación.

12:33:27

Blackout total

Frecuencia y tensión caen a cero. España y Portugal sin suministro.

 

La secuencia muestra un sistema sin amortiguación real: bastaron leves sobretensiones para provocar disparos en cadena. La configuración de protecciones –demasiado rígida y descoordinada– convirtió pequeños incidentes en un colapso nacional.

 

Un sistema mal operado y peor vigilado

 

El informe de ENTSO-E es demoledor: los análisis previos fallaron. Los RCC europeos (Coreso y SEleNe) declararon segura la red horas antes del apagón, pero sus modelos ignoraban variables esenciales: comportamiento dinámico de renovables, respuesta de la generación distribuida y control de tensión. Nadie previó que, con una red tan ligera, un par de disparos locales podrían derrumbar el sistema.

 

Más grave aún, Red Eléctrica no tenía visibilidad real sobre la generación distribuida. Miles de pequeñas plantas fotovoltaicas (<1 MW) operaban sin comunicación directa con el operador. Cuando muchas de ellas se desconectaron por tensión o frecuencia fuera de rango, el sistema lo sintió como un súbito aumento de demanda. En palabras del informe, la red “no tiene observabilidad suficiente” en los niveles de media y baja tensión. Es decir: el operador estaba ciego ante una parte creciente del sistema eléctrico nacional.

 

Los fallos de configuración también jugaron un papel clave. El transformador de Granada, que disparó por apenas un 110 % de tensión nominal sin retardo, evidencia criterios de protección obsoletos. Estos ajustes se aplican en instalaciones de terceros (productores privados) sin supervisión directa de REE. La falta de coordinación normativa entre operadores, distribuidores y propietarios de equipos convirtió la red en un mosaico de automatismos incompatibles.

 

A ello se suma la gestión deficiente de la tensión. En las horas previas, los controladores de REE intentaron contener sobretensiones conectando reactancias y abriendo líneas de 400 kV, maniobras que apenas mitigaron el problema. A las 12:30, la red seguía operando peligrosamente cerca de los límites superiores (por encima de 430 kV en algunas barras). Cuando comenzaron las desconexiones de plantas solares –muchas de las cuales absorbían reactivos–, la tensión subió sin control y el sistema entró en resonancia.

 

Descoordinación institucional: ceguera colectiva

 

La crisis expuso la fragmentación institucional del sistema eléctrico ibérico. Cada actor –REE, REN, los RCC europeos, los reguladores nacionales y la Comisión Europea– tenía una visión parcial del problema. El propio informe de ENTSO-E reconoce que recolectar datos completos fue un desafío, debido a la falta de uniformidad en registros y protocolos de intercambio. En otras palabras, nadie sabía exactamente qué estaba ocurriendo ni tenía todos los datos necesarios para reconstruirlo sin una investigación internacional posterior.

 

El apagón obligó a movilizar un panel de 45 expertos europeos para entender las causas, con acceso limitado a información de los operadores implicados. Es una confesión tácita de la falta de transparencia interna: si los datos hubieran estado centralizados y disponibles, no habría sido necesario recurrir a un comité continental para entender un evento nacional.

 

Tampoco funcionó la comunicación operativa durante la emergencia. Algunos centros de control y distribuidoras perdieron contacto con REE al fallar los sistemas de voz y telemetría. En varias zonas, la restauración del servicio se retrasó porque no se podían enviar órdenes a plantas generadoras. En pleno siglo XXI, un apagón nacional se gestionó por teléfono.

 

En el plano político, la respuesta inicial fue de evasión y opacidad. Las autoridades descartaron un ciberataque –una hipótesis que se difundió rápidamente–, pero evitaron explicar las causas reales. Durante días, los ciudadanos recibieron comunicados genéricos mientras el caos se resolvía en silencio. El informe técnico, publicado seis meses después, confirma lo que muchos sospechaban: no hubo sabotaje, sino incompetencia.

 

Consecuencias: un país paralizado

 

El impacto social y económico fue inmediato y devastador. En cuestión de minutos, más de 60 millones de personas quedaron sin electricidad. Los trenes se detuvieron, los semáforos colapsaron, las comunicaciones móviles fallaron y hospitales y aeropuertos dependieron de generadores de emergencia. Miles de trabajadores quedaron atrapados en ascensores o instalaciones industriales.

 

Las pérdidas económicas se estiman en miles de millones de euros. Fábricas y procesos continuos sufrieron daños en maquinaria; el comercio y los servicios financieros quedaron paralizados durante horas. El mercado eléctrico diario tuvo que suspender operaciones y se activaron los mecanismos de emergencia europeos.

 

Portugal logró restablecer su red antes de la medianoche. En España, la recuperación total del sistema se completó hacia las 4:00 de la madrugada del 29/04. La reenergización fue gradual, combinando arranques “en negro” locales con apoyo de interconexiones desde Francia y Marruecos. Técnicamente, la restauración fue exitosa; institucionalmente, fue un parche sobre un sistema fracturado.

 

A nivel internacional, el apagón dañó la reputación del sistema eléctrico español. La Península, ya considerada una “isla energética” con débiles interconexiones, quedó retratada como vulnerable e ineficiente. Los países vecinos reforzaron sus protecciones para evitar que incidentes similares se propagaran. Y dentro de España, la confianza en REE y en el Ministerio de Energía sufrió un golpe del que aún no se recupera.

 

Un fracaso estructural

 

El informe ENTSO-E evita señalar culpables, pero sus conclusiones son inequívocas: el sistema falló por negligencia colectiva. Las causas profundas fueron:

 

  • Deficiente previsión operativa. Las herramientas de seguridad no captaron los riesgos dinámicos de una red saturada de renovables.

 

  • Descoordinación institucional. Falta de comunicación entre operadores, reguladores y agentes privados; datos incompletos y protecciones incoherentes.

 

  • Ceguera tecnológica. Ausencia de monitorización de la generación distribuida y pobre gestión de tensión y reactivos.

 

Estas carencias reflejan un modelo institucional anticuado, incapaz de adaptarse al nuevo paradigma eléctrico descentralizado. La transición energética no puede sostenerse con un sistema operativo que no ve ni controla a la mitad de sus actores.

 

El apagón también evidenció la insuficiencia de los planes de defensa. Aunque los esquemas automáticos de deslastre actuaron correctamente, estaban diseñados para perturbaciones moderadas, no para una caída de 15GW en segundos. Europa deberá repensar sus protocolos: incorporar inercia sintética, respuesta ultrarrápida de baterías y mayor control sobre las protecciones renovables.

 

Lecciones y exigencias

 

El apagón no fue un accidente inevitable: fue la consecuencia de años de complacencia, fragmentación y falta de rigor técnico. Ningún fenómeno natural ni ciberataque lo causó; lo provocaron decisiones humanas mal tomadas y un marco institucional que permitió que cada actor operara en su burbuja.

 

España y Portugal tienen ahora una obligación ineludible: reformar su gobernanza eléctrica. Esto implica:

 

  • Supervisión directa de las protecciones y configuraciones de todos los agentes conectados a la red.

 

  • Integración obligatoria de la generación distribuida en los sistemas de control en tiempo real.

 

  • Refuerzo de la cooperación entre REE, REN, los RCC y los reguladores.

 

  • Revisión completa de los esquemas de defensa y restauración, incluyendo protocolos de comunicación redundantes.

 

El apagón fue, en esencia, una demostración de vulnerabilidad nacional. En 27 segundos, el sistema que debía garantizar la estabilidad energética del país colapsó bajo su propia rigidez. Se perdió la luz, pero sobre todo se perdió la confianza.

 

La lección es simple y brutal: un sistema eléctrico sin transparencia ni coordinación es un peligro público. La energía limpia del futuro no servirá de nada si se administra con las estructuras opacas y complacientes del pasado. El 28 de abril de 2025 debe recordarse no solo como un apagón, sino como una advertencia: la próxima vez que la red tiemble, el fallo no será técnico, será moral.

 

Fuentes: ENTSO-E, Grid Incident in Spain and Portugal on 28 April 2025 – Factual Report (octubre de 2025).

 

Linkedin: Aquilino García

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