Lunes, 27 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa generación conejillo de Indias
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Alejadro Garriga

La generación conejillo de Indias

El neurocientífico que advierte que la IA será nuestra crisis de salud mental en cámara rápida

 

El dr. Daniel Amen, uno de los psiquiatras más reconocidos de Estados Unidos y pionero en neuroimagen cerebral, no se anda con rodeos. En un vídeo que se ha viralizado en TikTok, dispara cifras que deberían quitarnos el sueño: el 58% de las adolescentes estadounidenses reportan sentirse persistentemente tristes. El 32% han pensado en suicidarse. El 24% han planeado cómo hacerlo. Y el 13% —una de cada ocho— lo han intentado.

 

Estos números provienen de un estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), la agencia de salud pública más importante del país. No son especulaciones de un blog alarmista ni exageraciones mediáticas. Son datos oficiales del organismo que monitorea epidemias, enfermedades y amenazas a la salud pública. Y según el dr. Amen, estamos ante la generación joven más enferma mentalmente en la historia documentada de la humanidad.

 

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El culpable que identifica es claro: liberamos los teléfonos móviles y las redes sociales sin realizar ningún estudio neurocientífico previo sobre su impacto en cerebros en desarrollo. Nos enamoramos del brillo, de la promesa de conexión global, y nos convertimos colectivamente en conejillos de Indias de un experimento masivo cuyos resultados tardaríamos décadas en comprender. O eso pensábamos.

 

El hombre que ve el cerebro hablar

 

La advertencia del dr. Amen no viene de un lugar teórico. Durante más de tres décadas, ha construido la base de datos más grande del mundo de escáneres cerebrales SPECT, con más de 200,000 estudios de neuroimagen. Ha visto, literalmente, qué le sucede al cerebro cuando está expuesto a diferentes estímulos, traumas, adicciones y patologías. Ha observado los patrones neuronales de adolescentes antes y después de la explosión de las redes sociales.

 

Cuando alguien con esa perspectiva dice "tenemos la generación más enferma de la historia", no es hipérbole. Es diagnóstico basado en evidencia que ha observado en los escáneres cerebrales de miles de jóvenes que pasan por su clínica en California.

 

Y ahora, ese mismo experto que documentó en tiempo real el daño neurológico causado por las redes sociales, lanza una advertencia aún más grave: la inteligencia artificial tiene el potencial de ser "mucho más peligrosa" porque es "mucho más sexy". Y esta vez, el impacto no tardará 20 o 30 años en manifestarse. Serán cinco años. Quizás menos.

 

Por qué la IA es el enemigo más seductor

 

El dr. Amen explica algo que la industria tecnológica prefiere que no entendamos: seguimos liberando cosas tan atractivas, tan brillantes, tan aparentemente útiles, que no estudiamos su impacto antes de integrarlas en cada aspecto de nuestras vidas. Con las redes sociales, la promesa era la conexión. Con la IA, la promesa es aún más irresistible: productividad infinita, conocimiento al instante, soluciones a problemas complejos en segundos.

 

¿Quién querría frenar eso para hacer estudios aburridos sobre "impacto neurocognitivo a largo plazo"? Las empresas tecnológicas ciertamente no. Los gobiernos, históricamente lentos para regular innovación, tampoco. Y los usuarios, deslumbrados por la capacidad de ChatGPT para escribir sus ensayos o de DALL-E para generar sus diseños, mucho menos.

 

Pero el psiquiatra insiste: estamos subestimando groseramente el impacto que la IA tendrá. No porque sea malvada por naturaleza, sino porque es más convincente, más integrada, más aparentemente indispensable que cualquier tecnología anterior. Y eso la hace exponencialmente más adictiva.

 

Cuando los adolescentes externalizan su memoria a Google, al menos todavía tienen que formular preguntas, filtrar resultados, sintetizar información. Cuando externalizan su pensamiento crítico completo a la IA, ¿qué funciones cognitivas superiores están ejercitando? ¿Qué le sucede a un cerebro adolescente —todavía en desarrollo hasta los 25 años— cuando deja de luchar con problemas complejos porque un algoritmo puede resolverlos instantáneamente?

 

Nadie lo sabe con certeza. Porque no lo estamos estudiando. Estamos lanzando la tecnología primero y haciendo las preguntas después. Exactamente como hicimos con las redes sociales. Y ya vimos cómo terminó eso.

 

Autorregulación: la única defensa disponible (por ahora)

 

Ante la ausencia de regulación gubernamental efectiva, Daniel Amen propone algo radical en su simplicidad: autorregulación consciente. No prohibir la IA, sino usarla estratégicamente de forma que amplifique el pensamiento en lugar de reemplazarlo.

 

Sus reglas son casi un manifiesto de higiene cognitiva: alternar tareas asistidas por IA con tareas que requieren solo tu cerebro. Comprometerse activamente con aprendizaje profundo, resolución de problemas y memorización sin muletas digitales. Usar la IA de forma interactiva, pidiéndole que te evalúe, que te desafíe, que sea tu sparring intelectual en lugar de tu ghostwriter cognitivo.

 

Es inteligente. Es práctico. Y probablemente sea insuficiente

 

Porque la autorregulación individual tiene límites evidentes cuando enfrentamos sistemas diseñados específicamente para ser adictivos. Como el propio Amen señala, estas empresas ganan más dinero cuanto más "roban tu mente". Es el modelo de negocio fundamental de la economía de la atención. Esperar que usuarios individuales resistan esos sistemas sin apoyo institucional es como esperar que los fumadores de los años 50 resistieran la adicción a la nicotina sin advertencias sanitarias, sin restricciones publicitarias, sin políticas de salud pública.

 

La verdad Incómoda que los jóvenes necesitan escuchar

 

Hay un momento clave en el video donde Amen propone algo subversivo: educar a los jóvenes sobre la verdad económica detrás de estas tecnologías. Hacerles entender que estos servicios "gratuitos" no son actos de generosidad corporativa. Son sistemas extractivos donde el producto son ellos. Su atención, sus datos, su capacidad cognitiva, su tiempo de vida.

 

Las empresas tecnológicas no ganan dinero haciéndote más inteligente, más conectado o más productivo. Ganan dinero manteniéndote enganchado, dependiente, incapaz de funcionar sin sus herramientas. Cada minuto que pasas en sus plataformas es un minuto que no estás pensando críticamente, no estás desarrollando habilidades profundas, no estás construyendo resiliencia cognitiva.

 

Si logramos que los jóvenes internalicen esta verdad, sugiere Amen, les molestará lo suficiente como para que comiencen a supervisar conscientemente su propio uso tecnológico. Es una apuesta optimista a la capacidad de indignación ética de una generación para protegerse a sí misma.

 

Pero requiere algo que actualmente no estamos haciendo: conversaciones honestas, educación digital masiva, adultos dispuestos a admitir que entregamos smartphones y acceso ilimitado a redes sociales sin entender las consecuencias. Y ahora estamos a punto de hacer lo mismo con herramientas aún más poderosas.

 

Cinco años, no treinta

 

La parte más escalofriante de la advertencia del dr. Amen es la línea temporal. Cuando alguien sugiere que los resultados del experimento con redes sociales tomarían 20 o 30 años en manifestarse, él corrige inmediatamente: con la IA, serán cinco años. Quizás menos.

 

La velocidad de adopción lo explica todo. ChatGPT alcanzó 100 millones de usuarios en dos meses, algo que le tomó a Instagram dos años y a Facebook casi cinco. La penetración cultural es órdenes de magnitud más rápida. Y con ella, el potencial de daño sistémico.

 

Ya hemos visto esta película antes. Un neurocientífico que lleva décadas estudiando cerebros nos está advirtiendo, con datos del CDC en mano, que estamos repitiendo exactamente el mismo error que produjo la generación más enferma mentalmente de la historia. Solo que esta vez será más rápido, más profundo y potencialmente más irreversible.

 

La pregunta no es si deberíamos estar preocupados. La pregunta es si tendremos el coraje de actuar antes de que los escáneres cerebrales del dr. Amen muestren daños que ya no podamos revertir.

 

El reloj está corriendo. Y esta vez, no tenemos ni siquiera cinco años para decidir si nos importa.

 

Linkedin: Alejandro Garriga

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