Jueves, 30 de Octubre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNInteligencia y pasión
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Gabriel Vivancos

Inteligencia y pasión

 

Hace aproximadamente un mes leí una noticia que me llamó la atención: los españoles son los más inteligentes de Europa. Según el estudio de una investigación de TradingPlatforms, que ha analizado los últimos resultados disponibles de las pruebas PISA de la OCDE en Ciencias, Matemáticas y lectura para 77 países (resultados de 2022), resulta que España tiene un IQ de 102,3 puntos, 2 puntos por encima de la media mundial y en el octavo puesto de la lista de países más inteligentes del mundo.

 

Eso sí, también refleja el estudio que España no saca provecho de su inteligencia puesto que nuestro rendimiento académico es mediocre, por debajo de los países de nuestro entorno.

 

En realidad, esta noticia no me ha sorprendido para nada. Los males que aquejan a nuestro país son antiguos y nada tienen que ver con la inteligencia sino más bien, con un mal entendido amor a lo nuestro.

 

Cada pueblo, cada región, cada comunidad autónoma se cree mejor que la vecina, lo que en sí mismo no estaría mal, sino es porque en ocasiones ese amor por lo propio se convierte en desprecio por lo ajeno y ese desprecio termina convirtiéndose, en ocasiones, en odio y ruptura.

 

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En efecto, no tengo duda, los españoles son muy inteligentes pero también muy pasionales lo que conlleva ventajas e inconvenientes. La pasión es necesaria en la vida porque nos impulsa a actuar sin depender de recompensas externas, te mantiene firme en el esfuerzo, incluso frente a los mayores obstáculos y te ayuda a obtener un bienestar emocional que arrastra a otros a seguirte.

 

Pero también la pasión tiene sus lastres, puesto que se puede convertir en una obsesión y sobre todo nubla el juicio hasta hacerte ignorar señales de advertencia o tomar decisiones impulsivas.

 

Los españoles nos movemos entre la inteligencia y la pasión, algo que presenta un equilibrio inestable.

 

Muchas veces me he preguntado cómo vota el español y sinceramente creo que lo hace de forma distinta al resto de países democráticos. El español, en mi opinión, vota más con el corazón que con la razón. La ideología para los españoles es como llevar la camiseta de tu equipo de fútbol, da igual cómo lo esté haciendo y cómo vaya en la liga que siempre será la nuestra.

 

Y si pierde nuestro equipo, a muchos, les costará reconocer que el otro ha sido mejor y será capaz de apoyar a quien sea (aunque sea el mismo diablo) con tal de que no gane el contrario.

 

Muchos de nuestros políticos lo saben y por eso, más que disputas dialécticas, pronuncian soflamas ideológicas que sacan la irracionalidad de nuestro interior para que continuemos votándolos. ¿Qué pasaría si el español despertara un día y se diera cuenta de que lo están manipulando?

 

Pueden respirar aliviados nuestros políticos que no creo que esto ocurra pronto, puesto que ahora a sus discursos pasionales se les ha añadido un arma esencial que les ayuda a mantenernos en el redil: el relato.

 

Vivimos en la sociedad de la desinformación, lo importante no es lo que ha ocurrido sino cómo es contado y así si uno dice que fue de esta manera y otro te cuenta que fue de la contraria, cada uno se cree lo que quiere y al final te sigues quedando con tu camiseta.

 

Mala perspectiva tendría esta situación en cualquier país del mundo pero quiero creer que España es diferente, porque luego nos vamos a los bares, nos tomamos unas cervezas con nuestros vecinos, sean del equipo que sean y acabamos proclamándonos amor eterno con la vena en el cuello. De momento, siempre ha sido así…esperemos que esto, al menos, no cambie.   

 

Linkedin: Gabriel Vivancos

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