Jueves, 06 de Noviembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
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Aquilino García

Diez razones para borrar tus cuentas en redes sociales

 

Jaron Lanier, pionero de la realidad virtual y crítico de la cultura digital, publicó en 2018 Ten Arguments for Deleting Your Social Media Accounts Right Now (en español, Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato). El libro surgió en plena tormenta de Cambridge Analytica y como respuesta a la creciente ansiedad sobre el poder de las grandes plataformas.

 

[Img #10835]Lanier utiliza el acrónimo INCORDIO (en inglés BUMMER, Behaviors of Users Modified and Made into an Empire for Rent) para referirse a los gigantes que basan sus ingresos en publicidad dirigida (Meta, Google, Apple, X, etc) y en la modificación estadística del comportamiento. Las ideas de Lanier no buscan destruir internet, sino exigir un modelo más digno y humano. Lejos de estar de acuerdo en la forma en que él asume argumentos jodidamente wikes, analizo sus diez argumentos y cómo se relacionan con la privacidad y la manipulación de masas.

 

Enganche y modificación de la conducta

 

La primera razón describe cómo las redes sociales están diseñadas para crear adicción y modificar nuestro comportamiento. La adicción elimina nuesto libre albedrío, nos sumerge en el scroll infinito y nos modifica sustancialmente nuestro comportamiento. Lanier recuerda que plataformas como Facebook reconocen haber diseñado deliberadamente mecanismos de enganche; Sean Parker, cofundador de la empresa, admitió que buscaban «captar» a los usuarios. La clave es la modificación de la conducta: pequeños estímulos de recompensa (los «me gusta», seguidores, emojis) y castigos (exclusión, ataques) generan en nuestro cerebro efectos similares a los de las drogas. Los algoritmos utilizan esa neurobiología para mantenernos conectados y, al mismo tiempo, exponer nuestros datos y emociones al mejor postor. La adicción no es total ni automática; es estadística, pero las plataformas sólo necesitan que funcione en una proporción de usuarios para ser lucrativas.

 

Imperios de alquiler: el problema no es la tecnología, sino su uso

 

La segunda razón precisa que el problema no es la tecnología en sí, sino el modelo de negocio. INCORDIO, la maquinaria de modificación de la conducta y aclara que no hay que renunciar a los smartphones ni a internet; lo que hay que evitar son las plataformas cuyo poder se basa en manipular y vender nuestras decisiones. La crítica no va dirigida a Amazon, Microsoft o Apple por la tecnología que ofrecen, sino a los servicios cuya única forma de ingreso es alquilar el acceso a nuestras mentes y vender influencias a terceros.

 

Transformación de la personalidad: nos estamos volviendo “idiotas”

 

En el tercer argumento Lanier confiesa que él mismo empezó a “volverse un idiota” en internet. La adicción lleva a la ansiedad, la búsqueda compulsiva de reafirmación y la agresividad. Los usuarios adictos se sumergen en espirales de provocación y confrontación, y los algoritmos premian ese comportamiento porque genera más tiempo de conexión. Lanier describe cómo incluso líderes políticos, como Donald Trump, se vuelven víctimas de su propia adicción a la plataforma. Esta “idiotización” colectiva favorece una cultura superficial, polarizada y manipulable.

 

Socavar la verdad y fomentar la desinformación

 

La cuarta razón afirma que las redes sociales socavan la verdad. Lanier explica que cada componente de INCORDIO contribuye a la degradación del discurso: la atención convertida en competición, la vigilancia constante, la sobrecarga de contenidos y la manipulación de comportamientosLos algoritmos premian los contenidos más provocadores y emocionalmente intensos, por lo que la mentira se amplifica. La falsificación de identidades y los ejércitos de bots distorsionan la percepción pública. El resultado es una “denegación de servicio cultural” en la que los mensajes auténticos quedan ahogados en el ruido.

 

Erosión del contexto y vaciamiento del significado

 

El quinto argumento señala que las redes sociales vuelven insignificante lo que decimosFuera de internet solemos controlar el contexto de nuestras palabras; en cambio, las plataformas combinan nuestros mensajes con algoritmos, bots y audiencias desconocidas, distorsionando su sentido. No sabemos en qué contexto aparecerán nuestras palabras ni quién se beneficiará de ellas. Este desarraigo provoca que la comunicación se trivialice y que sólo sobrevivan los extremos. La obsesión con las métricas (seguidores, «likes») reduce la identidad a un número, algo que Lanier compara con los números tatuados a los presos de un campo de concentración.

 

Destrucción de la empatía

 

El sexto argumento denuncia que las redes sociales destruyen la empatía. Los feeds están personalizados, de modo que cada persona habita un universo informativo diferente. No podemos saber qué están viendo los demás, ni ellos pueden saber qué vemos nosotros, lo que hace imposible interpretar reacciones y compartir experiencias. Este aislamiento facilita que se propaguen histerias y teorías conspirativas: un ejemplo es el ataque armado en un local de pizza de Washington motivado por un bulo sobre una red de pedofilia. Sin una percepción común, desaparecen los espacios públicos y se erosiona la base de la deliberación democrática.

 

Infelicidad programada

 

La séptima razón afirma que las redes sociales te hacen infelizInvestigaciones citadas por Lanier muestran que el uso intensivo de estas plataformas se correlaciona con sentimientos de soledad, aislamiento y depresión. Facebook incluso realizó estudios que demostraron su capacidad de hacer sentirse mal a los usuarios sin que éstos lo supieran. Los algoritmos explotan nuestra psicología para maximizar la “captación” usando emociones negativas. La manipulación puede adoptar muchas formas: desde la creación de estándares de belleza inalcanzables hasta la promoción de envidia o autolesiones. Lanier critica que las empresas minimicen estos daños alegando que la conexión es beneficiosa, cuando en realidad la conexión podría existir sin la explotación comercial.

 

Pérdida de dignidad económica

 

En la octava razón Lanier observa que las redes sociales destruyen la dignidad económica al reforzar modelos de gratuidad basados en publicidad y datos. El auge de la economía de los trabajos esporádicos (gig economy) y la precarización laboral coinciden con la expansión de INCORDIO. Los servicios “gratuitos” impulsan la desigualdad: un pequeño grupo de emprendedores cercanos a los centros de computación acumula fortunas mientras la mayoría asume todos los riesgos. Lanier recuerda que la gratuidad no era inevitable; otros modelos de pago por servicios en línea se propusieron desde los orígenes de internet pero fueron marginados. La dependencia de la publicidad convierte a los usuarios en “ratas de laboratorio a tiempo parcial”.

 

Crisis política y ascenso del autoritarismo

 

El noveno argumento sostiene que las redes sociales hacen imposible la política y queman el arco moral de la historia. Lanier advierte que líderes autoritarios y movimientos tribales han prosperado gracias a INCORDIO. Plataformas como Facebook y WhatsApp han alimentado la violencia y la persecución de minorías, como en el genocidio rohinyá en Myanmar o los linchamientos en India. La forma en que los hilos se personalizan refuerza burbujas y hace que los idealistas iniciales se conviertan en blancos de campañas de odio. La adicción impide que muchas personas abandonen estas plataformas, incluso cuando son víctimas de su propia degradación política.

 

Un ataque a tu alma

 

En su último argumento, Lanier afirma que las redes sociales aborrecen tu alma. Las nueve razones anteriores son sólo manifestaciones de una transformación más profunda de lo que significa ser humano. INCORDIO (el algoritmo) no sólo manipula comportamientos; altera nuestra noción de libre albedrío y nos obliga a aceptar un nuevo marco espiritualAl ceder nuestra atención y nuestras decisiones a algoritmos opacos y a corporaciones remotas, transferimos parte de nuestro libre albedrío a ellas. Lanier sugiere que este intercambio —“déjanos espiarte a cambio de servicios gratuitos”— puede ser fatal a largo plazo. Para recuperar nuestra alma debemos reconquistar nuestra dignidad y adoptar modelos tecnológicos que respeten la autonomía.

 

Privacidad y manipulación de masas: perspectivas actuales

 

2025, Cambridge Analytica fue hace ya diez años, pero: el modelo de publicidad basada en vigilancia sigue dominando.

 

Organizaciones de defensa de la privacidad como el Electronic Privacy Information Center (EPIC) denuncian que el crecimiento de las redes sociales ha dado a las empresas un acceso extraordinario a la vida de los usuarios; los datos sobre actividades, características personales, opiniones políticas y hábitos de compra se utilizan para microdirigir publicidad y modificar conductas. El ex comisionado de la Comisión Federal de Comercio (FTC) Rohit Chopra calificó la publicidad de vigilancia de Facebook como una práctica que convierte a los usuarios en productos y a las plataformas en “armas de manipulación masiva”. Para maximizar los beneficios, estas empresas tienen un incentivo insaciable de recolectar cada vez más datos y de curar un entorno que incite a acciones monetizables.

 

La investigación académica respalda la preocupación de Lanier. Un estudio liderado por el MIT examinó la microsegmentación política y descubrió que, aunque los anuncios políticos dirigidos en función de un único atributo pueden tener ventajas persuasivas, la microsegmentación compleja no es tan poderosa como se pensaba. Sin embargo, el estudio reconoce que la publicidad dirigida suele tener un “cierto” efecto y advierte que es difícil saber cuándo y cómo funciona. El problema, según Lanier, no es que el control sea total, sino que la manipulación estadística erosiona lentamente el libre albedrío y permite a actores comerciales y políticos experimentar con nosotros.

 

Hacia un nuevo marco regulatorio: el Digital Fairness Act y otras iniciativas

 

Las preocupaciones de Lanier han empezado a traducirse en políticas públicas. La Comisión Europea reconoció en 2025 que la normativa vigente no basta para frenar la manipulación algorítmica y lanzó un Digital Fairness Act (DFA). La iniciativa surge tras constatar que funciones como el autoplay, las notificaciones persistentes y la personalización adictiva están diseñadas para maximizar la atención y afectan a la salud mental, especialmente de adolescentes. El DFA pretende modernizar el derecho del consumidor para combatir patrones oscuros, interfaces adictivas y personalización manipuladora, siguiendo el ejemplo de la IA Act y prohibiciones de IA que explotan vulnerabilidades. El proyecto propone, entre otras medidas, desactivar por defecto las características que fomentan la captación y promover un diseño ético “por defecto”. De aprobarse, podría convertirse en un referente internacional y trasladar la responsabilidad desde los usuarios hacia las plataformas.

 

Otros países también están introduciendo códigos de diseño apropiado para menores, campañas contra patrones oscuros y debates sobre prohibir el uso adictivo de redes sociales por menores. Estos esfuerzos se inspiran en estudios que vinculan las redes sociales con ansiedad, depresión y adicción y buscan reducir la exposición a algoritmos manipuladores.

 

Repensar nuestra relación con las redes

 

Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato es una llamada lñucida de alguien que estuvo al otro lado de la puerta, dentro de las plataformas, a la reflexión. Lanier no aboga por destruir internet ni rechazar la tecnología; pide que rechacemos un modelo basado en la vigilancia, la manipulación estadística y la monetización de nuestra intimidad. Los diez argumentos del libro muestran cómo la adicción programada, la erosión del contexto, la destrucción de la empatía, la falsificación de la verdad, la precarización económica y el ataque al libre albedrío forman parte de un mismo entramado. Investigaciones recientes y organismos como EPIC confirman que la publicidad de vigilancia convierte a los usuarios en productos, y debates como el Digital Fairness Act muestran que los gobiernos empiezan a reconocer la necesidad de regular las plataformas desde la óptica de la salud pública. No tengo mucha confianza en ello, más bien al contrario. La UE está aprovechando esa «lucha contra la desinformación» para marcar un mensaje único, de persecución al disidente.

 

La propuesta de Lanier —borrar nuestras cuentas— puede parecer radical, pero cumple una función simbólica: demostrar que es posible vivir fuera de la lógica de la manipulación y presionar a los actores públicos y privados para que desarrollen alternativas dignas. En un momento en que la privacidad personal y la salud democrática están en juego, comprender y debatir estos argumentos es esencial para imaginar un internet que nos permita ser más como los gatos libres de Lanier y menos como los perros que responden al silbato del adiestrador.

 

Linkedin: Aquilino García

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