Jueves, 13 de Noviembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNLa teoría de Darwin
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Juan Luis Pedreño

La teoría de Darwin

 

Hay que ver lo poco que nos cuesta adaptarnos a la tecnología. En la época de nuestros padres, cada adaptación era una odisea. Pero claro, eran otros tiempos. No existían aún los nativos digitales, ni tampoco una sociedad digitalizada en casi todos los ámbitos de nuestra vida. Porque lo que aún no ha llegado es más bien porque no lo vemos interesante o porque no estamos dispuesto a pagarlo en las condiciones actuales. Por eso, en la recámara tenemos esperando, para el gran público, a los frigoríficos que hacen la compra de forma autónoma, la realidad virtual doméstica, la ropa sensorizada inteligente, las televisiones 3D sin gafas o los espejos inteligentes. Pero todo llegará. En no mucho tiempo los tendremos a la venta en los comercios habituales. Ah, y el metaverso. Acuérdense.

 

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Sin embargo, mientras que nuestra especie, siguiendo las teorías de Darwin, se adapta sin problemas a la tecnología con el fin último de sobrevivir en este mundo de locos, otra vía se abre a la decepción una vez superado el entusiasmo. Y este fenómeno lo entendemos mejor si pensamos en la inteligencia artificial y en cómo nos relacionamos con ella. Aplicaciones que ahora nos parecen grandiosas, conseguirán que pronto las veamos como algo habitual y querremos más. Y cada nuevo reto que le pedimos a la inteligencia artificial, cada pequeño salto, supone un coste de proporciones que cuesta imaginar. Ahí podemos anotar los servidores, la energía, las redes de comunicaciones, los desarrollos software, la innovación o la investigación. Pero, aún así, seguimos teniendo la percepción de que toda inversión en inteligencia artificial siempre tenderá a crecer. Pues verán, no sé si lo recuerdan, pero algo así pasó entre 1997 y 2003, pero en el sector inmobiliario. Una burbuja que fue creciendo hasta llegar ese fatídico 2008, en que todo explotó. Lo que vino después ya lo sabemos. Muchas pequeñas empresas cerraban, muchos hogares desaparecían y las entidades bancarias se reagrupaban. Una concentración necesaria para salvar a situación.

 

El caso es que estamos viendo que grandes inversiones en IA están decreciendo, que la cotización bursátil de las grandes tecnologías que fabrican sistemas de IA está cayendo y que startups que desarrollan inteligencia artificial están siendo sobrevaloradas, cuando aún no han conseguido tener un producto claro en el mercado. Pero es que, ahora mismo, todo son alegrías.  Aquí, a diferencia del mercado inmobiliario, ya tenemos leyes por si acaso. Pero como no se pueden aplicar muy bien, se rebajan las exigencias no vaya a ser que nos carguemos la gallina de los huevos de oro antes de tiempo. Que no digo yo que se vaya a producir una burbuja tecnológica con las inversiones y empresas en inteligencia artificial. Pero es que el ritmo que lleva me hace recordar aquel periodo en el que comprarse una casa sin dinero era sencillo porque todo eran ventajas. Todo iba a valer más. Invertíamos lo que no teníamos. Y por eso me gusta reflexionar sobre esos paralelismos que tiene la historia, porque hemos pasado de no saber usar ChatGpt a ser los campeones en el uso de varios de estos programas. Y estamos basando nuestro futuro en estas herramientas. Nada malo cabe esperar ¿o sí?

 

Linkedin: Juan Luis Pedreño

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