Sábado, 22 de Noviembre de 2025
Diario de Economía de la Región de Murcia
OPINIÓNCarta a Pedro y Margarita. Edadismo en la defensa de España
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Rubén Darío Torres Kumbrián

Carta a Pedro y Margarita. Edadismo en la defensa de España

 

Mientras Polonia enseña a sus ciudadanos a resistir, España debería enseñar a los suyos a participar. La verdadera reserva no está solo en los cuarteles, sino en las personas que aún creen que servir es una forma de libertad. Defender tu país no debería ser un privilegio de edad ni una concesión burocrática. Debería ser un derecho cívico abierto a todos los que mantienen el cuerpo y el espíritu en pie.

 

Europa no puede pedir compromiso y, al mismo tiempo, cerrar las puertas a quienes lo ofrecen. Cada español que desea servir y no puede hacerlo representa una oportunidad perdida para el país y para Europa. Negar esa posibilidad a un ciudadano preparado, operativo y dispuesto es más que una injusticia: es una incoherencia estratégica.

 

Porque defender no es solo empuñar un arma: es conocer, organizar, enseñar, proteger. Los países que logran integrar a sus ciudadanos en la seguridad común generan cohesión, autoestima y sentido de pertenencia. Y esa es, en última instancia, la fuerza que hace invencible a una nación.

 

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Mientras Polonia entrena a cientos de miles de civiles en defensa y resiliencia, España mantiene cerradas las puertas de su reserva a profesionales cualificados por edad o burocracia. ¿Qué clase de Europa queremos defender?

 

En 2025, Polonia lanzó el programa wGotowości ('En preparación'), el mayor esfuerzo europeo de adiestramiento civil desde la Guerra Fría. Su objetivo es preparar a cientos de miles de ciudadanos para actuar en caso de crisis, agresión o catástrofe. La idea es sencilla y poderosa: la defensa ya no puede ser monopolio de los militares.

 

En tiempos de guerra híbrida, ataques cibernéticos y desinformación masiva, la sociedad entera debe saber cómo responder. El programa polaco ofrece formación voluntaria a cualquier civil, sin límite estricto de edad. Los participantes reciben instrucción básica militar —manejo seguro de armas, orientación, supervivencia—, pero también entrenamiento en primeros auxilios, ciberseguridad, protección civil, desinformación y defensa territorial.

 

Los módulos se imparten en bases militares, universidades y centros locales, con instructores mixtos: soldados, reservistas y expertos civiles. Cada curso dura uno o dos fines de semana, y se adapta al perfil de los voluntarios. No se trata de militarizar a la sociedad, sino de civilizar la defensa, como dicen en Varsovia. Un ingeniero aprende cómo proteger infraestructuras críticas; un profesor, cómo detectar propaganda hostil; un estudiante, cómo ayudar en tareas logísticas. Nadie queda fuera del sistema por razones de edad o profesión: se valora la utilidad y la disposición, no la fecha de nacimiento. El Ministerio de Defensa polaco estima que más de 400.000 ciudadanos habrán completado este entrenamiento antes de 2026.

 

España: la vocación que no encuentra puerta

 

El contraste con España es evidente. Aquí, el ciudadano que quiere servir se encuentra con una pared administrativa infranqueable. El sistema de reservistas voluntarios, creado en 1999, permite a civiles colaborar con las Fuerzas Armadas, pero bajo condiciones tan rígidas que en la práctica excluyen a miles de personas valiosas. El límite de edad —58 años para oficiales, 55 para suboficiales— y un proceso selectivo poco transparente convierten el acceso en una carrera de obstáculos más burocrática que patriótica.

 

Yo mismo lo he vivido. Soy profesor titular de Universidad, he trabajado con la Delegación Española en la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (Frontex) durante dos años en el diseño y puesta en marcha de un máster dirigido a oficiales de alta graduación, he dirigido durante dos décadas un Seminario de Seguridad Interior y Exterior de la UE con la Red Hispano Polaca de Investigación Científica (RED HIS POL), y me he formado durante dos años para ser adiestrador canino profesional.

 

Estoy en plena forma física y mental, pero el sistema español me considera “demasiado mayor” para servir como oficial en la reserva. No se evalúan mis competencias, ni mi experiencia operativa, ni mi disposición a contribuir. Solo mi fecha de nacimiento. La paradoja es frustrante: en una Europa que pide más compromiso cívico, España cierra las puertas a quienes todavía quieren y pueden servir.

 

La defensa no es solo militar

 

Mientras Polonia, Finlandia, Suecia o los países bálticos integran a los civiles en sus planes de defensa nacional, España sigue atrapada en una lógica profesionalista que confunde exclusividad con eficacia. Pero la defensa moderna es multidimensional.

 

Un experto en informática puede proteger sistemas SCADA de ataques cibernéticos; un médico puede reforzar la logística sanitaria; un adiestrador canino puede formar equipos de detección o rescate; un profesor puede instruir en resiliencia social. La guerra híbrida exige cerebros además de músculos, coordinación además de disciplina.

 

El propio Atlantic Council, en su informe Europe’s Defence Renaissance (2024), señala que la “nueva defensa europea” depende tanto de la capacidad civil como del número de soldados.

 

Y la Agencia Europea de Defensa (EDA) recomienda desarrollar “modelos de cooperación civil-militar flexibles, intergeneracionales y descentralizados”. Polonia lo ha hecho. España, no.

 

El ejemplo polaco es una defensa con rostro ciudadano. El programa wGotowości es el corazón de la nueva estrategia polaca de seguridad nacional. Se complementa con la ampliación de la Defensa Territorial, una fuerza híbrida que combina militares y civiles entrenados para actuar localmente en caso de crisis. Además, el gobierno polaco ha vinculado el programa a la educación y al tejido empresarial: empresas que participen en la formación reciben incentivos fiscales, y las universidades pueden incluir módulos de defensa civil en sus currículos.

 

En términos prácticos, el modelo polaco multiplica por diez la capacidad de respuesta del Estado ante un conflicto o una catástrofe. No solo crea soldados: crea ciudadanos preparados. Ese espíritu es el que falta en buena parte del sur de Europa, donde la defensa se percibe aún como una cuestión lejana, reservada a profesionales en uniforme. La guerra de Ucrania debería haber borrado esa ilusión.

 

Hoy, cada ciudadano europeo vive en un espacio geopolítico en disputa. No hace falta un uniforme para entenderlo: basta con mirar la presión migratoria en el Mediterráneo, la injerencia informativa rusa o el sabotaje digital en redes e infraestructuras. Defender Europa empieza por prepararse, y eso incluye a todos, sin distinción de edad o carrera. Polonia practica Una defensa socialmente inclusiva que la defensa del siglo se libra también en la mente, en la red y en la comunidad. España debería seguir ese ejemplo, adaptándolo a su realidad social y geográfica del siglo XXI.

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